Ser influencer no puede ser una apuesta profesional para los menores

Según Jaime Pérez-Seoane de Zunzunegui, managing director de Grupo GO, agencia referente en influencer marketing, el hecho de que los menores accedan cada vez a edades más tempranas a las tecnologías, y más concretamente a las redes sociales, está marcando sus deseos. «Cada vez hay más creadores de contenidos de 16 y 18 años que triunfan en TikTok e Instagram convirtiéndose en referentes para un gran público de estas edades por su divertido y exitoso modo de vida. Es lógico que quieran imitarles».

La cuestión es que solo unos pocos lo logran, pero muchos lo intentan porque tienen las herramientas al alcance de su mano, pueden ser autodidactas, no hace falta pasar exámenes ni tener buenas notas porque la aprobación viene por lo que cuelguen y los 'likes' que consigan de la comunidad de seguidores. Es decir, de la noche a la mañana un desconocido puede convertirse en viral y ser muy famoso, con todo lo que ello supone para bien, pero también para mal.

Los expertos en el asunto, así lo advierten: no todo es de color de rosa en este mundo de aparente felicidad. Por ello, es muy importante que cuando un menor diga «papá quiero ser influencer» los padres sepan cómo abordar el tema para evitar riesgos.

En primer lugar, Jaime Pérez-Seoane de Zunzunegui aconseja a los progenitores que antes de dar carta blanca a sus hijos se metan en estas redes sociales e investiguen qué tipo de personajes hay y lo que hacen para poder hablar de ellas con autoridad y conocimiento de causa.

De esta forma se puede emprender una labor de concienciación y ayudar a un hijo a entender que ser influencer no es solo convertirse en un ser famoso, tener éxito, ser reconocido socialmente, que es lo que más atrae a los adolescentes y con lo único que se quedan. «Es importante resaltarles –matiza este experto– que también hay una parte muy dura detrás de la publicación de vídeos: mucho trabajo, mucho estrés y ansiedad por estar por estar tan expuestos, por estar pendientes de la competencia y compararse con ella, por no parar de mirar el número de 'likes' recibidos, por tratar de asumir los imputs negativos que afectan tanto emocionalmente y psicológicamente, tanto que a algunos jóvenes les ha llevado a suicidarse».

Advierte este experto en que en las redes reinan el anonimato, el odio, la violencia verbal... y aunque hay políticas que castigan ciertas actitudes, «es muy fácil que los usuarios envíen mensajes ofensivos, que comenten opiniones de dudoso gusto, o simplemente que a medida que uno tiene más exposición le dé mayor importancia a lo que piensen de ella y cuánto le quieren. Hay ansiedad, depresión, y muchas consecuencias posibles sobre todo en los más jóvenes».

Por ello, el punto de partido para este experto de Grupo GO es mantener una conversación calmada y reflexiva con los hijos para que pueda responder a cuestiones como: ¿qué es lo que esperan conseguir con ello?, ¿qué les llama la atención?, ¿cómo imaginan que se sentirán si no consiguen seguidores?, ¿y si logran muchos y no saben manejarlo?...

En el caso de apostar por ser influencer a estas edades tempranas, hay que intentar, según Jaime Pérez-Seoane de Zunzunegui, «que el menor se enfoque en aprovechar las redes sociales como un medio para fortalecer ciertas habilidades y desarrollar futuros deseos profesionales como puede ser convertirse en cómico, comunicador, músico, experto en moda, en gastronomía, etc. Es decir, hay que insistir en la idea de que ser influencer no puede ser, en nuestra opinión, una apuesta profesional ni de carrera en sí misma, sino una consecuencia de otros proyectos que implican exposición y usan la fuerza de las redes pero que no son excluyentes a otra carrera profesional».

Desde Grupo Go también explican que los padres deben ser conscientes de que si el niño tiene éxito se debe saber afrontar el gran reconocimiento y lo que implica un ascenso meteórico difícil de gestionar: invitaciones, regalos, cuidados, dinero, exposición, medios, eventos... Aseguran que «es fundamental tener una estructura familiar, mental y social, para no perder la cabeza si se gana visibilidad en redes sociales».

En la otra cara de la moneda está el fracaso. «También hay que prepararse para lo más probable: que no se logre lo que se ambiciona –matiza Jaime Pérez-Seoane de Zunzunegui–. En línea con esto, en la medida que no planteamos este proyecto como algo único ni como un fin, sino como un medio para otros logros, no se considerará que existe ningún fracaso si no terminamos llegando a donde aspirábamos«.

Asegura que es importante entender el medio (las redes sociales) como una derivada de la publicidad, «como una industria emergente y potente que va mucho más allá del creador digital. Managers, productores, publicistas, abogados, financieros, comunicadores... Las redes son, simplificando mucho y con todo su nuevo potencial, 'la nueva tele'. E igual que no querríamos que nuestros hijos quisieran salir en la tele sin más, sino que querríamos que lo hicieran como consecuencia de lo que hacen, pensémoslo así en este contexto», concluye este experto.