5 micro hábitos que te ayudarán a mejorar el vínculo familiar este verano, según una doctora
Dormirse sin dramas. Hablar sin gritar. Criar sin agotarse... Mejorar la relación en casa en definitiva. ¿Utopía? No, si empezamos por lo pequeño
Este es el tipo de cosas que hacen las familias que crían hijos con buena autoestima
No hay mejor momento que el verano para intentar reconectar en familia. Bajamos de revoluciones y, en general, todos estamos más receptivos. Y para eso existe, según la doctora Beatriz Crespo, autora de 'Microhábitos Saludables' (Penguin Random House), una herramienta sencilla ... y poderosa: «pequeños gestos de menos de dos minutos capaces de crear vínculos profundos, fortalecer la autoestima y reducir tensiones sin añadir más peso a la agenda diaria de un día de vacaciones».
Esta doctora defiende que, en un mundo acelerado como el actual, estos hábitos breves devuelven lo esencial: el aquí y el ahora, «ya que no exigen más tiempo, solo más intención. Son sostenibles, expansivos y profundamente humanos. Frente a modelos de crianza basados en premios y castigos, este tipo de iniciativas nos devuelven en menos de dos minutos al vínculo real: ese que no exige perfección, solo presencia», argumenta.
«No se trata de coleccionar nuevas rutinas, sino de recordar que el amor también se demuestra en lo mínimo», recuerda Crespo, quien trabaja desde hace veinte años en el campo de la medicina preventiva y personalizada y, además, contribuye médica, científica y tecnológicamente a que cada persona conozca qué hábitos son los saludables para su estilo de vida, sin pensar en ello diariamente.
«En tiempos donde la crianza se vive muchas veces con culpa y sobrecarga, esta propuesta trae alivio, porque es una forma de priorizarte tomando decisiones fáciles de llevar a cabo en tu día a día que te aportan una recompensa y placer inmediato, dando prioridad a la relación con los tuyos sin estrés, ni esfuerzo», propone esta experta.
Y, como muestra, la doctora recomienda estos 5 microhábitos saludables para disfrutar en familia durante la época estival:
Guiñar un ojo con intención
Hazlo durante una actividad compartida, como una señal secreta de complicidad. Este gesto no verbal tiene efectos positivos en el desarrollo emocional, social y cognitivo de bebés y niños. En la adolescencia, refuerza además la empatía y la conexión silenciosa.
Lavarse los dientes juntos y terminar con un 'choque de sonrisas'
Un ritual diario que se transforma en juego, vínculo y construcción de emociones saludables en torno al cuidado personal. Las neuronas espejo favorecen con este microhábito la sincronía emocional entre miembros de la familia, lo que crea memoria afectiva, incluso cuando cada uno esté solo frente al espejo.
Bailar una canción por la mañana al despertar
O compartir un casco para escuchar una misma canción. Uno tú, otro tu hijo: Ideal para los fines de semana (o entre semana). Estos microhábitos relacionados con la música favorecen la comunicación emocional, la empatía y los recuerdos positivos entre generaciones. Estudios longitudinales han encontrado que los niños y adolescentes que crecen con estos microhábitos en su seno familiar tienden a mantener relaciones más estrechas y satisfactorias en la adultez. Además, reducen la ansiedad, mejoran el estado de ánimo y establecen una estructura emocional positiva en todos los miembros que los comparten.
Enviar un mensaje de afecto por WhatsApp
O dejar un post-it en el espejo del baño: Un «confío en ti», «me encanta cómo piensas» o un corazón dibujado cuando aún no saben leer. Da igual la edad: funciona. Son píldoras de validación emocional que, gestionadas de forma equilibrada y respetuosa en la adolescencia, fortalecen la autoestima y la autoaceptación de cada miembro de la familia potenciando la regulación positiva del estrés y la ansiedad.
Oler la comida antes de probarla
Invita a tus hijos a cerrar los ojos y oler la comida antes del primer bocado. El olfato está conectado con el sistema límbico, donde habitan las emociones y los recuerdos. Este microhábito estimula el desarrollo sensorial, refuerza el vínculo emocional en torno a la mesa y favorece la aceptación de nuevos sabores. Comer se convierte así en una experiencia compartida, curiosa y consciente.
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Por muy simples que puedan parecer, defiende Crespo, «cada pequeño paso cuenta y cada acción es el inicio de un gran cambio«.
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