Nicolai Nørregaard, el chef de la solitaria isla danesa del arenque ahumado
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Protagonista de la nueva cocina nórdica, tiene dos sedes de su restaurante Kadeau, ambas con estrellas Michelin: una en Bornholm, en el medio del mar Báltico, y otra en Copenhague
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El chef danés Nicolai Nørregaard
La naturaleza como despensa, reloj y maestra. En verano, pródiga, colorida, animada y variada. En invierno, austera, recogida, astuta y paciente. Con estas herramientas, aprendidas de su familia y de la sabiduría popular de quienes habitaron antes que ellos la pequeña isla de Bornholm, en ... el Báltico, el chef danés Nicolai Nørregaard ha estructurado una cocina de estrellas Michelin en Kadeau. Tiene una en la sede insular y original del restaurante, que solo abre durante la temporada cálida, y dos en la más moderna y elegante de Copenhague, y él mismo se ha convertido en una referencia en la conocida como nueva cocina nórdica, en auge en los últimos años.
Nørregaard, de 44 años, viene a Madrid Fusión con la idea de enseñar las antiguas técnicas de preservación de los alimentos que se utilizan en los países del norte europeo y contar cómo las está incorporando a su cocina creativa contemporánea «con el foco puesto en ingredientes silvestres y cultivados». Así se lo explica a ABC unos días antes de poner rumbo a Madrid para participar de la cumbre como ponente.
Y es que su gastronomía está hecha de producto fresco, que se obtiene en verano, y de los conocimientos ancestrales desarrollados para conservarlos durante los largos meses de frío y nieve. Así, los típicos ahumaderos de pescado, sobre todo arenque, de la isla –solo quedan ya un puñado, uno de ellos, propiedad de un tío del chef- son los que también marcan su cocina, junto con los salazones, fermentados y otras técnicas que domina y de la que hace gala en el menú del minimalista Kadeau, que cambia junto con el clima y las estaciones.
«La preservación es muy antigua en la cocina, existe desde antes de que hubiera 'cocinas' y de hecho forma parte de la base de muchas de ellas por ese motivo. Todo lo que hacemos nace a partir de esto, que constituye la raíz de gran parte de mi trabajo. Pero también estoy interesado en explorar nuevas variaciones y resultados a través de la combinación de ingredientes no utilizados previamente como semillas, flores o piñas con las técnicas tradicionales o mediante la aplicación de técnicas innovadoras a productos clásicos«, revela.
Los miembros de su equipo buscan los ingredientes presentes en su menú –de entre nueve y doce pases- en el mar, la huerta, los bosques y las playas, que sirven frescos o tratan para perdurar más allá del momento. Desde la sutileza de sus flores disecadas o preservadas en aceites aromáticos y siropes, hasta sus conservas, ahumados y cocciones al vapor, su propuesta invita a sumergirse a través del paladar, los aromas y los contrastes en la vida a la vez salvaje y refinada, depurada y sin embargo profunda, de Escandinavia.
Para el chef, no obstante, lo principal «es el sabor. Especialmente en los meses fríos del norte, cuando la tierra está desnuda y nada crece, es fantástico poder cocinar con ingredientes preservados y sabores de la lozana temporada estival«, señala.
Junto con el producto de kilómetro cero o cercanía, que le dan sus proveedores locales o consigue por sus propios medios («Nosotros cultivamos, cosechamos, preservamos, servimos y amamos», reza su carta), el cocinero danés hace continuas referencias al origen familiar, pues aunque se esperaba de él que fuera arquitecto o diseñador, la pasión por la cocina y la pesca de su abuelo cartero lo hizo dedicarse finalmente a la gastronomía. Con su amigo de la infancia montó su primer restaurante, el de Bornholm, tras comprar en 2007 un solar a la venta en esta isla ubicada en medio del Báltico, y siempre con él dio el salto más tarde a su segunda casa en Copenhague.
Nørregaard cree que la herencia es ineludible. «Es importante que la cocina conecte con la infancia de cada uno«, asegura. Y añade: »provengo de una pequeña isla en el mar Báltico cuya principal industria siempre ha sido la pesca y la preparación del arenque. Históricamente, las dos técnicas más comunes para conservarlo, cocinarlo y venderlo son salarlo y ahumarlo, esta última la más habitual. A finales de los años 50 había 135 ahumaderos en una isla con 40.000 habitantes. En la actualidad, solo quedan 60 chimeneas y diez ahumaderos en activo».
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Por eso, no interpreta el uso del humo en cocina como un descubrimiento reciente ni una tendencia de moda. Es parte de su ADN y de su visión de la gastronomía cruda y atávica de la lejana isla donde creció. «En Kadeau tenemos un plato emblemático que no se mueve del menú, y es nuestro salmón ahumado frío o caliente, como una oda a Bornholm y su tradición e historia«, revela.
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