¿Por qué podría terminar vino español convertido en gel hidroalcohólico?

«España destruirá más de 40 millones de litros de vino por riesgo de sobreoferta». El titular hacía saltar las alertas de productores y consumidores hace algunas semanas, poniendo sobre el papel conceptos poco conocidos como la destilación en crisis y la cosecha en verde. Este mismo año, Francia invertía 200 millones de euros en destruir vino para sostener su precio, debido al efecto de la inflación y la alternativa de la cerveza. Ante el exceso de botellas sobrantes, las autoridades galas subvencionan a los productores para que las retiren del mercado y las conviertan en perfumes o gel hidroalcohólico.

Noticia Relacionada

Ribera del Cuarzo, el vino del viento patagónico

Laura Pintos

Se elabora en el Valle Azul, una improbable zona de Río Negro descubierta por una condesa y conquistada por una nueva generación de bodegueros argentinos

Para entender la situación hay que ir al origen, a la causa de esos excesos de producción. «Estamos viviendo la resaca de las políticas de plantación y reestructuración de los buenos años, impulsadas en parte por funcionarios y grandes bodegas cuando producir más y más barato parecía la solución», explica Tao Platón, director técnico de Península Vinicultores, elaboradores en Castilla-La Mancha, Ribera del Duero, Gredos, Toro o Rioja.

«El problema de los sistemas agrícolas es que los cambios son muy lentos, y cuando se empieza a plantar de nuevo las consecuencias no se ven hasta al cabo de unos años, girar toda la nave es muy complicado», añade. «Estamos claramente en el fin de un modelo y es necesaria una reconsideración general y una reestructuración global de lo que estamos haciendo, cómo y cuándo. En algunas zonas no se puede producir mucho y barato, y en otras se está produciendo tanto y tan barato que es insostenible. El problema es cómo hacerlo, porque si sobran viñas, ¿las de quién sobran? ¿Cómo hacemos para que esa gente pueda dedicarse a otra cosa?», pregunta.

Sobre esta vendimia, Platón destaca una añada especialmente marcado por la inestabilidad. Mientras otros años la cosecha se adelantaba para para mantener acidez, esta vez ha sido mejor aguantar un poco y vendimiar zona a zona. «A algunas parcelas estas lluvias recientes les están viviendo bien, pero otras necesitan recuperarse después de tanta agua», asegura el experto.

Manuel Méndez, responsable y enólogo de la bodega familiar Gerardo Méndez, en Rías Baixas, está completamente de acuerdo. «Decir que algo está equilibrado o estable, en términos económicos y sociales, es irreal. Lo que nos toca vivir a nuestra generación es una inestabilidad permanente, en la que hoy estás aquí pero mañana no sabes qué vas a hacer», asegura. En su caso, aquella máxima de Simeone de jugar «partido a partido» se ajusta mucho mejor a la realidad del viñedo.

«El consumo de blanco está aumentando con respecto a años anteriores, la tendencia del mercado está cambiando de manera abismal y esto afecta a determinadas zonas de producción en las que hay problemas de estocaje. Ante esta situación, la única manera es arrancar viña o destilar, porque bajar producciones por exceso de litros no es una gran solución, exigirle menos a una planta que ya está acostumbrada a un rendimiento genera otro tipo de desequilibrio», opina el elaborador gallego.

Él cree que las zonas en las que se da una sobreproducción tendrían que someterse a una autocrítica y pensar en soluciones como el rejuvenecimiento del mercado o la renovación de las estrategias de marketing. «En Rías Baixas intentamos que no suceda, digo lo intentamos, porque una denominación de origen no es una empresa, es un bien común que a veces no tiene que cuadrar con lo que uno piense; como grupo, se trata de salir adelante todos, sea como sea. De manera individual cada uno tiene que buscarse su camino», apunta.

El precio de los vinos, subraya, es otra situación delicada y muy ligada al problema anterior: producir demasiado hace caer el precio de venta por debajo de los costes de producción, y si los precios se hunden, los viticultores no pueden recuperar sus ingresos. «En 2019 sabías el precio de la uva y de la elaboración, ahora es imposible. Los costes varían cada día y esto afecta directamente al consumo, porque nos obliga a aumentar el precio de los vinos», dice Méndez.

Desde su posición, Martina Prieto Pariente, directora técnica y enóloga de Bodegas José Pariente y Bodegas Prieto Pariente, expone su visión sobre el mercado atendiendo a las últimas informaciones acerca del consumo del vino: «Se aprecia una disminución en cantidad, pero aumenta el consumo de los vinos de calidad, y esto mismo se traslada al viñedo».

Es, a su juicio, el resultado de la ley de la oferta y la demanda. «Por eso es tan importante evitar durante la gestión vitícola, durante todo el ciclo de la vid, las fluctuaciones excesivas, sobre todo sin son al alza, de los rendimientos», señala.

En el caso de esta bodega de Rueda, los rendimientos se han limitado históricamente, trabajando para estar añada tras añada en ese nicho de consumo de vinos de calidad. «Este año han sido en torno a un 35% menos respecto a la añada 2022, pero esto ha favorecido el equilibrio en la maduración de la uva pese a su temprano desarrollo, compensando que haya menor cantidad con un buen con una maduración aromática completa y una buena acidez. La continentalidad de nuestra zona nos ayuda en este aspecto», describe. El mayor reto, señala Pariente, es conseguir una mejor eficiencia del agua de lluvia a través de la viticultura y que haya un aprovechamiento real de las precipitaciones por parte de la planta.

La amenaza de la sobreoferta en España no se da en todo el territorio nacional. Ribera del Duero parece salvarse de la quema. «En nuestra denominación contamos con un 98,3% de vinos tintos, muchas veces son vinos de guarda, lo que nos puede amortiguar de cara a próximas cosechas. A día de hoy estamos equiparados con un mercado que absorbe el nivel de botellas que producimos», asegura Alberto Tobes, responsable técnico del Consejo Regulador de la D.O. Ribera del Duero. Si la situación económica sigue siendo la misma probablemente tengan que adaptarse, pero por el momento no tienen previsto deshacerse del vino que producen ni de sus uvas.

Como en otras tantas cuestiones, el caso de Canarias en materia de excedentes también es una excepción. «Aquí no tenemos destilación preventiva ni se hace vendimia en verde porque cada vez las producciones son más pequeñas debido al cambio climático y la falta de relevo generacional», explica Pablo López, enólogo de Bodegas El Sitio, en Tenerife. Este experto explica cómo allí la viña se está abandonando, los viñedos de secano se están agostando por falta de lluvia y los de regadío están produciendo cada vez menos, en parte debido al envejecimiento del material vegetal y la falta de saneamiento.

Prueba de ello es la vendimia de este año, la más extraña que recuerda López. «Lo que teníamos previsto recoger en seis semanas se convirtió en una vendimia de 15 días, porque todo maduró a la vez. Daba igual la altitud, por culpa de la climatología extrema que estamos soportando en los últimos años. Un calor altísimo y constante, día y noche, que se verá reflejado en los vinos», asegura el experto. Y de los incendios, mejor no hablar.