«Hay 49 cosas que debes enseñar a tus hijos antes de los 16 años»

Adelaida Abruñedo, especialista en inteligencia emocional, liderazgo y resolución de conflictos, lamenta en esta entrevista que a los hijos se les escuche «poco y fatal» y hace una serie de propuestas para mejorar la relación con ellos y no poner solo el foco en lo que hacen mal

Mario Alonso Puig: «Todos tenemos un potencial dormido que permite lograr lo imposible. No es que lo crea, lo he visto»

Además de madre de dos niñas pequeñas, Adelaida Abruñedo es especialista en inteligencia emocional, liderazgo personal y resolución de conflictos. Le queda tiempo para gestionar su marca @Positivekids y ¡para escribir un libro! Hoy presenta '49 cosas que debes enseñar a tus hijos antes de los 16' ... que, según confiesa, es el que le hubiera gustado leer a ella para haber podido tener una vida más fácil en determinados aspectos.

Como no estaba escrito, se puso manos a la obra para ayudar a otras familias. «Pretendo anticipar de forma temprana determinados aspectos fundamentales y básicos de la vida, apoyando no sólo a padres o educadores, sino también a los mismos adolescentes para trabajar en la prevención de problemas de salud emocional. Este libro, creo que puede aliviar algo del sufrimiento que atraviesan nuestros jóvenes en su proceso de crecimiento. Algunos aspectos parecen tan simples, que no me acabo de creer cómo nadie nos los enseña mucho antes. Son cosas que no se aprenden en los colegios o institutos. En ocasiones, hay que experimentarlos de primera mano y, otras veces, contar con una información previa ayuda, o al menos facilita, la resolución de los problemas o retos que surgen, ya sea con respecto a la autoestima, las amistades, la actitud adecuada, las emociones, la vulnerabilidad, el agradecimiento, la reciprocidad, la propia valía, el verdadero éxito... y así hasta llegar a las 49 claves».

Muchos expertos se esfuerzan en darnos pautas para establecer una mejor comunicación con los hijos, pero pocos inciden en la importancia de la escucha. ¿Por qué escuchamos poco y mal a los hijos?

Lo cierto es que escuchamos poco y fatal. Algunos motivos pueden ser las prisas, el día a día tan lleno de cosas que hacer, la multitarea, múltiples preocupaciones, las distracciones constantes, las notificaciones de los dispositivos móviles, etc. Todo eso hace que no seamos capaces de mantener una atención enfocada. Nuestros hijos nos hablan y sienten que no estamos realmente presentes. Es más: cuando vienen a hablar con nosotros, habitualmente les interrumpimos, les damos consejos no solicitados o les juzgamos, por lo que ellos, al final, deciden que es mejor no contarnos nada. No sienten conexión o confianza, por lo tanto, prefieren encerrarse en su cuarto o seguir mirando su dispositivo móvil.

¿Cómo hacerlo mejor y qué ganaríamos con ello?

Tenemos que comenzar consiguiendo que se sientan escuchados. Una de las bases es estar realmente presentes, escuchar con todo el cuerpo, sin distracciones, entender el lenguaje corporal de nuestros hijos e, incluso, buscar qué necesidad real y no satisfecha existe debajo de ese portazo, ese grito o esa mirada de condescendencia que nos lanzan. A veces ni ellos mismos saben expresar lo que quieren o necesitan, y no podemos apresurar el momento. Necesitan su tiempo para organizar su pensamiento. No terminemos las frases por ellos, guardemos silencio para que puedan procesar su razonamiento y verbalizarlo finalmente. Respetemos además, que en un momento determinado necesiten espacio y se alejen o recojan. Es fundamental respetar sus tiempos y, al mismo tiempo, hacerles entender que estaremos ahí cuando estén preparados para hablarnos.

-En tu libro dedicas unas páginas a la «Teoría del coche azul». ¿En qué consiste y por qué lo destacas tanto?

Es una teoría que me encanta, y que ha ayudado a muchas personas con las que he trabajado. De una forma muy gráfica, ayuda a entender por qué a veces ponemos el foco en una cosa o en otra y cómo cambiar ese foco. A grandes rasgos, la teoría del coche azul parte de la siguiente pregunta. «¿cuántos coches azules has visto el día de hoy?». Seguro que más de uno o dos, pero no sabrías decir cuántos viste exactamente. Sin embargo, si te dieran 50 euros por cada coche azul que vieras, es muy probable que estuvieras atento y enfocado a ver muchos coches azules, ya que de eso depende ganar más o menos dinero. En el fondo, cuando existe la motivación suficiente, somos capaces de encontrar aquellas cosas que realmente son importantes, que aportan verdadero valor o nos ayudan a crecer y desarrollarnos. Lo mismo sucede en la crianza de nuestros hijos o incluso les sirve de enseñanza a ellos cuando se quejan o protestan por las cosas que suceden: dejan de ser personas pasivas y víctimas de las circunstancias y pasan a tomar las riendas de su vida, encontrando soluciones a los problemas que se encuentran.

-¿Tienden los padres sólo a poner el foco en las cosas malas de sus hijos?

Sí. Pero no sólo los padres, sino las personas en general. El cerebro no está diseñado para ser feliz, está diseñado para sobrevivir, por tanto está muy pendiente de todas aquellas cosas que ponen en riesgo su supervivencia. Está alerta a todos los peligros que pueden acechar (sean reales o no), de todas esas cosas que pueden salir mal. Pone el foco en todo lo que falta en lugar de ver todo lo bueno que tenemos. Es más sencillo ver todo lo que está mal porque supone un peligro.

Por tanto, el verdadero trabajo consiste en entrenar el foco y nuestra atención para potenciar lo que yo llamo las «gafas de mariposa», donde vemos jardines con múltiples flores llenas de polen (posibilidades), y dejar de usar las «gafas de mosca», esas por las que solamente vemos todas las porquerías y cacas de la vida (problemas, excusas o quejas). Al entrenar el foco y la atención a las cosas positivas que hacen los hijos, por ejemplo, beneficiamos la conexión y confianza en familia, promovemos una relación mucho más profunda en casa o logramos que exista una comunicación más real y honesta.

Es una inversión costosa a nivel emocional que requiere no sólo una persona que te acompañe a realizarlo de forma adecuada, sino también tiempo, dedicación y disciplina, pero sin duda merece el esfuerzo por todo el beneficio que consigue.

También dedicas una parte importante a la motivación. ¿Cómo potenciarla?

La motivación nos ayuda a trabajar por las cosas que queremos lograr. Es el motor que nos impulsa a actuar. No debería depender ni de nuestro estado de ánimo, ni del cansancio o de factores externos. Para potenciar la motivación intrínseca, (aquella que no depende de estímulos externos como el dinero, castigos o premios que nos puedan dar), sino que proviene de nuestro interior, del placer o satisfacción personal que nos provoca lograr aquello que nos proponemos, lo ideal sería tener un plan a corto, medio y largo plazo y revisar periódicamente si las acciones que ponemos en marcha nos acercan o, por el contrario, nos alejan de nuestra meta. Existen varias formas de hacerlo, puede ser a través del establecimiento correcto de objetivos, de tableros de visión, de técnicas para fomentar la disciplina y constancia, de distintas pautas valiosas que permiten hacer las cosas más importantes y estratégicas primero, etc.

La verdadera clave consiste en encontrar «eso» que permite mantenernos enfocados en la dirección adecuada, y para cada persona es algo diferente. De ahí que otra clave es el autoconocimiento: saber cómo somos, qué nos alienta, qué nos recarga de energía y buscar la manera de mantenerlo e integrarlo en nuestro día a día. Que hoy en día los adolescentes se atrevan a realizar un trabajo de introspección y descubran la persona en la que se están convirtiendo, les da un poder que les permite aceptarse tal cual son, potenciar sus diferencias o incluso dejar de depender de la aprobación externa.

Y el perdón, ¿cómo deben actuar padres e hijos después de un conflicto en el que ha habido gritos, falta de respeto y un portazo por parte de alguno de ellos? ¿Cómo dar el primer paso al acercamiento?

Pedir perdón de forma honesta y con humildad es un acto que denota mucho amor y respeto por el vínculo o la relación. Pero cuesta mucho, en especial porque los padres sentimos que nos hacemos pequeños al pedir perdón. Pensamos, de forma equivocada, que tenemos que mantener una imagen de autocontrol, seriedad o solidez y que «rebajarnos» a pedir perdón, nos arrebata.

Pero cuando reconocemos que nos hemos equivocado, que hemos gritado o perdido los papeles y hacemos propósito de enmienda, estamos enseñando que cometer errores forma parte de la vida y que podemos aprender de ellos, como enmendarlos y cómo seguir nutriendo una relación a pesar de las dificultades.

Eso sí, siempre teniendo en cuenta que la mejor forma de pedir perdón es cambiando el comportamiento. De otra forma se convierte en una trampa o emboscada: te grito y te pido perdón, te trato mal y te pido perdón, así una y otra vez. ¿Es realmente un perdón sincero? ¿Es producto de las prisas y de querer cerrar cuanto antes el tema o realmente buscamos solucionar para resolver en próximas ocasiones de una forma diferente -sin gritos u otras faltas de respeto-? ¿Qué tipo de enseñanza les estamos dejando a futuro con ese perdón tan superficial? A mí me da miedo que piensen que así es la forma correcta de pedir perdón porque, primero, pueden convertirse en personas manipuladoras o, lo que es peor, ser víctimas de personas narcisistas que se aprovechen de ese ciclo de comportamientos nocivos y con perdones vacíos.

¿Se puede aprender a discutir?

Discutir, sobre todo discutir bien, es una habilidad, y como todas las habilidades tienen una cosa magnífica y es que se entrenan. Por tanto, se puede aprender a discutir bien. Nuevamente hay que invertir tiempo en formarse si queremos utilizar todos los beneficios que puede traer una buena discusión. Nuestros hijos pueden aprender mucho en casa si aprenden a discutir bien con nosotros y es una habilidad que les servirá durante toda la vida en sus diferentes aspectos, ya sean sociales, laborales o personales.

Eso sí, hay ciertas premisas que tenemos que considerar para hacerlo. Entre otras, estaría algo que ya mencioné al comienzo: escuchar bien, para entender desde dónde nos hablan sin estar pensando en lo que vas a responder. No es un juego de devolver la pelota, sino que es cuestión de intentar empatizar y comprender las razones por las que la otra persona siente, piensa o actúa de la forma en la que lo hace. Otra consideración para discutir bien es la utilización de un lenguaje respetuoso, sin insultos o etiquetas personales; ceñirnos al asunto o problema en cuestión, sin traer a colación asuntos pasados que tiñen de una carga emocional que no propicia ni la resolución del conflicto ni del cuidado de la relación. La búsqueda de un punto intermedio que beneficie a ambas partes, ceder sin manipular para lograr un beneficio futuro o, incluso, flexibilizar podrían ser otras premisas que desarrollo mucho más en el libro.

¿Qué importancia tiene el contacto físico con los hijos? ¿Por qué se pierde según van creciendo en edad?

Cuando nuestros hijos son más pequeños, para calmarlos, reafirmarlos, o incluso para reforzar un mensaje, el contacto físico ayuda mucho ya que conecta con su parte más emocional. Un abrazo o caricia les reconforta, les transmite seguridad y bienestar. Les recuerda de forma inconsciente a cuando estaban protegidos dentro del vientre materno.

Sin embargo, a medida que vamos creciendo, ese contacto físico, mucho más primitivo, va dejando paso a la razón, a la palabra, por eso con nuestros adolescentes a veces sentimos que ese contacto quizás les incomoda.

A veces, alguna familia me dice que su adolescente no quiere que le den besos en público, que sienten como que se avergüenzan porque ya se sienten mayores; es una cuestión muy personal, puede que sea porque buscan una identidad alejada de nosotros, puede ser algo temporal o quizás mantenerse en el tiempo, puede deberse a presión de grupo o una inseguridad puntual.

En realidad, no creo que se vaya perdiendo completamente la importancia del contacto físico con la edad, sino que más bien pivote a otras maneras de crear conexión o cercanía.

Y esto teniendo en cuenta que habrá personas (niños, jóvenes o adultos) que, de forma habitual y durante toda su vida, prefieran el contacto físico como una forma primaria de mostrar amor y otras por el contrario, prefieren demostrar su afecto mediante palabras de apoyo, con detalles especiales, pasando más tiempo juntos, etc. Y es igual de válido y respetable.

¿Cuál es el secreto para mantener una actitud positiva ante una sociedad de prisas, estrés, multitareas...?

La actitud es la manera en la que estás y te presentas en el mundo. Y es algo que se elige a diario. Puedes escoger estar de mal humor todo el tiempo y quejándote por todas las cosas, pensando que sólo te pasan a ti y haciéndote la víctima, o puedes optar por tener una actitud mucho más positiva y, desde mi punto de vista, más productiva en general.

Porque sí. Es más fácil protestar, echar balones fuera y culpar al profesor, al vecino, a la suegra o al dependiente. Reconozcámoslo. Todos lo hemos hecho en mayor o menor medida en la vida. Yo la primera, pero en el fondo esto termina por desgastarnos y acabamos con una sensación de agotamiento profundo.

Sería muy ingenuo por mi parte decir que tener una actitud positiva no cuesta. Se trata de una elección constante y, al principio, cuando no estamos acostumbrados, es más complicado. Cuesta preferir ver lo bueno de las personas, cuesta ver la luz cuando te rodea una enfermedad grave, cuesta sentir felicidad cuando parece que el mundo alrededor se derrumba y, sin embargo, mantener una actitud positiva, es lo que nos da esperanza para continuar, para creer que todavía no es el fin, que podemos sobreponernos de las pérdidas, de transitar el dolor de una forma adecuada, y que hasta el último momento siempre hay una posibilidad.

Una vez que eliges presentarte al mundo con esta actitud, se convierte en un hábito y es cada vez más fácil. En el fondo es un círculo virtuoso, cuando más actitud positiva tengas, más foco en lo positivo y, por tanto, más bienestar.

Aspectos que nos pueden ayudar pueden ser rodearnos de personas que nos inspiran o favorecen nuestro crecimiento, encontrar el propósito real a lo que hacemos, reconocer que podemos aprender de los fracasos, tener espacios a diario para recargar nuestras pilas o, incluso, aceptar que hay cosas que no dependen de nosotros y, por tanto, no podemos controlar.

En tu libro das 49 claves y dices que posiblemente tengas que hacer una segunda parte para seguir comentando aquellas que son importantes pero, aún así, qué tres aspectos son los que nunca, nunca, debemos pasar por alto y hay que poner en práctica para una buena convivencia y mejor desarrollo de los hijos?

Si tuviera que priorizar te diría que, en primer lugar, amáramos a los hijos que tenemos y no a los que hubiéramos querido tener. Aceptarles tal cual son, es el mayor regalo que le podemos hacer a su autoestima, quererles con sus errores, sus fallos y también con todas sus virtudes, que son muchas, si aprendemos a verlas. Eso es el verdadero amor incondicional, que no depende de nada de lo que hagan o sean.

La segunda clave o aspecto al que le daría mucha importancia sería mostrarnos vulnerables. Nada genera tanta desconexión como tener al lado a una persona que cree que todo lo sabe. Cuando los padres actuamos creyendo que sabemos todo y siempre tenemos la razón, implica que no apreciamos lo que nuestros hijos pueden aportar; les hacemos sentir que su punto de vista no sirve, sienten que no son suficiente o que no son importantes. Es un duro golpe para su autoestima y es fundamental que aprendan a quererse como son y trabajar, si lo consideran necesario, para mejorar aspectos que probablemente tengan que pulir.

Y por último, cuidar mucho cómo les hablamos. Nuestra voz se convierte en su voz interior a futuro.

Cuando les criticamos constantemente, cuando les etiquetamos de vagos o irresponsables, cuando no creemos que son capaces de lograr algo, ellos a futuro escucharán esa voz que no les ayuda en situaciones comprometidas. Si, por el contrario, les hablamos alentándoles, haciéndoles creer que son valiosos por el mero hecho de existir o creyendo en ellos, cuando en un futuro afronten situaciones peliagudas, su voz interior les hará creer que pueden superar la adversidad, será una voz que les empodera y les ayuda a buscar lo positivo de las situaciones. Esto es un aspecto que va a proteger su salud emocional y fomentará su resiliencia.

En el fondo, y para resumir, creo que todo lo comentado va encaminado a una disyuntiva: Si tus hijos tuvieran un problema ¿qué te gustaría que sucediera? que pensaran «si mi madre o padre se enteran de esto, me van a matar» o, por el contrario, que pensaran, «Voy a contarle esto a papá o mamá, porque sé que me entenderán». Esto es lo que realmente marca la diferencia en vuestra relación.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Sobre el autor Laura Peraita

En ABC desde 1994 como periodista de formación, empresa, motor. Desde 2011 al frente de ABC Familia, donde escribo y modero debates de lo más importante en la vida: nuestros peques, parejas y mayores.

Ver comentarios