Castilla y León
Vinos blancos y rosados, aliados del verano
Las 17 figuras de calidad vínicas de Castilla y León se adaptan a los gustos del consumidor y amplían su oferta a todas las variedades
El vino, «motor de desarrollo rural»
«Antes uvas que cubas» era la máxima que guiaba al recientemente fallecido bodeguero vallisoletano Luis Sanz. Una afirmación que también sirve para una Comunidad donde las estribaciones de sus provincias y sus extensos valles son la razón por la que estas tierras cuentan con ... 16 Denominaciones de Origen Protegidas (DOP) y una Indicación Geográfica Protegida (IGP).
Es imposible encontrar tanta variedad y calidad como en Castilla y León, un territorio de contrastes y fuertes oscilaciones térmicas marcadas por la singularidad de la Cuenca del Duero, los aires atlánticos de El Bierzo o las peculiaridades de la Sierra de Salamanca y Cebreros (Ávila). ¿El resultado? Más de 84.000 hectáreas de viñedo, 750 bodegas, 18.000 empleos, 13.000 viticultores, 300 millones de kilos de uva al año y dos millones de hectolitros, la tercera parte del vino de calidad que se consume en España.
Un patrimonio vitivinícola que se preserva con mimo y que ha sabido conjugar la tradición con la modernidad para adaptarse a los nuevos gustos y exigencias de los consumidores. En la DO Ribera del Duero, con la variedad Tempranillo como principal exponente, sus vinos están en lo más alto desde que en 1982 se puso en marcha. Su continua evolución ha hecho que a sus clásicos tintos se hayan sumado ya hace años los rosados y blancos, en este último caso en 2019 gracias a la uva Albillo Mayor, una variedad tradicional, con matices únicos y una expresión propia.
Como única es la Verdejo, con la que mayoritariamente se elaboran los vinos de la DO Rueda, que alcanza un equilibrio sin igual en su maduración gracias a las diferencias entre las temperaturas diurnas y nocturnas y a la depresión del Duero en la que se sitúan los viñedos.
Afrutados y Godello
Los rosados también se han convertido en los mejores aliados para combatir el calor. La DO Cigales, que se extiende por tierras vallisoletanas y toca también las palentinas, marca la senda con vinos afrutados que se obtienen por la combinación perfecta de variedades blancas (Albillo, Verdejo y Sauvignon Blanc) con tintas (Tempranillo, Garnacha, Merlot y Syrah).
Más al norte, la DO León elabora tintos, blancos y rosados, pero son estos últimos, gracias sobre todo a su variedad principal, la Prieto Picudo, los más demandados. En la DO Bierzo, junto a los tintos, creados sobre la base de la Mencía, los rosados se abren paso, al igual que los blancos elaborados con Godello, una variedad blanca dominante en la zona.
Tampoco DO Toro se ha quedado al margen de las tendencias y aunque su principal vocación es el tinto, la producción también se extiende a los rosados, para los que utiliza la Tinta de Toro y la Garnacha, mientras que en los blancos, la Verdejo y la Malvasía Castellana están entre las predominantes. No muy lejos de estas tierras, otras dos figuras de calidad, la DOP Valles de Benavente y la DO Tierra del Vino de Zamora, dejan su impronta vitivinícola en la provincia.
Como lo hace la DO Arribes, en tierras zamoranas y salmantinas, que ha apostado por la elaboración de vinos de carácter diferencial y con mucha personalidad gracias a las variedades minoritarias, con la Juan García como casta principal. La DO Arlanza, en Burgos y Palencia; la DOP Cebreros, en Ávila; la DOP Valtiendas, en Segovia, o la DOP Sierra de Salamanca, así como los Vinos de Pago de Abadía Retuerta, Dehesa Peñalba y Urueña completan la lista de figuras de calidad vínicas en una tierra vitivinícola diversa como es Castilla y León.
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