«Que los niños no hagan nada en verano no es malo ni improductivo, es una parte más del aprendizaje»
Entrevista a Javier Tubío Ordoñez, profesor del Máster en Neuropsicología y Educación de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)
MADRID
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Iniciar sesiónEn verano toca cambiar de rutina. Los escolares no tienen colegio, los días son más largos, piscina, playa... y desconexión. En estos días es fundamental interrumpir la rutina del invierno. Los horarios cambian y no hay que agobiarse por ello. Toda disfrutar, olvidarse del ... estrés diario, de los madrugones... Tanto mayores como pequeños necesitan vacaciones y descansar. Pero el cerebro también. De todo ello hablamos con Javier Tubío Ordoñez, profesor del Máster en Neuropsicología y Educación e investigador del grupo 'Neurociencia aplicada al contexto educativo' de UNIR.
Vacaciones. ¿Por qué es importante desconectar? Tanto para niños como para padres
Las vacaciones son algo deseable y necesario para todos, tanto para los adultos como para los niños, ya que suponen la recompensa al trabajo y esfuerzo que hemos estado desempeñando durante todo el año. Si analizamos la conducta del ser humano desde un punto de vista muy general, comprobamos que nos comportamos de una manera muy básica. La motivación, a la hora de realizar actividades que son poco deseables, la mantenemos porque prevemos que esto nos va a suponer algún tipo de gratificación en el futuro. En términos neuropsicológicos el proceso es sencillo, cuando recibimos un refuerzo o gratificación nuestro organismo sintetiza dopamina, que es una hormona que forma parte del circuito de recompensa y que nos hace sentir bien y como nos hace sentir bien vamos a seguir buscándola a través de la conducta que nos llevan a esa recompensa, en este caso el trabajo y el esfuerzo. Estas gratificaciones pueden ser más corto plazo, como el reconocimiento por el trabajo bien hecho, buenas calificaciones en parciales o el salario, o más a largo plazo como el atisbar ese gran premio que son las vacaciones, en las que anticipamos un periodo de tiempo de 1 o 2 meses en el que nos lo vamos a pasar bien, vamos a poder realizar actividades que nos gustan, pasar más tiempo con los seres queridos, etc. En definitiva, las vacaciones son un refuerzo muy potente que mantiene nuestra motivación durante el año.
Hay quien piensa... «¿De qué necesitan los niños desconectar? ¡Si viven muy bien! No tienen problemas, les gusta el colegio, para ellos todo es juego...», o «Su obligación es ir al colegio, que no se quejen», cuando son más mayores. ¿Es esto cierto o ellos también necesitan desconectar?
Que los niños no tienen problemas es algo totalmente subjetivo, no podemos interpretar con los parámetros de un adulto la realidad de un niño. Ellos pueden experimentar la misma intensidad de tristeza por perder su estuche de colores favorito que un adulto por perder un negocio de miles de euros. Para los niños ir a la escuela también supone un esfuerzo y en muchas ocasiones una fuente de estrés, se encuentran sometidos a horarios, restricciones, tareas y otras muchas otras obligaciones más que ellos viven como un trabajo. Por supuesto, hay momentos que se lo pasan bien en la escuela, pero también nos lo pasamos bien muchos adultos en nuestro trabajo y no por ello deja de ser un esfuerzo ir día tras día a la oficina. Todos, adultos y niños, necesitamos esa recompensa de la que hablamos y que durante un periodo de tiempo se nos permita quitarnos ese corsé de obligaciones y responsabilidades.
«Todos, adultos y niños, necesitamos vacaciones. Son la recompensa al esfuerzo y al trabajo de todo el año. Necesitamos que se nos permita quitarnos ese corsé de obligaciones y responsabilidades»
¿Cuáles son las áreas del cerebro sobrecargadas durante estos meses, tanto en niños como adultos, y de qué manera es posible lograr esa desconexión?
Aunque resulte sorprendente, nuestro cerebro nunca desconecta, ni siquiera cuando estamos dormidos. Hasta hace no muchos años se pensaba que cuando no hacíamos nada nuestro cerebro tampoco hacía nada o al menos que el nivel de activación se reducía al mínimo. A principios del siglo XXI los neurocientíficos empezaron a interesarse sobre qué ocurría en el cerebro cuando no hacíamos nada, es decir cuando estábamos en estado de reposo conscientes y dejábamos a nuestra mente divagar a su libre albedrío. Descubrieron que no solo no existía menos nivel de activación como se creía, sino que había áreas del cerebro que se estaban activando y comunicándose entre ellas con mucha intensidad. Solo que eran áreas diferentes a las que se activan cuando estamos ocupados haciendo cosas. Esto fue un hallazgo importantísimo y que ha abierto muchas líneas de investigación desde entonces, ya que cuando descansamos estamos dejando espacio a que se activen regiones cerebrales que no lo hacen cuando estamos ocupados haciendo cosas. Hoy se sabe que estas áreas y sus conexiones están implicadas en funciones importantísimas como son organizar, ordenar, conectar ideas y hacer procesamientos de información a un nivel de profundidad que no es posible hacerlo cuando estamos ocupados en otras tareas o los estímulos están presentes.
Hay adultos que se llevan el portátil de vacaciones, que están pendientes del teléfono... Al final, no desconectan. ¿Es bueno? ¿Deberían desconectar totalmente?
Exactamente. Vivimos en una cultura en la que no sabemos desconectar. Parece que tenemos que estar ocupados siempre y no hacer nada nos crea ansiedad. Incluso los periodos de ocio los estamos llenando de cosas todo el tiempo, vivimos más en el hacer que en el ser. Esto es algo que los niños tienen mucho más interiorizado porque han nacido con dispositivos en sus manos que los mantienen entretenidos y ocupados las 24 horas del día. Pero así no estamos permitiendo que esas otras regiones del cerebro a las que me refería antes, y que son tan importantes en la reorganización y restructuración de la información, se desarrollen de manera óptima. Estamos siempre encargándonos de procesar la inmediatez, para lo que interviene fundamentalmente los sistemas atencionales ejecutivos y la memoria de trabajo.
Cuando descansamos, ¿qué regiones cerebrales se activan y qué implica?
Es cierto que no es sencillo no hacer nada, nos hemos acostumbrado a la presencia de estimulación continua, de hecho, en algunos países son conscientes de esto y al «no hacer nada» lo consideran todo un arte. En Países Bajos, por ejemplo, tienen una palabra para esto y lo denomina 'niksen'. Pero cuando somos capaces de retirar esta estimulación por un rato y dejamos a nuestra mente divagar, comienzan a activarse regiones de nuestro cerebro de manera espontánea y a establecer conexiones entre sí, algunas de ellas bastante distantes unas de otras como la corteza parietal inferior y algunas áreas del lóbulo prefrontal dorsolateral y medial o regiones de la línea media posterior del cerebro. A este circuito le puso nombre por primera vez el neurólogo Marc Raichle y lo llamó la red neural por defecto ('default mode network'). La activación de la red neuronal por defecto explica fenómenos como, por ejemplo, el que me pase el día dándole vueltas a un tema y estudiando para encontrar la solución a un problema y no la encuentre. Sin embargo, horas más tarde cuando estoy en la ducha y ya me he olvidado del asunto, de repente se me ocurre una solución creativa. La literatura está plagada de ejemplos de este tipo. Newton, según contaba, dio con la clave de su teoría de la gravitación universal cuando descansaba debajo de un manzano, por ejemplo.
«Vivimos en una cultura en la que no sabemos desconectar. Parece que tenemos que estar ocupados siempre y no hacer nada nos crea ansiedad. Incluso los periodos de ocio los estamos llenando de cosas todo el tiempo, vivimos más en el hacer que en el ser»
Cuando hablamos de descansar, ¿a qué nos referimos? Porque cada uno descansa a su manera ¿no?
Cada uno puede encontrar el placer en cosas diferentes, también depende mucho del tipo de trabajo que ejerzamos durante el año. Por ejemplo, alguien que madruga muchísimo probablemente encuentre muy satisfactorio dormir hasta tarde los días de vacaciones, quienes tengan trabajos de alta demanda física disfrutarán con planes más tranquilos. Otros aprovecharán para hacer las cosas que sus horarios no les permiten. Mi consejo es que sea lo que sea lo que cada uno busque, intente que sea un periodo agradable y placentero, no obsesionarse con las vacaciones perfectas, el tenerlo todo perfectamente programado o las agendas repletas de eventos. Las vacaciones son una oportunidad para abandonar la rigidez en la que nos encontramos durante el año, ser más flexibles, tolerantes a los imprevistos y para disfrutar del placer de improvisar.
Con respecto a los niños, ¿en qué consiste descansar? Los más pequeños, no paran, y los más mayores tampoco. También tiene más tiempo libre para estar con los amigos o las pantallas.
Descansar puede significar muchas cosas, durante las vacaciones hay tiempo para todo. Por ejemplo, los niños tienen tiempo para ir a clases de pintura por las mañanas, jugar a la videoconsola, ir a la piscina con los amigos, hacer deporte, salir y por supuesto, también para aburrirse. Todo es necesario, hay que encontrar el equilibrio. No hace falta que estén todo el día ocupado ni tampoco tenemos que sentirnos culpables porque haya momentos del día en los que estén aburridos. Que no hagan nada no es malo ni improductivo, es una parte más del aprendizaje y una oportunidad para que sus cerebros desarrollen la creatividad.
¿Cómo compaginar el descanso con la indicación, por ejemplo, de que los escolares repasen algunos de los contenidos del curso?
Esto es un debate desde hace años. Yo soy de la opinión que en el caso de los niños que han cumplido con sus obligaciones durante el año no se les debe poner deberes en las vacaciones ya que estas, como decía antes, son una recompensa al esfuerzo. Por otra parte, si les ha ido bien durante el curso los conocimientos significativos no los vas a olvidar en verano y a la vuelta de las vacaciones muchos de estos contenidos los volverán a repasar. Si algún niño necesita afianzar algunos conceptos o ha terminado un poco más flojo en un área, esto se puede reforzar de muchas formas creativas y lúdicas y no realizando deberes, que el niño lo percibirá como algún tipo de castigo. Por ejemplo, si le ha costado un poco más superar lengua, podemos aprovechar las vacaciones para que él se encargue de leer la guía de viaje de algún sitio que vayamos a visitar y luego nos explique a la familia los monumentos que estamos viendo.
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