Maternidad en solitario por elección: última baza al no hallar al padre ideal

Trinidad reconoce a ABC que sabía que quería ser madre, pero no con una edad muy avanzada, por lo que salió de aquella consulta pensando: «¿Cuánto espero? ¿Dos años máximo? ¿Y en este tiempo conoceré con total seguridad al que quiero que sea el padre de mis hijos?». A medida que se planteaba esas cuestiones, germinó la idea de lanzarse a la maternidad sin pareja: «Al salir de esa consulta, fue casi inmediato el decir: no espero más».

A partir de ese momento le esperaban cuatro años de tratamientos en la clínica IVI en los que consiguió quedarse embarazada hasta en cuatro ocasiones. Sin embargo, por un problema en el cuello del útero, las gestaciones no llegaban a término. «Me pasó absolutamente de todo y estaba agotada. Recuerdo una conversación con mi hermano en la que le dije que no podía más; que quizás lo que me pasaba era una señal para que no siguiera intentándolo. Y recuerdo que me cogió de la mano y me dijo que si había llegado tan lejos, ¿cómo iba a tirar la toalla?».

Finalmente, en mayo de 2020, en plena pandemia y en su quinto embarazo, llegó Lola. Una bebé de apenas veinticuatro semanas y un día. «Estaba en el límite justo de viabilidad», recuerda Trinidad. «Pero me siento súper orgullosa de haberlo hecho -continúa-. De haber encontrado a tanta gente buena por el camino, tan implicada, con esa vocación, con esas ganas de ayudarme y de apoyarme. Al final, Lola está conmigo».

La historia de Trinidad sirve para ilustrar una tendencia que según datos aportados por las clínicas de fertilidad se encuentra al alza: cada vez son más las mujeres que buscan la maternidad en solitario. Según datos de IVI, entidad médica especializada íntegramente en reproducción humana, las mujeres que han decidido ser madres en solitario con la ayuda de sus profesionales ha aumentado un 42% en los últimos cinco años. La edad media de las pacientes es de 38 años, pero con una progresiva reducción.

Según el último informe anual de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), que recoge datos de todas las clínicas dedicadas a esta materia en España, en 2021 hubo 2.805 «mujeres con deseo de una maternidad solitario por decisión propia». Pero, ¿por qué esa tendencia al alza? ¿Qué provoca que las mujeres pierdan toda esperanza de encontrar una pareja o que sientan que no es la adecuada?

Tal y como desvela la última encuesta de Fecundidad del INE, el principal motivo esgrimido por las mujeres de entre 30 y 49 años para no tener hijos es «no haber tenido pareja o no haber encontrado a la adecuada», por delante incluso de razones económicas o de conciliación.

«Las relaciones han cambiado totalmente», explica a este periódico Lara Ferreiro, psicóloga experta en relaciones de pareja que, además, realiza una gran labor divulgativa en Instagram. «Veo en terapia el agobio de muchas mujeres por su reloj biológico cuando han cumplido los 30 años. Pero en torno a los 28, ya hay cierta sintomatología ansiosa».

Es entre los 30 y los 40 años cuando las preocupaciones se disparan en las féminas. «Muchas vienen a terapia porque no encuentran al hombre, no quieren ser madres solas… El problema de todo esto, creo, es que estamos en una sociedad en la que todo vale, faltan valores y enferman las relaciones. No hay responsabilidad afectiva ni de ningún tipo. ¿El resultado? Relaciones superficiales, muy cortas, basadas en la inmediatez y el no compromiso real», explica la experta.

Para la doctora Susana Rabadán, ginecóloga de IVI Madrid, es una buena noticia el hecho de que la mujer conozca cada vez mejor su reloj biológico: «Gracias a la labor divulgativa, cada vez se es más consciente de que una fertilidad finita viene de la mano del rango de edad». Sin embargo, esta cuenta atrás también supone un problema, pues coincide «con el despegue de la carrera profesional de la mujer, que se da en torno a los 35 años», aclara Ferreiro. Si bien, la opción de congelar óvulos ofrece a las mujeres cierta tranquilidad, este sentimiento convive con otros miedos que hacen mella en su salud mental.

En este sentido, Juan José Espinós, presidente de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), es contundente: «La edad y la fertilidad son grandes enemigos e inexorablemente, y por muy bien que te hayas cuidado, la capacidad fértil se reduce considerablemente por encima de los 35 años. Otro mensaje importante es que la reproducción asistida nunca podrá compensar la pérdida de la fertilidad que supone la edad».

Según los expertos, un denominador común de quienes se lanzan a la maternidad en solitario es que cuentan con un «perfil sociolaboral que suele ser más acomodado, con una estabilidad laboral alta, con un nivel medio alto en cuanto a recursos», apunta la doctora Rabadán.

Por su parte, Espinós subraya que otro punto diferenciador es que «en su mayoría tienen una fertilidad acorde a la edad a la que consultan. La mayoría nunca han probado a quedarse embarazadas previamente».

Pero, ¿cuál es el detonante para dar el paso y empezar un tratamiento de fertilidad? Según la doctora Rabadán, los motivos que exponen en su consulta son «amplios». «A veces tiene que ver con mujeres que acaban de salir de una relación y muchas veces, incluso, es por esto mismo, por la disparidad en el momento ideal de buscar el embarazo -apunta-. Son mujeres que no terminan de encajar en una pareja y tienen un deseo importante de ser madres».

El hecho de que la mujer ya no necesite del hombre para ser madre «ayuda a quitar presión» pero, al mismo tiempo, dice Ferreiro, convive con otra realidad: «Nadie quiere ser madre soltera». «Las mujeres que han decidido tener hijos solas -explica- lo han hecho porque no les ha quedado más opción. Y, en parte, les genera cierto dolor porque tienen la sensación de que ningún hombre las ha querido».

Así, la madre monoparental puede atravesar su propio duelo psicológico, en el que los miedos, la tristeza, la culpa o las dudas hacen mella en su salud mental, que ha de cuidar más que nunca hasta aceptar la realidad, establecer su plan de acción y adaptarse al mismo. «Es complicado porque han intentado tener pareja y ser madres pero hay quienes lo ven como un fracaso y se han resignado a tener hijos sin una segunda persona. La maternidad en solitario es muy compleja y hay veces se idealiza», recuerda Ferreiro, que insiste en que las madres se cuiden y aborden su salud mental si detectan que necesitan ayuda.

Según aseguran desde las clínicas de fertilidad, las féminas que deciden emprender la maternidad en solitario suelen contar con una red familiar importante. «La mayoría vienen bastante arropadas, son mujeres solas que están en un entorno familiar de apoyo, que son cómplices en esa búsqueda. Cada vez hay menos tabúes y en general hay más apoyo y respaldo en este tipo de decisiones», asegura la doctora Rabadán.

Ese fue precisamente el caso de Trinidad. «Soy una mamá sin pareja, que no es lo mismo que en solitario», asegura. «Muchas veces tenemos el apoyo, la compañía y el ánimo que no tienen otras mamás con pareja. Yo siempre me he sentido muy apoyada, animada por la gente de mi alrededor, por mi familia, amigos…».

Precisamente por ello, asegura que en su caso «nunca» ha echado de menos el tener una pareja con la que compartir la crianza de su hija. «Como Lola no ha tenido papá, tampoco puedo echar de menos algo que no he tenido. Y la verdad es que cuando he necesitado apoyo logístico, lo he tenido de mi familia».

Sin embargo, el hecho de haber tenido a su hija en solitario, no supone que cierre las puertas a una relación. «¿Cómo se lo puede tomar una futura pareja? Pues conociéndome, yo creo que no le extrañaría mucho, la verdad. Va bastante con mi forma de ser, de pensar y con mi carácter. Y sinceramente, al final, una persona con mi edad no es raro que tenga hijos. Yo no arrastro ninguna relación anterior, ni con un papá. Quizá eso sea una ventaja de cara a una futura pareja».

Para Ferreiro es necesario que la sociedad asuma que «hoy hay muchos tipos de familias y se han de reducir los estigmas y prejuicios». Lo mismo ocurre a la hora de tratar el tema con el menor. En este caso, la psicóloga insiste en la necesidad de «normalizar la situación». Para ello, es vital explicar al menor «los diferentes tipos de familia que hay. De hecho, es muy probable que amigos del niño del colegio, del parque, representen esos otros tipos de familia (padres separados, dos madres, dos padres…). Aclararle que vamos a estar siempre juntos y que tú querías ser mamá, sin transmitirle nuestros propios traumas ('es que nadie me ha querido'). Tirar de recursos educativos para explicar la situación es también muy útil y sobre todo, permitir al menor que haga todas las preguntas que desee».