Alberto, 59 años: «No podía vivir borracho, pero tampoco podía vivir sin beber»
Alberto fue presa del alcohol desde los 16 años, pero a los 44 años algo cambió su vida y no ha vuelto a dar un trago recuperándose como persona y volviendo a disfrutar de su familia
«El 54% de los padres saben que sus hijos beben alcohol, pero hacen la vista gorda»
Madrid
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Iniciar sesiónAlberto reconoce que de pequeño era retraído y le costaba relacionarse con sus compañeros de clase. En la adolescencia se dio cuenta de que cuando bebía alcohol hablaba con mayor soltura con sus amigos, «de forma más espontánea y sin sacar a relucir mis ... taras». Tenía 16 años. «En realidad no me emborrachaba, y eso que bebía más rápido que los demás para que me hiciera efecto antes e, incluso tomaba más cantidad, pero mi cuerpo lo asimilaba de forma diferente, lo toleraba mejor». El alcohol se convirtió en su compañero de viaje.
Terminó sus estudios de Bachillerato, se puso a trabajar y se casó con 22 años, no siendo consciente de que tenía un problema con el alcohol. «Poco a poco me percaté de que no solo necesitaba beber para estar con gente. Me tomaba unas cervezas a la hora de comer en el trabajo; después, al terminar la jornada laboral, unas cañas con los compañeros, y otras al llegar a casa.
Con 30 años me dí cuenta de que bebía todos los días. Y mucho. Fue un día, al escuchar por casualidad en un programa de radio una frase cuando se le abrieron los ojos de su realidad: «si piensas que estás bebiendo mucho, seguro que ya estás bebiendo demasiado». «Esa afirmación se me grabó a fuego y me ha perseguido y torturado hasta el día en que decidí dejar de ingerir bebidas alcohólicas».
Recuerda que por aquel momento estaba destrozado como persona, pero también estaba destruyendo la vida de su mujer y sus dos hijos, y eso que intentaba no beber delante de ellos. «Aún así, las discusiones, las broncas, las amenazas… eran continuas. Yo les prometía, les juraba que lo iba a dejar -estaba convencido de ello-, pero al día siguiente volvía a beber. Sentía gran resentimiento. Para conseguir silenciar y calmar todo lo que mi mente me decía a gritos necesitaba una copa… Una detrás de otra. No podía parar. Estaba enfermo y la enfermedad era más fuerte que yo. Finalmente mi mujer y yo nos separamos».
Explica que en aquellos momentos no sabía qué hacer con su vida: «no podía vivir borracho, pero tampoco podía vivir sin beber. He tenido varios infartos y he estado ingresado por ello, pero en cuanto podía mantenerme en pie me bajaba al bar del hospital a consumir alcohol. Eso no es de una persona normal. Yo mismo pensaba que estaba loco», confiesa.
Pero todo cambió el 29 de enero de 2010. Alberto tenía 46 años y esta fecha la tiene grabada en su memoria porque fue cuando dio el primer paso hacia la libertad, para dejar de sentirse presa de una droga que le dominaba cuando bebía y le torturaba cuando no daba un trago pero solo pensaba en ella. «Aquel día entré por primera vez en la Asociación de Alcohólicos Anónimos en el barrio de Usera de Madrid. Llegué allí sin demasiadas esperanzas y avergonzado por mi situación desesperada. Me encontré a un grupo de personas que según hablaba y contaba sus vivencias con el alcohol me reconocía a mí mismo. Les pasaba lo mismo que yo estaba sufriendo. Sentí comprensión al expresarme. La fortaleza del grupo, cómo se apoyaban unos a otros sin juzgar… En estas sesiones nadie te obliga a nada, ni siquiera a asistir. Aquel grupo sólo se reunía dos veces por semana, y yo esos días buscaba otros grupos en Madrid para sentirme arropado y fuerte en mi lucha por dejar de ser una persona alcohólica».
Alberto tiene hoy 59 años y no ha vuelto a beber desde aquel 29 de enero de 2010, «aunque en el camino tuve momentos muy duros y que soportar la desconfianza de mis hijos porque cada vez que entraba en casa me miraban de reojo con cara de sospecha o se acercaban para ver si olía a alcohol y les había fallado como tantas veces lo hice anteriormente cuando les prometía un 'mañana lo dejo'».
Asegura que ha rehecho su vida con otra mujer, y que no tiene resentimiento. «Tengo una vida muy normalizada y he creado mi propia empresa. Aunque es cierto que sigo en contacto con la asociación, soy un hombre libre respecto al alcohol. Puedo ir perfectamente con compañeros de trabajo, a fiestas o comidas, y no tengo, a día de hoy, la tentación de volver a beber mientras veo que otros lo hacen. He comprendido que el alcohol para mí es un veneno».
Su testimonio es un claro ejemplo de que se puede dejar de beber alcohol «por mucho que uno piense que no cuando está dominado por la enfermedad del alcoholismo. Yo he querido contar mi vivencia para que todo aquel que se encuentre en una situación desesperada como la que yo tuve, no espere más y decida pedir ayuda. Hay muchas asociaciones y organizaciones que pueden tenderles la mano para sacar a los alcohólicos, y a sus familias, del infierno. Merece la pena intentarlo y volver a tomar las riendas de la vida».
Desde Alcohólicos Anónimos, que este sábado día 10 de junio celebra su 88 aniversario en una jornada de puertas abiertas en el Hospital Universitario Ramón y Cajal (Madrid), insisten al asegurar que «hay una solución al grave problema del alcoholismo y que, aunque no es la única, a más de tres millones de personas en el mundo ya nos ha funcionado. Hemos dejado de beber y, no solo eso, sino que nuestras vidas se han transformado completamente: llevamos una vida feliz, somos libres y vivimos sin necesidad alguna de alcohol».
Aseguran que el único requisito para ser miembro de asociación es el deseo de dejar la bebida. «No se pagan derechos de admisión ni cuotas; nos mantenemos con nuestras propias contribuciones. Alcohólicos Anónimos no está afiliada a ninguna secta, religión, partido político, organización o institución alguna; no desea intervenir en controversias; no respalda ni se opone a ninguna causa. Nuestro objetivo primordial -matizan- es mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcanzar el estado de sobriedad»,
El evento del 88 aniversario, explican desde la organización, será moderado por dos alcohólicos anónimos recuperados, y otros dos miembros de la asociación quienes contarán su «Historia de Recuperación» y de cómo el programa de Alcohólicos Anónimos, no solo le ha ayudado a dejar de beber, sino a transformar su situación en una vida de sobriedad constructiva. También dará su testimonio un familiar de un alcohólico, para dar luz a cómo afecta este problema del alcoholismo a los familiares y la necesidad de recuperación que también tienen ellos para superar su propio sufrimiento.
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Al acto acudirán personalidades del ámbito de la Salud Pública Madrileña, tanto de la Comunidad como del Ayuntamiento, y será presidido por Enriqueta Ochoa Mandado, jefa de la sección de psiquiatría del hospital Ramón y Cajal y Jacobo Reguera, terapeuta de la Fundación RECAL. También asistirán, entre otras, Beatriz Mesías, subdirectora general de adicciones del ayuntamiento de Madrid; Gabriel Rubio, jefe de servicio en psiquiatría y salud mental en el hospital Doce de Octubre; Susana Alfonso, coordinadora del programa de adicciones del hospital Doce de Octubre y Antonio González, presidente de FACOMA.
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