Gastronomía
Helados para superar una crisis existencial: «Cada noche soñaba que caía al vacío y decidí abrir una heladería»
Con tan solo un año de andadura, la bombonería ya cosecha éxitos con propuestas llenas de carácter y personalidad
Madrid
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Iniciar sesiónAlan Manín, tercera generación de la panadería artesana Manín, ubicada en Asturias –concretamente en Gijón, Oviedo, Tineo y Cangas de Narcea–, se formó en el extranjero junto a profesionales franceses y españoles. Con el paso del tiempo, Manín decidió reinventar el negocio y emprender ... un camino propio, siempre sin olvidar sus orígenes y continuando la tradición familiar.
Es curioso como un sueño –literalmente hablando– dio pie a que otro se hiciera realidad: emprender su propia heladería junto a su mujer, Rosalía Álvarez. «Cada noche soñaba que caía al vacío», explica el jóven, que siempre se despertaba justo antes de llegar al suelo. Tras la recomendación de su psicólogo de que abriera un negocio propio, Alan Manín lanzó Le Llamber en Cangas de Narcea, una bombonería especializada en mermeladas, bombones y helados.
Desde un inicio, el nuevo negocio buscó posicionarse en el lado del placer adulto de valor. Sus helados se caracterizan por estar hechos –al igual que el resto de sus artículos– con productos locales. Con muy bajas cantidades de azúcar, el chef los define como «ácidos y cítricos», además de complejos. «Además de que disfruten, mi equipo y yo siempre buscamos que el cliente piense», añade. Lo cierto es que sus productos no son de los que se encuentran en tiendas tradicionales. Al pensar en mermeladas, es posible que la clientela piense en las clásicas: frambuesa, melocotón, fresa… pero nada más lejos de la realidad. Algunas de las propuestas del cangués son la mermelada de vainilla, naranja y menta, o de tomate, albahaca y lima.
Le Llamber no para de crecer y de cosechar éxitos. La bombonería está ubicada justo al lado de Manín –algo que define el chef como «el punto y la i»–, de la que también hay que destacar productos como su 'Maninttone', que les llevó al último top ten de panettones de chocolate en España. En cuanto a la bombonería, sigue el mismo camino. Este mismo año se han llevado el premio al mejor bombón artesano de Asturias, y han sido nombrados subcampeones de España de heladerías. El culpable de este último puesto fue un helado de limón, aceite de oliva y romero, que aún mantienen en su carta de sabores.
Detrás de esta buena trayectoria del negocio, el personal joven se junta con personas experimentadas que, según explica Alan Manín, «más que trabajadores, son familia». Según cuenta el chef, creció junto a ellos, y forman parte del creciente equipo: 39 personas por el momento. El dueño del negocio no puede hablar de su proyecto sin mencionar las figuras de Iván Vázquez, segundo chef heladero; su mano derecha y mujer Rosalía, y Pelayo Muñiz, chef de bombones. Todos ellos son parte de la familia que hace de Le Llamber el gran proyecto que es.
Sus propuestas
Los cítricos son un punto fuerte de la heladería, pero sus productos no se quedan ahí. Además de propuestas como el helado Cítricum, elaborado con menta, calamarsi –un híbrido asiático entre la mandarina y la lima– y naranja, helados como el de pistacho o el de fruta de la pasión tienen un gran éxito en la bombonería. La prioridad es dar protagonismo a «los sabores reales» reduciendo la cantidad de azúcar. La heladería tan solo cuenta con un tamaño de helado, tanto en formato cucurucho como tarrina, y con diez sabores: ocho fijos y dos 'efímeros'.
A diferencia de lo que se suele esperar, los dos sabores más vendidos son los que se suelen retirar de la tienda. La prioridad no es ganar dinero, sino reinventarse y ofrecer continuamente propuestas nuevas, y Alan Manín dice sentirse muy arropado con cada una de ellas. «Al principio teníamos cierto miedo, pero la gente recibió nuestros productos con los brazos abiertos», explica. Actualmente, el establecimiento cuenta con el helado de pistacho –su 'buque insignia'–, Nocinarcea, hecho a base de una crema de avellana elaborada de forma artesanal en Manín; el helado de café, hecho a base de café de Cafento y crema de orujo de Corias, helado de fruta de la pasión y coco, o las propuestas de chocolate amargo y de fresa y frambuesa, entre otros.
Las peculiaridades de Le Llamber continúan con sus propuestas y sus tiempos. Tan solo es posible disfrutar de sus helados durante tres meses, al igual que de los panettones. Lo mismo ocurre con los bombones y las mermeladas, en su caso durante seis meses. El objetivo de todo esto es, según el chef, «buscar un amor de verano». «Sabes que va a pasar y que no se volverá a repetir, conseguir que la gente sienta mariposas en el estómago para que sientan ilusión al ver que las cosas vuelven», explica.
Siguiendo esta línea, el chef explica que se niega a vender sus productos en fechas que no sean las establecidas. «El 31 de diciembre es el último día que vendemos panettones», explica. Se declara totalmente en contra de fenómenos comerciales tales como encontrar turrones en pleno mes de octubre, y se muestra contundente: «prefiero cerrar a vender helado en inverno», sentencia.
Familia y hogar
Alan Manín y Rosalía Álvarez trabajan en una dirección muy marcada y con un deseo que les empuja a continuar esforzándose cada día: convertirse en la meca de la heladería y los bombones en España. «Si llego a conseguir eso creo que me podría morir tranquilo», ríe el emprendedor. «Este año, una chica joven vino desde Francia expresamente para conocernos», enuncia orgulloso. Se siente muy arropado por su equipo y por su pueblo, en el que piensa mucho cuando ocurren este tipo cosas, ya que para él es muy importante atraer visitantes no solo por su negocio, sino también por incrementar el turismo de la localidad asturiana.
Uno de los pilares de Le Llamber es trabajar con producto local, poner en valor el pequeño comercio y ayudar a que Cangas de Narcea, un pequeño municipio asturiano de alrededor de 12.000 habitantes, tenga más visibilidad y se mantenga lleno de gente y de vida. «Los jóvenes se van del pueblo, porque no ven posibilidades aquí, y eso es algo que me entristece mucho», explica el chef. Esta es la principal razón por la que Alan Manín escogió apostar por este pueblo y no por otro lugar o gran ciudad. Es su filosofía: Le Llamber es casa. Igual que Cangas de Narcea.
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