Embajadores del 'gracias'

Por María Solano Altaba, profesora de Periodismo de la Universidad CEU San Pablo

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ABC

Tiempos modernos. Mensajes directos, demasiado. Las prisas y la tecnología se han comido nuestra educación. A veces nos damos cuenta: escribimos un mail o un mensaje de WhatsApp y, de pronto, notamos que no hemos dado ni los buenos días. Otras, vamos tan ... a matacaballo que todo se reduce a un «¿has comprado pan?», o, aún peor, «compra pan».

En el trabajo, mensajes cortos, tan breves, tan radicales, que la firma del autor es más larga que su texto. En casa, en demasiadas ocasiones, el imperativo es nuestro modo verbal y acabamos dando el grito que prometimos no usar.

Así que quiero reivindicar la eficacia absolutamente garantizada del uso del término «gracias», hoy tristemente olvidado como una cursilería de antaño. Pero lo cierto es que su uso no es cuestión de etiqueta, no es una mera costumbre ni una norma moral obsoleta que carece de importancia.

Su uso habitual, natural, interiorizado y sentido consigue dibujar poco a poco en nuestro cerebro una imagen del mundo que es, sin duda, mucho más bella que la que nos escupe esa sociedad tan áspera y a veces hasta grosera que estamos construyendo.

Ese «gracias» tan oportuno, además de buena educación, indica que realmente consideramos valioso lo que estamos recibiendo, por pequeño que sea, y consideramos aún más valioso el esfuerzo que ha hecho alguien por nosotros. Pero es que no acaba ahí su valor. Decir «gracias» nos hace sentir más dichosos, optimistas, alegres y afortunados.

María Solano Altaba, profesora de Periodismo de la Universidad CEU San Pablo CEU

Un «gracias» llena al que lo pronuncia de razones para estar contento. No sabemos cómo nos irá el resto del día, pero al menos ese momento ha sido ya un pequeño regalo. El «gracias» da sentido al esfuerzo del que lo recibe. Se siente reconocido, sabe que lo que hace importa, que es bueno para alguien.

Es el círculo virtuoso de la amabilidad. Por eso, cada uno donde nos toca, en casa, en el trabajo, en esos pequeños detalles que constituyen la vida cotidiana, podemos convertirnos en los embajadores del «gracias». Lo dicho: eficacia garantizada. Prometido. Así que gracias, gracias, gracias de corazón por dar las gracias.

María Solano Altaba es profesora de Periodismo de la Universidad CEU San Pablo

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