La estadística señala el momento vital donde se producen más divorcios (y no es el que piensas)

Se trata de una etapa, prosiguen, «donde las prioridades cambian, algunos cónyuges redefinen su búsqueda de sentido, desean explorar nuevas formas de vida, o simplemente consideran que la relación ya no encaja con sus aspiraciones personales. Esa reflexión madura posee fuerza suficiente para romper con un matrimonio que ya no cumple expectativas pasadas».

Este fenómeno ha quedado claramente reflejado en los últimos datos publicados en julio por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2024, en los que, tras dos años de descenso, los divorcios aumentaron en España un 8,2 por ciento. Y de entre todas las cifras ofrecidas, llama la atención que la tasa más alta de divorcios se registra entre los que más tiempo han estado casados.

En concreto, el INE refleja que el 31,8% de los divorcios se produjeron después de veinte años de matrimonio o más; el 22,5% entre cinco y nueve años después, el 16% entre diez y catorce años, el 15,8% entre quince y diecinueve años, el 10,5% entre dos y cuatro años y el 3,4% en menos de dos años.

Estos porcentajes revelan un fenómeno cada vez más visible en los despachos de familia: que tras ese tercio de las rupturas matrimoniales no hay reacciones irreflexivas, sino circunstancias profundamente analizadas, fruto de procesos internos prolongados y cambios sociales relevantes. Desde la Asociación Española de Abogados de Familia (AEAFA), Ramón Quintano apunta a una combinación de aspectos personales, emocionales y estructurales que desafían el modelo clásico de estabilidad conyugal en la madurez, cuando la independencia de los hijos suele ocupar uno de los primeros puestos. De esta forma, este experto apunta a «matrimonios que probablemente ya llevaban rotos un tiempo pero que esperan a que los menores crezcan para dar el paso, porque se ha modificado radicalmente el punto de cohesión familiar».

Así lo corroboran los expertos de Familey Abogados, quienes en su día a día ven muchas evoluciones personales distintas e insatisfacción prolongada en el tiempo. «Cuando los hijos ya son adultos la pareja evalúa que la continuidad de la relación ya no está centrada en la crianza, sino que gira alrededor de un proyecto de vida personal que puede ser incompatible. En estos casos, coincide con que las parejas llegan a un punto en el que sienten que han dejado de avanzar juntas y que el vínculo afectivo se ha desgastado de forma gradual pero sostenida durante años. No hay crisis explosivas, pero sí un cúmulo de desencuentros silenciosos que desembocan en una separación consciente».

Detrás de este aumento significativo de divorcios 'sénior' tampoco hay una causa concreta para Adriana Auset, cofundadora de Auset&Iglesias Abogados, sino muchas que confluyen a la vez. Si bien Auset sugiere que «es probable que la independencia laboral y económica de la mujer haya contribuido a ello significativamente». Así, en la actualidad, reflexiona esta letrada, «un divorcio no supone ningún tipo de estigmatización social ni necesariamente una ruptura significa quedarse sólo ante la atención de los hijos o de las cargas familiares, puesto que en la mayoría de los casos ambos continuarán asumiendo las responsabilidades parentales y económicas juntos. Eso, unido a la búsqueda de crecimiento personal sin que seamos tolerantes a situaciones que no nos hacen felices, ayuda al aumento estadístico».

En definitiva, concluyen desde Familey Abogados, «entendemos que el alto porcentaje de divorcios que se produce tras más de veinte años refleja cambios profundos en la sociedad y en la experiencia personal de las parejas. Se trata de rupturas deliberadas, fundamentadas en la reevaluación del vínculo tras años de convivencia, crisis silenciosas acumuladas y un entorno legal y social que permite, efectivamente, explorar nuevas vías de realización individual sin estigma».