Diálogos de Familia
«Echaba de casa a mis hijos y les decía 'lo siento, lo hago porque os quiero'»
Mariola Esteban es la autora de 'No te rindas, mamá', un libro en el que cuenta su experiencia como madre de dos adolescentes a los que tuvo que disciplinar para que no se destrozaran la vida ante ella
Antonio Ríos: «Tener un adolescente en casa es vivir con un miura de 640 kilos detrás de ti. No saques el trapo rojo»
Adolescencia, alcohol, drogas, rebeldía, peleas... Y una familia rota. Estos son algunos de los ingredientes, junto con el amor incondicional de una madre, que componen 'No te rindas, mamá' (Plataforma Editorial), de Mariola Esteban, madre de Gonzalo (16 años) y Candela ( ... 15). Los tres son los protagonistas de una historia basada en hechos reales en la que no faltan ni la Guardia Civil ni los Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid.
«Disciplinar a mis hijos fue una de las cosas más difíciles que tuve que hacer», reconoce la autora. «Como madre -continua-, mi instinto era protegerlos y cuidarlos, pero la situación había llegado a tal punto que la única forma de cuidarlos era protegiéndolos de sí mismos, de sus adicciones y de la vida que llevaban. Tuve que llamar a mi familia y pedirles que no les abrieran la puerta cuando los echaba de la mía. Dejamos de ir a comidas y reuniones familiares... Y aunque me dolió, sé que fue lo mejor para ellos».
- ¿Cómo se dio cuenta de que sus hijos estaban perdiendo el control y de que tenía que hacer algo urgente?
No te das cuenta, no sabes si es algo propio de la adolescencia o si estás teniendo un problema más grave. Las cosas suceden de manera progresiva, vas observando para ver si es la rebeldía propia de la edad, si están probando cosas por curiosidad... De repente, me di cuenta que mi hija fumaba, cuando lo odiaba; cambió los pósteres de la habitación de Hannah Montana y Winnie the Pooh por los de Bob Marley y el Che Guevara. Yo pensaba que se estaba haciendo mayor... Pero no. Como viajaba mucho por trabajo, me di cuenta de que tenía que volver a estar más ahí.
- Sus hijos fueron a varios colegios pero se quedó conmocionada cuando se enteró de que no iban a clase. Incluso Servicios Sociales se presentó en su casa...
Es verdad, aunque la cosa empezó a decaer mucho antes. Mi hija Candela iba aprobando. Gonzalo era un poco más rebelde y está diagnosticado con TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad). Cuando les cambié la primera vez a un centro que les controlaban bastante, no les gustó. De hecho, el propio colegio me invitó a sacarles de allí porque, entre otras cosas, mi hijo no les dejaba dar clase. Les cambié a otro más laxo y es ahí cuando empecé a recibir amonestaciones por parte de la Comunidad de Madrid porque mi hija menor no estaba asistiendo a clase. ¡Y yo la dejaba en el colegio todos los días!
- Menuda sorpresa...
Las aventuras que hemos vivido han sido alucinantes. Muchas veces parece ciencia ficción pero no: yo he vivido el hecho de que mis hijos pidieran a sus amigos que hicieran pis por ellos para no dar positivo en un control de tóxicos, se escapaban por la ventana, no dormían en casa... Se me caía el mundo a los pies, intentaba pedir ayuda pero di muchos palos de ciego hasta que acerté.
- Al final, uno siempre tiene la esperanza de que las cosas mejoren ¿no?
Sí, esperas a ver si se resuelve solo, a ver si es pasajero... Pero bueno, también, creo que todo pasa cuando tiene que pasar y como tiene que pasar, ni antes ni después.
«Mis hijos pedían a sus amigos que hicieran pis por ellos para no dar positivo en un control de tóxicos»
- Y ese momento llega cuando pide ayuda profesional externa y acude a Orientak, un centro especializado en adolescentes.
Hasta ese momento, la situación era espantosa. Mi hijo Gonzalo era intratable, con un TDAH con violencia... Y mi hija era muy rebelde, tanto que duró 48 horas en el internado. Ella salía y no volvía a casa ... y no sabía qué hacer hasta que en Orientak me lo dijeron. Ellos fueron los que me indicaron que tenía que denunciar a mi hija y eso es algo que ningún padre o madre se plantea. Es contra natura denunciar a un hijo.
- Cuenta en el libro un episodio muy desagradable con su hija estando ya en terapia.
Sí, me muerde y desaparece ocho días. Ella, cuando quería salir y yo le decía que no, me respondía «intenta frenarme». Y en uno de esos momentos, tuvimos una pelea: me muerde y desaparece. Pero previamente, confesó a su psicóloga que consumía drogas y que necesitaba ayuda. Esta profesional me dijo que tenía que llevar a mi hija de 15 años a un centro de desintoxicación. ¡Ostras, eso ya fueron palabras mayores!
- ¿Y cómo fue dar ese primer paso Orientak?
Tuve una entrevista de tres horas con la directora del centro. Me quité todo el sentimiento de culpabilidad porque todas las mamás que pasan por esto nos culpamos de haber hecho algo mal. Y después, me marcaron un protocolo. De hecho, nos mandaron a casa a un 'coach' para vivir con nosotros y terapeutizar también desde dentro.
Yo ya estaba totalmente dispuesta y que viniera alguien a mi casa y viera lo que yo vivía cada día fue un alivio. Les dije que Candela era un caso evidente pero les advertí que en casa tenía un problema más gordo que no se veía tan fácilmente: mi hijo Gonzalo.
- ¿Qué decisiones tuvo que tomar? Porque en el libro cuenta cosas tan duras como que si tu hijo se iba de casa, avisaba a sus padres para que tampoco le abrieran la puerta, puesto que él acudiría allí en busca de refugio.
Claro, él tenía que estar en la calle. Si dices que te vas, te vas. No vale no acatar las normas y que luego la abuela te abra la puerta. Mis padres lo pasaron también muy mal. De hecho, mi madre escribe dos capítulos del libro. Imagínate, ellos al otro lado del telefonillo con su nieto llamando y diciéndole «no te podemos abrir», llorando. Pero todos teníamos que estar a una porque cada paso que diéramos hacia atrás, suponía volver a la casilla de salida. Y todos queríamos que terminase este infierno lo antes posible.
«La psicóloga me dijo que tenía que llevar a mi hija de 15 años a un centro de desintoxicación»
Tomé decisiones muy duras y para ello me puse una coraza porque no estaba permitido ser débil. Había que ir a por todas. A mis hijos les he echado de casa. Siendo menores de edad, tuve que desescolarizarles y apuntarles a un curso mientras estaban en terapia. Si llegaban 10 minutos tarde, les mandaba un mensaje y les decía: «Hoy no vengas a dormir a casa. Lo siento, lo hago porque te quiero». Y bloqueaba el móvil para que no me llamasen ni me escribieran. Y esto era continuo.
- ¡Que duro!
Sí. De hecho, yo con mis hermanos dejé de hablarme. La gente que te quiere intenta ayudarte, pero no saben hacerlo. Te dicen: «Y tú lo que tenías que haber hecho, lo que tienes que hacer, lo que le falta a ese niño, lo que le sobra a esta niña...». Así que les dije que no se ofendieran pero que necesitaba un tiempo sin hablarles, sin escribirles... porque necesitábamos salir de la situación en la que estábamos. Mis padres me decían «no estás sola», pero sí lo estaba porque la situación con mis hijos solo la podía resolver yo. Es duro pero llega un momento en el que aceptas la situación y empiezas a tomar decisiones.
No puedes proteger a un hijo siempre. Y para mí, además, esa protección era pan para hoy y hambre para mañana. Entonces, con todo mi amor, le decía a mi hijo: «Lo hago porque te quiero. Te vas a destrozar la vida, pero no lo vas a hacer en mi casa. Si te quieres destrozar la vida, lo haces fuera».
- Para tomar esas decisiones, contaste en todo momento con Orientak.
Sí, la directora del centro me dijo «si haces lo que yo te digo, a Candela antes, pero a Gonzalo en 4-5 años, lo tienes ya encarrilado». Me arremangué y le dije, «solo tengo entre 1 y 2 años. ¿Qué tengo que hacer?».
- Y mientras tenías esta situación en casa, tenías que seguir trabajando...
Claro. Había que seguir pagando las facturas y todas las terapias de mis hijos.
- ¿Cómo es la relación hoy con Gonzalo y Candela?
Muy buena. Me encanta charlar con ellos, ir juntos al teatro, a tomar algo, hacer viajes juntos, me cuentan sus cosas... Tenemos una relación maravillosa. Y están muy bien. ¡Los dos se sacaron Bachillerato! Todo esto que nos ha sucedido, nos ha unido mucho.
«No puedes proteger a un hijo siempre»
- Mariola, ¿llega a perdonar una madre a sus hijos todo?
Sí. Cuando Candela me mordió y desapareció, la Guardia Civil me decía que tenía que denunciar el mordisco y levantar un parte de lesiones. Y yo dije que no, que solamente quería dejar constancia de lo que había sucedido. Al octavo día de su desaparición, me llamó la Guardia Civil y me dijo que al ser menor, tantos días desaparecida y que el despliegue no era el adecuado, que por favor, me fuese al centro de salud, levantase un parte de lesiones de la agresión y con él me fuera a ellos para que el despliegue fuera el máximo para encontrarla. En 12 horas, detuvieron a la niña. Hubo un juicio rápido.
La directora de Orientak me dijo que, cuando Candela volviera a casa, la abrazase. «No me sale», le contesté. «Ya lo sé, pero es lo que debes hacer», me dijo. La niña estaba en la cocina con una carita que no sabía ni dónde meterse y yo respirando hondo porque tampoco sabía qué hacer. Ella pensaba que yo no la quería. Yo le dije que esta era su casa y que sí la quería, pero que las cosas no podían ser como ella pretendía, que tenía que entender que había unas normas. Y le insistí en que ellos, mis hijos, eran lo que más quería y que siempre sería así. Nos pusimos las dos a llorar y nos fundimos en un abrazo.
A tus hijos los quieres siempre y los perdonas. Yo sabía que estaban pasando por una mala racha, que no eran malas personas. Evidentemente, no estaban yendo a por mi. Sí es verdad que la madre es la diana, pero porque saben que es la que siempre va a estar ahí. Yo a mis hijos los perdono siempre. Les quiero con toda mi alma porque aquí no hay culpables. Si te toca, te toca y te tienes que enfrentar a ello.
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- Parte de los beneficios de este libro están destinados a Orientak. Y desde la entidad, le ponen en contacto con familias que están pasando por lo que usted pasó. ¿Qué les dice?
Cuando me llaman y me cuentan cómo están sus hijos, lo que les pasa, etc. les pregunto, «Y tú, ¿cómo estás?». Sobre todo, a las madres. Las que están separadas, como yo, me dicen que están destrozadas, que no pueden más. Y las que están casadas, me cuentan que su marido es el que está fatal porque parece que a los padres les cuesta más reconocer el problema. Por tanto, les digo que ellos, además de sus hijos, tienen que tratarse para volver a recuperar el control. Los adultos tienen que sentirse empoderados y seguros de sí mismos para poder reconducir la situación.
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