Julia Moreno, sexóloga: «En cualquier relación sexual esporádica hay sentimientos, no podemos poner el sistema nervioso en modo avión»

-¿Puedes los padres ayudar a sus hijos a saber todas esas cosas antes de su primer beso o es imposible?

¡Claro que sí! Aunque el libro va dirigido a mi generación, la Z, recomiendo su lectura también a los padres. Es importante que se acerquen a los códigos de sus hijos, saber cómo expresan, cómo nombran las cosas que los progenitores han vivido a su edad. A veces, los hijos sólo necesitan que les escuchen, que cuando dicen 'Mamá, me ha hecho ghosting', se le pregunte qué significa eso y se valide.

-'Estoy enamorada', 'Quiero a...' o 'Creo que me gusta...'. son frases que, para muchos adultos, son bobadas. En vez de invalidar lo que siente nuestro hijo, ¿qué se le debería explicar?

A veces, con la buena voluntad de ser los mejores padres posible creemos que nuestros hijos buscan en nosotros respuestas súper técnicas y llenas de experiencia. Pero en realidad va mucho más de contar cómo lo vivimos nosotros; mejor, preguntarles cómo lo viven ellos.

-Julia, hablas en el libro de lo necesario que es poner límites en una relación, de saber qué quieres, lo que es innegociable para uno mismo… Pero, ¿los jóvenes saben con seguridad qué quieren? ¿O en esto también se van a equivocar?

Pienso que cada vez más. Nuestra generación sabe mucho más de lo que se piensa, tenemos mucho acceso a la información y eso nos hace tener un criterio más claro. Hemos puesto nombre a muchas cosas que antes ni se sabía que existían o no se visibilizaban tanto. Eso nos hace tener más herramientas y, por tanto, construir relaciones más conscientes en muchos casos.

- También hablas de algo, y más dirigiéndote a jóvenes, que tiene un valor muy importante: «Cuando tienes sexo con alguien, le debemos un respeto y hay que tratarla como una persona porque no somos de usar y tirar». Por tu experiencia, y teniendo en cuenta que falta mucha educación sexual, ¿saben esto? Y otra cosa: ¿hay diferencias entre sexos?

Yo no diría que hay falta de educación sexual, más que nada porque eso es imposible. No existe la no educación porque desde que nacemos vamos aprendiendo cosas acerca del sexo. Tenemos acceso a pornografía desde bien pequeñitos y eso, inevitablemente, construye nuestro concepto del sexo. Creo que cometemos un gran error pensando que el sexo se puede separar de las emociones: tener sexo es una manera más de vincularnos y en cualquier relación sexual esporádica hay sentimientos, no podemos poner el sistema nervioso en modo avión. Simplemente tenemos que aprender a identificar eso que sentimos, validarlo y tratar a la persona como un ser humano. Cualquier relación sexual requiere de cuidados.

-Hay familias que no entienden a sus hijos porque: 'Se dejaron pero ahora han vuelto', 'Yo no sé estos chicos', 'Se han dejado y ahora está con otra'… Y los hijos se sienten incomprendidos. ¿Qué se supone que tienen que hacer? ¿Es posible que padres e hijos se entiendan?

Toda la vida han existido los «ahora rompemos, mañana volvemos» pero hoy en día surgen de manera más habitual porque tenemos problemas con dos cosas: buscamos la relación perfecta y no pretendemos que el amor se parezca más a esas mariposas del principio. Pero el amor va más bien de decisiones conscientes y de compromiso. Nos cuesta asimilar que todas relaciones cuentan con 'un saquito de malestar' que entra dentro del 'pack' de tener una relación. (Ojo, en este saquito no entra que se salten nuestros límites y las faltas de respeto. Me refiero a cosas como: hoy no te soporto, hoy me aburres, me apetece cero hacer este plan pero lo hago porque te quiero)

Y, como digo siempre, saber etiquetar conductas nos ha ayudado muchísimo a identificar cosas que nos pueden hacer daño, por ejemplo los celos, conductas tóxicas…. Pero ese sobreetiquetado a veces nos distrae de lo verdaderamente importante: la función de los celos, por ejemplo. 'Si siento celos, soy una persona tóxica', y nos quedamos ahí. Pero nos olvidamos de que esas emociones surgen siempre para avisarnos de algo.

-A la hora de hablar de los ingredientes del amor y del triángulo de Sternberg (intimidad, compromiso y pasión) hablas, entre otros, del amor vacío. Puede que muchos jóvenes vean que sus padres tienen esa relación. Tras muchos años de matrimonio… ¿Se acaba siempre en este amor vacío?

Damos demasiado por hecho nuestras relaciones y las largas más. Este problema lo veo en todas las generaciones. Una de las cosas que más cuesta asimilar es que el amor no surge, eso son tus emociones. En las relaciones hay que tomar decisiones todo el tiempo, hay que nutrirlas. El amor va mucho de hacer sin ganas. Por ejemplo, igual este fin de semana me apetece muchísimo quedarme en casa pero mi pareja me está pidiendo de pasar tiempo de calidad juntos y salir a cenar. Si al final cedo, no estoy dando por hecho la relación, estoy nutriéndola.

-¿Sabemos comunicarnos en las relaciones?

Cada vez más, lo que detecto mucho es miedo a hablar desde la vulnerabilidad, siempre andamos con reproches o ataques hacia el otro. Nos cuesta hablar de cómo nos sentimos: si lo hiciésemos más a menudo, los problemas relacionales se reducirían a la mitad.

-Límites: qué importantes son y cuanto nos cuestan. ¿Por qué?

Son demasiado importantes. Al final son una muestra de amor propio. Nos cuesta poner límites porque es algo incómodo, requiere pasar por un momento de malestar que a veces creemos que no merece la pena. Pero a largo plazo ese malestar va desapareciendo y nos sentimos mejor porque nos damos cuenta de que estamos actuando acorde nuestros valores.

-¿Qué papel desempeñan las redes sociales a la hora de que los chavales entablen relaciones?

Al contrario de lo que se dice, las redes sociales forman parte de la realidad. Y más en la generación Z y en los adolescente, que cuando llegas a casa del instituto o de la universidad, sigues manteniendo contactos con esa persona a través de WhatsApp, Instagram, TikTok… Por lo tanto, es importante aprender a relacionarnos a través de ellas. Poner límites, saber guardar nuestra privacidad, decidir con quién y cómo compartimos nuestras intimidades…

Además, sabemos que estas plataformas influyen en la autoestima y el autoncepto. Si pasamos mucho tiempo consumiendo contenido, acabamos comparándonos con otros o con la vida de los demás y, en consecuencia, nos solemos sentir más infelices e insatisfechos con lo que tenemos.

-Ante rupturas, tanto a adultos como a jóvenes, las redes sociales no ayudan. Vemos a la expareja lo que publica, si ha visto 'mi Story', si me ha dado 'like'… ¿Cómo nos afecta esto?

Las redes sociales son las enemigas del duelo, siempre lo digo (risas), porque nos ponen todo más difícil. Al final, podemos tener acceso a muchas partes de la vida de nuestra expareja que igual es mejor no saber durante un tiempo.

Complican mucho el contacto cero, nos hacen estar hipervigilantes todo el tiempo y sacian nuestra incertidumbre a corto plazo, algo que puede encerrarnos en un bucle complicado de romper. Por ello, en la mayoría de los casos, aconsejo eliminar todo y bloquear si es necesario. Esto último no refleja inmadurez, muchas veces al contrario. Y se puede hacer de manera acordada y consciente.