Hasaku, una parada peruano-japonesa en Las Tablas

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Adrián Delgado

Este espacio, en el entorno del Campo de las Naciones, ofrece una cocina abierta con sabores inspirados en el sudeste asiático y Sudamérica

La del cocinero llegado de Lima es una de ellas. Su carta de platos fusiona con soltura la gastronomía peruana con la japonesa, de la que aquella ha recibido tanta influencia al punto de dar a luz a la llamada cocina nikkei.

A Arias le gusta trabajar para su familia pero también con ella, y por eso al frente de este espacio -en los otros que posee también tiene a los suyos- está su mujer, Fiorela Ávalos. De su mano, ha dado forma a un menú funcional y sabroso, a la vez que asequible, gracias a fórmulas probadas con los rolls, las gyozas, los ceviches, los nigiris y los platos en wok. Todo ello, con su toque personal: al chef le gusta sumar al producto salsas, aliños y aderezos que él mismo crea inspirado en los sabores chispeantes y los ingredientes que se trajo en la memoria de su Perú natal.

Hasaku es una palabra japonesa que define a una naranja agria e híbrida. Sobre esta segunda cualidad se asienta el restaurante de Las Tablas, por su alma mixta, pero el nombre también entronca con el punto cítrico tan presente en la cocina andina y en las propuestas de Arias, además de sus picantes ligeros, aunque todo adaptado a sabores que resultan amables para nuestro paladar.

Hasaku funciona en un agradable local sin formalismos pero muy confortable, en una gran esquina con fachada negra de ventanales asomados a una zona peatonal del barrio donde hay tiendas y bares. En su interior, predomina la madera en la sala, donde hay una zona de barra y otra de mesas bajas sin mantel, además de una terraza acristalada.

El restaurante de Arias no pretende más que acoger y agasajar en el plato, con buen producto y a un precio contenido, con lo que conquista a un amplio público. Es perfecto para tomarse una cerveza, española o peruana (se pueden probar la Cusqueña Negra o la Pilsen Callao, a 3,50 euros) o atreverse con su tremendo pisco Maracuyita (8,50, con maracuyá, lima y angostura) acompañados de, por ejemplo, su Bao Char Sin (5,50, pan oriental al vapor con panceta cocinada a baja temperatura, salsa criolla y crema de rocoto) o su ostra Kión (4,50, con lima y jengibre).

O descubrir, y compartir, desde sus ceviches Nikkei (21,50, de atún fresco, con tropezones de plátano y leche de tigre nipona) o Intruso (21,50, de corvina con langostinos y leche de tigre de ají amarillo e hilos de pepino) y sus makis Chifero (13,90, seis piezas, de langostino furai con láminas de atún terminados con mayo oriental, cebolla china y sésamo tostado) o Diablada (14,90, seis piezas, atún rojo y aguacate, coronado con un tartar del mismo atún y salsa de rocoto), hasta su nigiri Anticucho (7,50, dos piezas, de pez mantequilla con salsa anticuchera con salsa de ají amarillo) o su wok de lomo Nikkei (19, solomillo salteado con champiñones, ají amarillo, cebolla y tomate). Todos cumplen con su misión.