Hazte premium Hazte premium

Especial Universidades

Puertas abiertas a la universidad de la experiencia

Los mayores que estudian o están ocupados viven hasta cinco años más y tienen menos enfermedades

Ceremonia de graduación en la Universidad Complutense de Madrid UCM

Charo Barroso

Lo digo siempre: cuando me jubile, lo más que voy a escribir es la lista de la compra. Pero si hay alguien capaz de hacerme cambiar de opinión ese es, sin duda, Marcos Roca , porque cuando terminas de hablar con él te dan ganas de sacar el bolígrafo, el cuaderno y volver a las aulas. Director desde hace más de una década del Programa de Mayores de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) rebosa de entusiasmo al hablar de este proyecto que, asegura, «tiene una proyección tan grande e importante que transformará la Universidad. Lo intergeneracional está llamando a la puerta».

Cuando la Complutense lo puso en marcha, en 1999 coincidiendo con el Año Internacional de las Personas Mayores, fueron 80 alumnos los que acudieron a las aulas. Hoy, lo hacen más de 2.500 . Su director reconoce que año a año se dispara el número de solicitudes. Para entrar en él basta con tener más de 50 años, en el caso de la Complutense, y se prioriza a aquellas personas que carecen de titulación universitaria. Realizan un pequeño examen de cultura general para la admisión y después comienzan un ciclo de cuatro años con un plan de estudios en el que están presentes casi todas las áreas de conocimiento: arte, literatura, matemáticas, antropología... Al acabar pueden realizar un ciclo de especialización con materias monográficas, conferencias y seminarios que profundizan en los temas y en los que coinciden con estudiantes de grado.

«Aunque el perfil de los alumnos es variado y de todas las edades, y tenemos desde quienes nunca han estado en la Universidad, pasando por licenciados y hasta doble licenciatura, todos tienen en común que estudian para seguir creciendo , disfrutan de las clases. Son competentes pero no compiten. Se encuentran en una edad fantástica para seguir buscando lo que les motiva o apasiona , y también para continuar descubriéndose. Las clases son presenciales y muy participativas, porque es una manera de socializar, de volver a encontrar a personas con sus mismos intereses, de que se sientan bien y felices. Les cambia la vida y prueba de ello es que no se quieren ir . Hay investigaciones médicas que demuestran que el hecho de estudiar a partir de la jubilación minimiza cualquier tipo de dependencia futura. Algo que nació como un programa social se ha convertido en algo estratégico dentro de las universidades », explica Roca, quien me anima a hacer el siguiente reportaje compartiendo con ellos una de sus muchas excursiones, visitas e, incluso, viajes de intercambio.

Este año se van a Perú, pero ya han realizado otros a Brasil, Colombia, y hasta a China. «Se crean grupos de amigos inseparables, comparten la historia de su vida, disfrutan de intereses comunes, van personas viudas, otros en pareja, y se crean hasta nuevas relaciones. Tenemos historias maravillosas », señala. Me cuenta innumerables, como la de dos señoras de 65 y 70 años que se han casado tras conocerse en la universidad para mayores y reconocer por fin su orientación sexual tras años de represión. «La universidad es una llave mágica e increíble para abrirles nuevas puertas», reconoce Roca con emoción.

Los beneficios, físicos y psicológicos, que reporta a los mayores la formación universitaria son múltiples. «Investigaciones de Harvard han demostrado que las personas mayores que estudian y están ocupadas viven hasta cinco años más y padecen menos enfermedades », explica Emilio González , profesor de Economía de Comillas ICADE, quien desmonta gracias a la neurociencia muchos de los falsos mitos que hay entorno al aprendizaje de las personas mayores: «Es cierto que con la edad el cerebro humano comienza a perder neuronas, pero no se pierde la capacidad de aprendizaje . Lo que sucede es que, gracias a la plasticidad, el cerebro se centra en lo importante de un asunto, algo que cuesta a los más jóvenes, que se dispersan con más facilidad», y puntualiza que «una persona mayor no puede aprender al máximo ritmo desde el primer día, pero como tampoco lo hace un estudiante de Primaria o un universitario, porque el cerebro necesita unas tres o cuatro semanas para formar las cadenas neuronales relacionadas con la adquisición de nuevos conocimientos».

Los mayores que estudian o están ocupados viven hasta cinco años más y tienen menos enfermedades

González explica que la capacidad de aprendizaje no solo no se deteriora con la edad, sino que aumenta y que la mayor fase de creatividad se produce de los 50 a los 65 años , y la segunda entre los 65 y los 80. «Pero para que el cerebro envejezca mejor también necesita de relaciones sociales. Muchas personas se jubilan y quedan desconectados de este tipo de relaciones que tenían en su trabajo y muchos se quedan solos en casa. La vuelta a las aulas les permite conocer e identificar a otras personas, mantener su capacidad lingüística, recibir y compartir nuevas ideas y conocimientos », explica González.

Pero además de con los compañeros, también establecen una relación muy particular con los docentes. « No he visto alumnos con más motivación en el aula que las personas mayores . Tienen entusiasmo, ganas de aprender, se preocupan por lo que te pase, me dan las gracias al acabar la clase y ¡hasta te aplauden!», señala Sergio Remedios , profesor en la UNED Senior que imparte diferentes asignaturas, la mayoría relativas a Historia Antigua y Arqueología.

A primeras uno podría pensar que asisten solo a aquellos centros que les quedan cerca de su barrio o de su zona, pero lo cierto es que van de aquí para allá porque «muchos a quien siguen es al docente y no tanto a la asignatura», reconoce Remedios, quien recuerda con cariño a una mujer de 76 años que lo primero que hizo al dejar de trabajar fue apuntarse a la universidad para mayores. «Me contó que llevaba trabajando desde los ocho años y que acababa de echar el cierre a su mercería y lo primero que hizo fue apuntarse a la universidad porque nunca pudo estudiar y era la ilusión de su vida . Bajaba todas las mañanas desde Galapagar para acudir puntual a la clase de las 9:30 de la mañana. Resulta enriquecedor poder conocer sus vidas».

Recuerda también el día que, como ya no quedaban plazas en su asignatura sobre Grecia, dos señoras se apuntaron de oyentes. «Me sonaba su cara, pero pensé que podría ser una ex alumna. Cuando bajé a secretaría para apuntarlas por si quedaban plazas libres me enteré de que era la madre de la reina Letizia», cuenta Sergio, quien explica que al tratarse de enseñanza no reglada, la flexibilidad a la hora de impartir clases es mayor y la experiencia mucho más gratificante . «No hay exámenes, no es necesario tomar apuntes, lo importante es que disfruten leyendo luego una novela histórica, yendo a un museo o viendo una película que aluda a la asignatura. Es una docencia muy agradecida», reconoce Remedios.

A día de hoy son muchísimas las universidades que ofertan esta enseñanza. De la Asociación Estatal de Programas Universitarios para Mayores (AEPUM) en la Universidad de Santiago de Compostela (USC) forman parte 49 universidades. «En breve serán 50», adelanta su presidente, Antonio Rodríguez , quien señala que en ellas cursan estos estudios unos 30.000 alumnos, una cifra que se elevaba a más de 60.000 antes de la pandemia . Rodriguez destaca que «las universidades, públicas y privadas, promueven a través de estos programas la integración de los mayores en el entorno universitario y social. Es la mayor red de fomento de rejuvenecimiento activo, mejora la autoconfianza e independencia y, con ello, la calidad de vida de los mayores españoles».

«Además de aprender nos sirve para socializar»

Ana María Rojo. 61 años. Trabaja y termina primer ciclo

Ana María Rojo

Estudió Psicología pero la vida la llevó a opositar para trabajar en la Seguridad Social donde aún acude cada día después de 33 años. No ha esperado a jubilarse para apuntarse a la Universidad de Mayores de la Complutense. «Estoy en el último cuarto año y tengo mucha pena de que se acabe», explica Ana, quien es, junto a su compañero Miguel Ángel García, delegada de clase. «Él es más delegado académico y yo de festejos», reconoce divertida.

Ahora está organizando la comida de graduación y asegura que echará de menos a muchos compañeros. «Todos compartimos el entusiasmo por aprender, aunque hayamos acudido por razones diferentes. Yo, divorciada, fui cuando ya había criado a mis hijos y me ayudó a sobrellevar la soledad, otros van por diferentes razones personales, porque les han despedido, porque han sufrido una pérdida o incluso padecen cáncer. Nos sirve, además de aprender con ilusión, de terapia . Cuando alcanzas una edad en la que crees que no vas a hacer grandes cosas porque lo tienes todo hecho, llega la universidad para mayores y vuelves a sentirte adolescente. Me hice emocionada hasta un selfie en la prueba de acceso para enviar a mis hijos», explica esta mujer imparable y autora del relato ‘Napoléon no es un perro’.

«Conocer a gente muy diversa es enriquecedor»

Santiago García. 67 años. Estudia Historia del Arte

Santiago García

Intento quedar con él para que me cuente su experiencia. «De 11 a 12:30 tengo clase. Por la tarde también de 17:00 a 18:30, y tengo que coger el tren a las 20:40 para Barcelona. A veces la vida de un jubilado no es tan pasiva como la gente cree», me contesta por whatsapp. Desde luego la suya tiene poco de pasiva, ha pasado por las aulas de mayores de la Rey Juan Carlos, de la Complutense y de la UNED.

Estudió Económicas, trabajó en banca y le prejubilaron con 57 años. Desde entonces no ha dejado de formarse y de ejercer como guía voluntario de museos, una afición que le inculcó su madre. «Me apasiona la historia del Arte. Ahora estoy haciendo el curso de Historia del Arte Antiguo y también el de Mitología y Arte, al que voy junto a Mari Cruz, mi mujer», explica Santiago, quien reconoce que «yo soy mucho de seguir al profesor que me gusta con independencia de las asignaturas que imparta porque el nivel de los docentes es muy alto. Estudiar sin presión y por gusto te aporta conocimiento y te empuja a seguir profundizando. Pero además, la experiencia de conocer a gente muy diversa es francamente enriquecedora».

«Nadie hace pellas»

Emilio Pacios. 93 años. Termina ciclo de ciencias

Emilio Pacios Eduardo San Bernardo

Tras estudiar ruso y graduarse en el ciclo de cuatro años de Humanidades, ya le quedan solo seis clases para terminar el tercer y último año del ciclo de Ciencias en la Universidad para mayores de Alcalá de Henares. «Con la edad puedes creer que lo sabes todo, pero cada día es una oportunidad de descubrir cosas nuevas. Recomiendo la universidad a todo el mundo, te enseña a pensar y a sacudirte toda la morralla de cantos de sirena de los discursos políticos. Eliges las asignaturas a gusto del consumidor y, además, es barato, 250 euros al año. Todo el mundo va porque tiene ganas de aprender y nadie hace pellas ». Y lo dice con conocimiento de causa: «En estos tres años solo he faltado a clase en diez ocasiones, incluidos los días que tuve que estar hospitalizado por Covid, y con el que perdí voz y oído».

Para el año que viene no sabe si seguirá en la universidad, «tengo compañeros que quieren repetir Humanidades, pero mi cuerpo ya no está para muchas Macarenas». Lo que sí asegura es que seguirá con los estudios que ha iniciado por su cuenta en internet de Lengua latina. Y confiesa: «Soy un friki de Roma».

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación