Kian, el niño sordo de 7 años que habla tres idiomas y toca el piano
Los implantes cocleares han cambiado la vida de este pequeño. Pero también la de su familia
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Iniciar sesiónFrancisco Mata, padre de Kian, de 7 años, habla de su hijo pequeño con mucha admiración pero con cierto pesar: «Kian es hoy es un ser de luz que va por el mundo repartiendo alegría pero me arrepentiré toda la vida del tiempo precioso que ... perdimos hasta que le diagnosticaron hipoacusia».
En España, más de 17.500 personas llevan un implante coclear, según datos de la Federación de Asociaciones de Implantados Cocleares de España (AICE). Estas cifras incluyen a niños y a bebés que, gracias a estos dispositivos, son capaces de escuchar por primera vez o de volver a escuchar y de desarrollar el lenguaje.
Esto fue precisamente lo que le pasó a Kian. «El embarazo fue bien y nació sin problemas», cuenta a ABC Francisco. «Pero un virus le afectó al final del proceso de gestación, algo que supimos mucho después», continua.
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Fue a los cuatro meses y medio cuando al pequeño le empezó a supurar el oído sin parar. «Se lo limpiaban y ya está. Eran infecciones tras infecciones hasta que a los 7 meses, con una resonancia, los médicos vieron que un citomegalovirus le había afectado al cerebro y había perdido el oído», recuerda. No había más opciones que un implante coclear. «Su hijo no va a recuperar la audición así que es mejor implantarle cuanto antes», le dijeron los médicos.
¿Qué es un implante coclear?
«Un implante de cóclea es un dispositivo electrónico que mejora la audición», explica a ABC Carina Rodríguez, audióloga responsable de Formación y Estudios Clínicos en Advanced Bionics. «Consta de dos componentes principales: un componente externo que captura el sonido y lo digitaliza; y un componente interno, implantado quirúrgicamente, que traduce la señal en estímulos eléctricos, pasando por alto la parte dañada del oído para enviar la señal directamente al nervio auditivo».
Francisco reconoce que ponerle los implantes a Kian le «daba mucho miedo» pero la doctora les dijo que ya no había vuelta atrás y que «cuanto antes mejor». «Nos daba vértigo -recuerda- pero yo me sentí muy mal por los meses que perdí de diagnósticos falsos y al ver en la resonancia cómo el virus había ido caminando por su cerebro... No había más opciones».
Es muy común que los miedos y las dudas asolen a las familias. «Una de las preguntas más frecuentes está relacionado con el beneficio y las limitaciones de este tratamiento», explica Rodríguez. «Preguntan si su hijo podrá oír igual que un niño con audición normal, si aprenderá a hablar, si podrá hacer las cosas que hacen otros niños... -continua- La tecnología de los sistemas actuales de implante coclear y la metodología de rehabilitación terapéutica que le acompaña, si se utiliza de forma temprana, no sólo habilitan la audición permitiendo que adquieran el lenguaje oral y puedan integrarse a entornos educativos con niños normoyentes, sino que también se adaptan de forma segura a todas las actividades y entornos típicos de niños»..
A Kian le operaron por primera vez el el Hospital Gregorio Marañón de Madrid con 17 meses. A la segunda operación se sometió cuando tenía 2 años. Hasta entonces, estuvo sin oír nada. «Por eso tiene cierto retraso en el desarrollo del lenguaje», explica el progenitor. «Él vivía en una burbuja porque estuvo dos años escuchar -continua-. No te miraba a la cara cuando le hablabas. Llegaba de la escuela infantil, cogía sus cuentos y podía estar solo horas».
Hoy Kian en nada se parece a ese bebé inexpresivo que no interactuaba con nada ni con nadie. El implante coclear le ha cambiado radicalmente la vida. Tanto que hoy habla tres idiomas (inglés, coreano y español), toca el piano y baila con un gran sentido del ritmo.
«Mi mujer es coreana», explica Francisco. «Ella habla a nuestros hijos en coreano. Kian también habla inglés porque es la lengua en la que hablamos mi mujer y yo. Y fíjate qué cosas, que cuando al principio nos pasó todo esto, nosotros le hablamos solo en español con el fin de protegerle, de no complicar más las cosas», cuenta. «Pero, curiosamente, sus primeras palabras fueron: one, two, three, four, five», recuerda Francisco.
La música, su cura
Su relación con la música también es muy especial. «Y yo creo que le ayudó mucho en su recuperación», cuenta el progenitor. Kian, nada más recibir los implantes, se los quitaba. «Pero en el momento en el que empezó a escuchar música, todo fue mucho más fácil. Se pasaba las horas bailando, se aprendía las coreografías del 'Just Dance' y luego se aficionó al piano». Tal es su don con la música que sus profesores no dan crédito: es capaz de componer sus canciones e identifica las notas musicales a la primera.
«Llegar hasta aquí, ha sido un proceso lento», recuerda Francisco, pues el implante conlleva un periodo de aprendizaje, tal y como explica la responsable de Advanced Bionics: «Existe un proceso de adaptación y de aprendizaje de escucha a la modalidad de estimulación del implante coclear. Este proceso depende de la edad de implantación y la experiencia auditiva. En niños pequeños, dado que no cuentan con una experiencia de audición previa y su sistema neural se encuentra aún en desarrollo, se adaptan de forma muy rápida y hacen un uso muy efectivo de la información que aporta el implante coclear. Igualmente se requiere un período de ajustes progresivos de los parámetros del sistema, para personalizarlo a las necesidades auditivas de cada niño y de su proceso de desarrollo. Este proceso se acompaña de una terapia de audición y lenguaje a través de la cual se utilizan los beneficios de la habilitación auditiva del implante coclear, para que los niños puedan ir adquiriendo el lenguaje oral».
Hoy, Francisco reconoce que «cuesta creer el cambio que Kian ha dado. Es un niño feliz, extrovertido, habla incluso con gente que no conoce, en el colegio le adoran, él mismo cuenta por qué lleva los implantes... Y eso que pensamos en irnos a vivir a Madrid para llevarle a un colegio especializado, que fuera a un logopeda concreto que me habían recomendado... Pero la doctora, cuando entonces estábamos presos del miedo, nos dijo a mi mujer y a mi: 'la hipoacusia de su hijo se tiene que adaptar a la familia, no al revés'. Todo lo que sufrimos al principio lo estamos disfrutando ahora».
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