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Familia

El verano a veces no es el mejor momento para arreglar una relación

Antes de sumergirse en discusiones compensa relajarse, descansar y favorecer una conversación fluida que estreche vínculos que fortalezcan la unión de la pareja

Laura Peraita

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Durante los últimos años, los estudios que registran el número de divorcios en nuestro país dejan patente que el cuarto trimestre es el periodo que concentra mayor disolución de matrimonios. Los expertos en la materia explican que una de las razones es que el verano lleva al traste muchas de las expectativas de algunas parejas de mejorar, o incluso salvar, su relación.

Las vacaciones deben ser un periodo de descanso total después del estrés que generan la rutina y el trabajo. Según Adrián Cano , doctor en psiquiatría y psicología Médica de la Clínica Universidad de Navarra y director de la Unidad de Diagnóstico y Terapia Familiar , es necesario relajarse al máximo para favorecer que la conversación fluya de forma natural en la pareja, lo que llevará a que poco a poco ganen en complicidad, en expresión emocional, intimidad... logrando que se fortalezca su unidad. «En algunos casos, cuando la relación está muy deteriorada, a veces no es buena idea intentar solucionar los problemas en vacaciones porque se pueden generar grandes tensiones y discusiones, cuando de lo que se trata es de descansar y generar buen ambiente. Es mejor –asegura– relajarse para poder conversar y favorecer un acercamiento may or que servirá de caldo de cultivo para el resto del año mejorar la situación».

Conversaciones pendientes

El problema, según la psicóloga Silvia Álava , es que las rutimas durante el año no dejan casi espacio a tener conversaciones tranquilas «y las parejas sólo “despachan” asuntos cotidianos familiares, laborales o domésticos, pero no sentimentales. Dejan pendientes muchas conversaciones». Por ello, para esta especialista, el verano supone una buena oportunidad para pensar en la pareja y mejorar la relación entre ambos. Puede ser un punto de partida.

Propone que ambos dediquen tiempo a reflexionar de forma pausada en la persona que tienen a su lado, en cómo desearían que fuera la relación , en descifrar cuáles son los problemas que les impide ser felices juntos... pero todo ello de forma constructiva.

Perder el miedo a hablar

El siguiente paso es perder el miedo a hablar, puesto que muchas parejas piensan que para qué van a hacerlo si al final siempre acaban discutiendo . Es muy fácil caer en la tentación, y gran error, de echar toda la culpa al otro: “es que tú...”. Esta postura –según la psicóloga– no lleva a ninguna parte, no logra avanzar en busca de una solución al problema. Solo provoca al otro y le hace ponerse a la defensiva o proseguir el ataque de forma creciente. Una buena fórmula sería  empezar las frases diciendo “yo me siento de esta manera cuando haces esto”, sin necesidad de atacar directamente, ni de poner etiquetas al otro, sino explicando exactamente cómo se siente uno».

Es importante centrar el problema en un comportamiento o actitud, no en la persona que lo provoca. Es decir, –explica Silvia Álava– es mejor decir “me gustaría que me dieras los buenos días cada mañana” a “eres un auténtico antipático”.

A la hora de pedir cambios de actitud, hay que ser consicentes de que hay que ser flexibles y que deben ser los dos los que tendrán que ceder en cosas o comportamientos para poder tener a la otra persona más contenta. Lo que está claro es habrá conversaciones que serán dolorosas porque se abordarán asuntos que, por una razón u otra, dañan al orgullo o autoestima de la pareja. Por eso es importante empatizar y hacerle ver que “entiendo que tienes mucha presión laboral durante el año, pero me gustaría que me ayudaras con los niños”, por ejemplo. Entender una situación no significa justificar los motivos . Según Adrián Cano es importante «ser humilde y pensar que el otro tiene tanta o igual razón que yo a la hora de discutir un tema».

La fórmula del 5-1

Para animar la situación, es también aconsejable que la pareja planifique actividades de ocio juntos que sean del agrado de los dos para que se den cuenta de que pueden disfrutar juntos, reirse y compartir emociones comunes.

Tampoco hay que olvidar que por mucho tiempo que lleven juntos , a los dos también les gusta que les digan las cosas que hacen bien, algo que contribuye a reforzar la relación. El director de la Unidad de Diagnóstico y Terapia Familiar recomienda usar la fórmula del «5-1». Consiste en «pensar y decirle a la pareja cinco cosas positivas por cada aspecto negativo que se le transmita. Al prinicpio puede costar, pero es un ejercicio muy efectivo», apunta.

Lo que no hay que hacer

— Aislarse. De nada sirve estar juntos en una tumbona pero cada uno con su móvil. No contribuye a dialogar.

— No transmitir al otro lo que nos pasa, cómo nos sentimos...

— Soltar todos los reproches que acumulados del año.

— Etiquetar a la pareja («eres frío, egoísta...») y optar por otras fórmulas menos agresivas («me gustaría que me dijeras o hicieras las cosas de otra manera»).

— Recurrir al pasado para sacar los trapos sucios, aunque sean errores muy grandes como una infidelidad.

— Pedir las cosas sin cariño ni respeto. «Por favor» y «gracias» deben estar presentes.

— Dar las cosas por sentado . Lo mejor es hablar y preguntar sobre cómo se siente.

— Pensar solo en lo negativo. Se debe recordar aquello que nos cautivó al principio de la relación y fijarse en los aspectos positivos de la pareja.

— No escuchar. Es importante no centrarnos solo en nuestra postura y hacer caso omiso a lo que nos dicen. La conversación debe ser fluida y atenta.

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