«La 'ley de hielo' es una conducta aparentemente inofensiva, pero daña mucho a tus hijos»

Según una psicopedagoga y colaboradora de la UOC, este comportamiento de algunos progenitores es un tipo de maltrato con consecuencias a largo plazo

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Cuando hay un conflicto familiar entre padres e hijos, hay progenitores que optan por zanjarlo con el silencio absoluto a modo de castigo hacia los demás. Es lo que se denomina 'la ley del hielo' y consiste en ignorar al hijo tras un conflicto, retirándole ... la palabra y el afecto, muchas veces sin explicación y de manera prolongada. Sylvie Pérez, psicopedagoga y profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), advierte que este tipo de actitudes aparentemente inofensivas pueden tener consecuencias emocionales profundas para los menores «produciéndoles sentimientos de culpa, rechazo e incomprensión, daño en su autoestima y su capacidad de afrontar los conflictos en el futuro».

¿Por qué hay padres que retiran la palabra y el afecto a sus hijos ante una situación conflictiva?

Esta forma de actuar demuestra una incapacidad en los propios padres para poder gestionar este discusiones. Es una conducta de evitación ante la incapacidad de poderlo gestionar de una manera más asertiva y adecuada a un contexto educativo: Lo que hacen es que lo evitan. Es verdad que últimamente se habla mucho de crianza positiva, de ser empático con la infancia..., pero como a algunos adultos les cuesta mucho en el momento de mayor estrés y conflicto enfrentarse a las dificultades una manera más tranquila, aún sabiendo que no tienen que gritar ni alterarse en exceso, optan por pivotar al otro lado con el silencio. No lo saben afrontar de otra manera.

¿Se trata de una realidad que esconde el desconocimiento de las emociones por parte de los adultos?

Más que el desconocimiento propio de los adultos, creo que es el desconocimiento de que los niños tienen emociones y que están aprendiendo a gestionarlas y, para ello, 'primero deben conocerlas, ponerles nombre. Es necesario que un adulto les explique lo que es estar triste, enfadado, decepcionado... y que sea consciente de que el niño debe ir construyendo ese conocimiento.

¿Qué esperan lograr con esta actitud?

Lo que buscan los padres es que esta situación difícil de afrontar pase, que el niño comprenda por sí mismo que el silencio significa el disgusto y que, por tanto, llegará un momento en el que esto se pasará. Lo malo es que el niño no sabe cuando será porque dependerá mucho de la habilidad emocional del adulto, de cuánto de rencoroso es. Es decir, ni depende del hecho que ha provocado la discusión ni de la manera en la que ese niño esté creciendo. Sólo está condicionado por el estado emocional del adulto que ejerce el silencio y, en definitiva, ese poder. Considero que es una forma egoísta de actuar porque sólo depende de un lado y genera un malestar innecesario y emocional al otro.

¿Cuál suele ser la reacción de los hijos ante esta actitud de sus padres?

La reacción evoluciona con el tiempo. Al principio, cuando te ignoran, no te miran o ni hablan genera mucha rabia por la incomprensión. Pensemos en el patrón que genera en un adulto, pues mucho más en un niño que todavía no ha desarrollado su nivel de comprensión. Si un adulto no nos habla reaccionaríamos con rabia y buscaremos esa atención negada. Pero cuando se acaba convirtiendo en algo habitual, en un patrón de crianza, el niño aprende que da igual lo que haga porque siempre va a ser ignorado, no es necesario que reclame la atención porque no va a servir de nada y su reacción, poco a poco, va a ser también la del silencio, la incomunicación y vacío relacional que deshace el vínculo.

¿Es castigo o maltrato?

Claramente es una manera de maltratar porque no hay una norma bien establecida que el niño haya transgredido y, por lo tanto, tenga una consecuencia negativa. La norma no está bien definida y el silencio se aplica ante conductas imprevistas. El niño no sabe por qué se le está negando el afecto. Se le niegan derechos fundamentales como el de ser escuchado, poder explicarse... Aparte, hay un dolor emocional, demostrado neurocientíficamente, que está provocado por este tipo de rechazo emocional, similar al dolor físico. Es un abuso de poder que vulnera derechos del niño de manera arbitraria sin normas claras, lo que lo convierte en una forma de maltrato.

¿De qué manera les afecta a los niños y adolescentes a largo plazo si se repite en el tiempo esta forma de ignorarles?

Genera una huella difícil de gestionar. Este dolor incomprensible, de entrada, está asociado a una baja autoestima, a no sentirse suficiente, porque lo que ocurre no está ligado a lo que hace, sino a lo que él es. También les provoca dificultades para tener relaciones de confianza, seguras, porque han aprendido que el afecto está condicionado a cosas y puede ser retirado. Serán personas con miedo al conflicto, que evitarán las discusiones o dialogar, que generarán respuestas desproporcionadas porque no han aprendido a hacerlo de otra manera desde pequeños. Se identifica, además, una transmisión intergeneracional de esta conducta (los hijos replican el patrón parental), sin mediación por identificación con los padres. Por eso es tan importante que en las escuelas se muestren otros patrones de conducta cuando hay estas situaciones de vulnerabilidad.

¿Qué se puede recomendar a los hijos cuando sus padres actúan así?

El niño pequeño es difícil que pueda recibir una orientación ante padres así. Deben ser otros familiares o docentes los que le digan que no es la manera sana de actuar y que ellos pueden expresarse y hablar. Si nos referimos a adolescentes, la cosa se complica porque esta etapa por sí misma genera una distancia con los progenitores por el descubrimiento del propio yo y la distancia afectiva con sus progenitores es mayor si no se ha establecido un buen vínculo. Aún así, aconsejaría a estos jóvenes que intenten suavizar la situación y busquen momentos de calma, no desde el enfrentamiento, para expresarse y, sobre todo, que puedan decir a sus padres 'no me gusta cuando no me hablas, me haces sentir mal cuando me ignoras, a ti no te gustaría que yo te hiciera lo mismo'. Es bueno aprovechar los momentos más tranquilos para conversar sobre lo que nos hace daño.

¿Qué mensajes hay que transmitir a los padres para convencerles de lo dañina que es esta práctica?

Les diría que sabemos que es difícil educar a los hijos cuando hay tantas informaciones sobre qué es lo correcto, pero hay una norma básica que es la de no generar un daño y, sobre todo, no hacer aquello que no nos gustaría que nos hicieran. Es muy fácil, desde el poder que nos da ser padres y estar con menores, caer en este abuso de poder, no hecho de manera voluntaria en muchas ocasiones. Hay que ser conscientes de que cuando generamos dolor en un pequeño no lo estamos permitiendo crecer bien, no le educamos correctamente, y a la larga se convertirá en un adulto y nosotros seremos mayores y nos tratarán como les hayamos tratado.

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Sobre el autor Laura Peraita

En ABC desde 1994 como periodista de formación, empresa, motor. Desde 2011 al frente de ABC Familia, donde escribo y modero debates de lo más importante en la vida: nuestros peques, parejas y mayores.

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