Entrevista

Hermanos Torres: «En el tres estrellas nos gastamos todo lo que hemos ganado y lo que no en la televisión»

Los gemelos más célebres de la alta cocina en España repasan 30 años de oficio y ponen ahora el foco en el poder y la influencia de las redes sociales. «Nuestras recetas tienen 18 millones de visualizaciones al mes», presumen

El restaurante de Madrid que quieren replicar en ciudades de todo el mundo

Javier y Sergio Torres en la fachada de Cocina Hermanos Torres, su tres estrellas Michelin de Barcelona

Aunque cuentan con su propia productora, en la parte de atrás de su tres estrellas MichelinCocina Hermanos Torres–, Sergio y Javier Torres (Barcelona, 1970) ya han superado el tirón televisivo. Son, aún hoy, los gemelos más famosos y recordados de los programas ... de cocina y dos voces autorizadas –en esta entrevista hablan al unísono– de la alta cocina en España.

Ahora cuentan, los domingos a mediodía, con un nuevo espacio –'Los Hermanos Torres en Casa'– en Ten TV. Sin embargo, su foco lo tienen puesto en las redes sociales, donde sus recetas tienen 18 millones de visualizaciones al mes. Mientras, hacen funcionar una maquinaria con más líneas de negocio, como el restaurante Eldelmar, su último espacio en el puerto deportivo barcelonés.

—Así que lo que tira son las redes sociales. ¿Y la tele, qué?

—La televisión siempre ha sido para nosotros un medio, no un fin. Entramos en ella por necesidad y de casualidad. Fue después de grabar un anuncio de Estrella Damm con Guardiola y otros cuatro zumbados. Un tipo de la Fox lo vio y vino a comer a Dos Cielos y estando allí dijo quería grabar un programa piloto en Madrid.

—Y dijeron que sí.

—Dijimos que nos pagara el viaje y una comida en Horcher para valorarlo [se ríen]. Grabamos ese piloto en un mercado y el tipo nos dijo que la cámara nos quería. Así empezamos rodando 'Cocina2', que fue líder de audiencia en su franja horaria. Se emitía por la noche.

—Se metieron en las casas.

—Nos metimos y vimos que esto daba 'habichuelas' para hacer más cosas. La tele nos permitió cumplir nuestro sueño, que era ser libres, no depender de nadie y montar nuestro propio restaurante. Luego llegó el programa diario –'Torres en la cocina'– y después lo dejamos porque estábamos ya hartos.

—¿El mundo de las redes es menos demandante?

—Bueno. Nosotros hemos encontrado nuestra fórmula y nos es cómoda. Llegamos en bici al restaurante, arrancamos cocinas a las 8 horas y grabamos el contenido en la parte de atrás. Es más libre. Hacemos lo que nos da la gana y nos ven en todo el mundo.

Vista del comedor y parte de las cocinas del tres estrellas Michelin Cocina Hermanos Torres, creado en una antigua nave del barrio de Les Corts de Barcelona

—Tienen fans en China.

—Y en México, en Miami... Cosas raras que nos pasan [ríen].

—¿Hay mucho fan entre sus clientes?

—Hay mucha gente que nunca había pisado un restaurante gastronómico, que viene por habernos visto en la tele y se sorprende... Para nosotros, todos los clientes son iguales. Nosotros solo somos cocineros, ellos son las verdaderas estrellas.

—Las tres les llegaron en 2023 solo cuatro años después de abrir en esta ubicación.

—Este es nuestro gran proyecto de vida. Sabíamos que al cerrar Dos Cielos (su anterior proyecto en el Hotel Meliá Sky Barcelona) íbamos a perder las dos que habíamos conseguido. Y nos dieron esas dos de golpe a los cuatro meses de abrir.

—¿Aquí han ido con todo?

—En este tres estrellas nos gastamos todo lo hemos ganado, y lo que no, en televisión. Pero ha salido muy bien. Hemos acabado comprando la nave en la que está y vamos a pulmón. Pedimos un crédito de seis años cuando lo proyectamos y a los tres ya estaba pagado. La empresa va bien.

—Comprar 800 metros en Les Corts no es cualquier cosa...

—Menos mal que pudimos. Porque hay una inversión en infraestructuras muy importante. El 70% del espacio son cocinas, aunque no se vean.

—Esta nave fue un taller de neumáticos de Michelin. Qué paradoja, ¿no?

—Sí, eso nos dicen. También hay quien nos ha contado que fue de Toyota y que aquí se preparaban los coches para Carlos Sainz antes de sus carreras.

El restaurante cuenta con un local anexo que sirve de cava de puros y coctelería, en el que sus clientes pueden fumar y hacer una sobremesa si lo desean

—Las vuestras ya han superado las tres décadas.

—Nos gustaría que la gente no valorara dónde estamos desde la apertura de Hermanos Torres. Tienen que hacerlo desde cuando empezamos. Llevamos muchos años y comenzamos en grandes catedrales. No como 'stagiers', sino trabajando en ellas durante años.

—En el estudio tienen retratos de todos los chefs con los que han trabajado.

—Desde Josep Lladonosa, que fue nuestro maestro, a Neichel, Subijana, Ducasse, Girardet, Robuchon, los también gemelos Jacques y Laurent Pourcel, Santi Santamaría... Todo ese bagaje nos hizo más libres.

—¿Trabajaron siempre juntos?

—No. Lo que hicimos desde muy jóvenes fue tejer una estrategia. Soñamos desde el principio y decíamos dónde íbamos a ir cada uno. Nos repartimos el mapa para ir a los mejores restaurantes de Europa a trabajar. El plan era volver a juntarnos y terminar teniendo un tres estrellas.

—De la ambición a lograrlo, hay un largo trecho.

—Somos muy cabezones. Y en ese proceso de vivir en grandes casas aprendimos lo que hay que hacer y, sobre todo, lo que no.

—¿Qué le dicen a quienes tienen hoy esa ambición y prisa?

—Que tienen que mirar ahí, a lo lejos, a su horizonte. Que el tiempo lo pone todo en su sitio y que no corran. Tiene que haber constancia.

—Y esa ilusión, ¿la conservan?

—Nos levantamos todos los días con la misma ilusión, creando equipos y haciendo cosas nuevas.

—¿Han llegado dónde querían?

—Todavía está lejos lo que queremos. Queda mucho...

Los Hermanos Torres ante los retratos de los grandes maestros con los que han trabajado a lo largo de su carrera. Los tienen en su estudio de grabación, ubicado en la parte de atrás de su restaurante

—¿Se ven muriendo con las botas puestas en la cocina?

—No, no. En la cocina, no. Habrá un momento en el que sepamos que ya hemos trabajado bastante. Lo que sí que haremos, porque somos buenos en eso, es crear talento, identificarlo y dar oportunidades. Y luego que esos talentos se hagan cargo de las naves, de los barcos, de todo lo que seamos capaces de haber creado en estos años. Si crecemos es porque también lo hace el equipo. Si no, muchas veces pararíamos en seco y diríamos: «Hostias, ya está bien, ¿no?».

—¿Quiénes son los hermanos Torres? ¿Cómo se ven?

—Como a dos currantes apasionados de la cocina. Dos chavales de familia humilde no, lo siguiente. En casa no había dinero.

—¿Quién cocinaba?

—Nuestra abuela Catalina, que era de Linares, vivía con nosotros y cocinaba muy bien con muy poquita cosa. Vimos que eso molaba y nos inoculó el gusanillo. Nuestra otra abuela estaba casada con un coronel de la aviación americana y quería que fuéramos pilotos.

—Y, ¿no les obligaron?

—¡No, para nada! Nosotros siempre supimos que íbamos a hacer lo que nos diera la gana. También nos educaron en esa libertad con la única condición de que había que currar en casa. Nuestros padres trabajaban muchísimo.

—¿A qué se dedicaban?

—Nuestro padre trabajaba en Inter-Grundig, una fábrica de televisores. Pero tenía otros dos trabajos, incluso por la noche. Y nuestra madre en una tienda. Éramos cuatro, la abuela, el perro, el gato y el que pasaba por allí. Y comían todos.

—¿Les inocularon el gen de la hospitalidad?

—Sí. Porque les encantaba recibir a gente y montaban unos fiestones. De hecho tuvieron una discoteca, de las primeras que hubo en Barcelona.

Los Torres enlazan en sus menús productos de temporada, con suculencia y rigor en técnicas

—Después de tantos años en cocina, ¿qué les emociona?

—La cadena de valor que hay en torno a ella. Los productores. El chico que nos trae los guisantes del Maresme, el que cuida el ganado en Extremadura, el pescador que pasa frío pensando en nosotros.

—Y aquí, ¿en su restaurante?

—Que todo funciona. Que es un juguete maravilloso y te implica al máximo. Hay mucha organización, disciplina, entrenamiento. Pero hay mucha información y el equipo está muy conectado. No hay malos rollos. Tienen todos los medios y para cualquier cocinero es el restaurante de sus sueños.

—¿No falta de nada?

—No. Les decimos que pidan lo que quieran. Para bien o para mal, aquí vamos con todo.

—Les han tentado de fuera...

—Sí. Con cosas muy suculentas. Por ejemplo, con abrir en Mónaco. Pero queremos estar en Barcelona. De Barcelona para el mundo.

—Abrieron dos restaurantes en Brasil.

—Sí. Fue una bonita aventura. Primero en San Pablo y luego en Río. Lo montamos por Skype. Llegamos allí una semana después de abrir. Tuvimos 100 trabajadores, pero la distancia lo complicaba todo.

—Ustedes son de estar más cerca. ¿Cómo llevan estar todo el día juntos?

—Nosotros bien, pero nuestras mujeres dicen ya que corra un poco el aire, por favor [ríen al unísono].

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