El motivo por el que muchas parejas rotas deciden seguir conviviendo

Así, tras el motivo económico, las razones que aducen los clientes para frenar las rupturas son, según se extrae de este informe, la creencia de que la crisis matrimonial provocará un grave perjuicio a los hijos (en un 19 por ciento de los casos), seguido por una posición «conformista con la situación de pareja» (16 por ciento) y el temor a perder el estatus social (13 por ciento).

Entre ese gran grupo que desiste finalmente en divorciarse tras sopesar las circunstancias económicas que supone emprender la vida por separado, hay diferentes situaciones en función de las edades que presenten las personas que se plantean la ruptura y la situación financiera de ambos.

De hecho, tal y como matiza la vocal de la AEAFA, María José Sánchez González, en el caso de las parejas jóvenes en las que ambos trabajan y tienen hijos suelen haber gastos elevados en hipotecas, vehículos, colegios... Cuando se pone encima de la mesa el divorcio, explica esta profesional, el escenario cambia: «en muchas ocasiones es inviable hacer frente a todos los préstamos y los gastos. Cada uno ha de vivir con sus ingresos propios y por separado no cubren la totalidad de sus necesidades, las de la casa y de sus hijos. Cuando sopesan si les compensa que los hijos pierdan ese nivel de vida que disfrutaban, como ir a determinadas clases particulares, pertenecer a clubes, colegios privados o viajes, nos encontramos con que muchos reconsideran la situación y acaban por rehusar».

Por qué las parejas desisten de tramitar el procedimiento legal tras la primera consulta con el abogado de Familia

Incertidumbre sobre las consecuencias económicas

36%

Pensar que así se evita el perjuicio a los hijos

19%

Pérdida de estatus social

13%

Por temor al reproche familiar o del entorno

3%

Por el inicio de terapia que resulta efectiva

2%

16%

Conformismo

Miedo o violencia de género

7%

4%

Otras

Fuente: Asociación Española de Abogados de Familia / ABC

Por qué las parejas desisten

de tramitar el proceso legal tras

la primera consulta con

el abogado de Familia

Incertidumbre sobre las consecuencias económicas

36%

Pensar que así se evita el perjuicio a los hijos

19%

Pérdida de estatus social

13%

Por temor al reproche familiar o del entorno

3%

Por el inicio de terapia que resulta efectiva

2%

16%

Conformismo

Miedo o violencia de género

7%

4%

Otras

Fuente

Asociación Española de Abogados de Familia

ABC

Es más, remarca esta letrada, «en este momento, con la crisis económica y el incremento de gasto en vivienda que esto conlleva, entre otras cosas, en familias con un nivel económico medio bajo la ruptura legal implica no poder cubrir las necesidades básicas propias ni la de sus hijos».

Cuando la pareja tiene una edad más avanzada e hijos mayores, la excusa para no efectuar el divorcio es la pérdida de su estatus social, nivel de vida y estabilidad que la relación de pareja les proporciona. «Tienen miedo a perder desde el entorno social por las cuestiones económicas: tienen que repartirse los ahorros, vender su casa, mudarse, pagar una pensión al otro... Realmente les produce angustia perder el resultado de los ahorros de una vida en común. Igualmente tienen miedo a perder lo que han generado y es para sus hijos», apunta Sánchez González.

Hacia los sesenta años esto se acentúa y frente a una situación de crisis familiar en muchas ocasiones las parejas, asevera la también vocal de AEAFA María Dolores López-Muelas, «adoptan una posición 'conformista' y se acepta continuar y forzar la convivencia por el temor a un futuro incierto pero cuidado, que esto en ocasiones da lugar a casos de violencia de género».

Así, según se desprende del informe, el segundo gran motivo para soportar una convivencia no deseada son los hijos, «en la creencia 'errónea' de que mantenerles en una especie de 'burbuja' les ahorrará el trauma que puede suponerles», reflexiona Álvaro Iraizoz, vocal de AEAFA. «Precisamente ahora circula por las redes sociales una entrevista del primerísimo director de cine Rodrigo Sorogoyen (As bestas), cuyos padres le ocultaron durante muchos años que estaban separados y él se sintió traicionado». Mentir a los hijos, prosigue Iraizoz, «es un buen ejemplo de lo que no hay que hacer, aunque uno lo haga por el amor que siente hacia ellos y tenga la mejor de las intenciones, al final es causar males mayores».

A juicio de este abogado, «no separarse y empeñarse en vivir una vida familiar 'falsa', donde no hay afectividad y sí un clima tóxico, es probablemente una mentira de parecidas proporciones a lo que ha contado Sorogoyen. Además, no hay que subestimar la capacidad de los hijos para entender lo que está ocurriendo. Son situaciones que se caen por su propio peso».

Por último, desde la Asociación Española de Abogados de Familia hacen hincapié en la relevancia del municipio donde se lleve a cabo el procedimiento legal de ruptura. La existencia de un juzgado de Familia, advierte la vocal de la AEAFA, María José Sánchez González, «ofrece sin duda una mayor seguridad en cuanto al resultado de las medidas económicas (fijación de pensión de alimentos, atribución de pensiones de alimentos, de uso de vivienda...). No ocurre lo mismo en procedimientos ante juzgados que no están especializados en familia».