Este alimento, patrimonio de la Unesco y orgullo para Francia, bate un curioso récord
El anterior registro en el Libro Guinness de los Récords lo tenía Italia. Así ha sido la épica gesta de 18 profesionales sin descanso durante 10 horas
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Los protagonistas del nuevo record mundial
La baguette fue incluida en noviembre de 2022 en la lista de patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco. Un tipo de pan que se erige como uno de los grandes emblemas de la gastronomía francesa. Existe una verdadera cultura culinaria ... en torno a ella que la convierte en un producto de culto accesible y cotidiano en la dieta del país vecino.
Esa pieza, alargada, con greñas crujientes e ideal para bocadillos, acaba de protagonizar un curioso récord de la mano de 18 panaderos y un horno en forma de pasarela infinita con rodillos en Suresnes, una localidad a las afueras de París. La gesta, que concluyó con una pieza que aparentemente comparte muy poco con la elegante finura que se le presupone a este pan pero que superó los 132,62 metros que ostentaban, hasta el pasado 7 de mayo, un grupo de panaderos italianos.
En total, alcanzaron el récord que tendrá que ser actualizado en el Libro Guinness con 140,53 metros. Una tarea para la que emplearon solo 10 horas. Nada ha trascendido sobre la calidad del pan resultante. Solo la alegría de este grupo de profesionales al restituir la honra a la nación francesa con esos casi ocho centímetros extras.
La baguette fue porcionada y repartida de forma popular, tras la gesta, untada con crema de avellanas
Las leyendas de la baguette parisina
Su origen, discutido y controvertido entre leyendas difícilmente comprobables, se circunscribe al siglo XX. Al menos esa es la versión más extendida entre los franceses, con tres historietas que se suceden el los artículos de la prensa gala con asiduidad. En ellas se tira de épica para contar cómo fueron los panaderos de Napoleón quienes la inventaron para que fuera más sencilla de transportar en los bolsillos de los soldados.
Otra, compensando el tradicional chovinismo con el que la gastronomía de cualquier país se mira el ombligo, la atribuye a August Zang, un panadero vienés que la habría popularizado en París desde su panadería –abierta en 1839–. Allí vendía las conocidas como viennoiseries que habrían dado origen a otro de los emblemas de la bollería como es el cruasán –al que algunos expertos emparentan con un pan austriaco en forma de media luna llamado 'kifli'– o los típicos 'pain au chocolat'.
La última, muy instalada el ideario popular de los parisinos, relata cómo su origen se encuentra bajo las aceras de París, en concreto en la construcción de su metro en los primeros compases del siglo XX. Los contratistas habrían pedido crear un pan fácil de cortar con las manos para evitar que sus obreros –con una rivalidad histórica entre bretones y auverneses– necesitaran llevar navajas o cuchillos encima. Armas blancas que, supuestamente, se cobraban vidas en las frecuentes peleas que se vivían entre ellos. El queso debían llevarlo ya partido de casa o comerlo a bocados.
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Otros historiadores que han escrito sobre el tema son más prosaicos y atribuyen esta forma alargada a un avance más en la industrialización de actividades alimentarias como la panadería durante el siglo XX y de la llegada de harinas más blancas y refinadas con las que trabajar. Su forma permitía fermentaciones y horneados mucho más rápidos. Simplemente, apuntan, era más sencilla de almacenar y de transportar.
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