Sin usar metáforas ni ocultar el dolor: así hay que explicar a los niños la muerte de un ser querido
Varios psicólogos especializados en duelo explican cómo ayudar a los niños a superar, en este año maldito, estas ausencias
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Iniciar sesiónMuchos padres se resisten a llevar a sus hijos a hospitales o entierros. Tratan de ocultar ante ellos su propia tristeza por el fallecimiento de un ser querido y buscan suavizar la forma de comunicarles la noticia con eufemismos como «Ya no está» o «Te ... ve desde el cielo». Todas estas estrategias, tan frecuentes como erróneas, convierten la muerte prácticamente en un tabú. Sin embargo, la pandemia ha obligado en el último año a miles de familias a enfrentarse al «gran olvidado»: el duelo infantil.
«Es curioso, porque en el mundo infantil la muerte está muy presente, como en las películas de Disney. Somos los adultos los que tapamos estas cuestiones desagradables. Los eufemismos tienen más que ver con la tanatofobia de los mayores. Una de las claves a la hora de acompañar a los niños es que estos temas no sean un tabú para ellos », plantea José González, psicólogo especializado en estas terapias y autor de ‘El duelo. Crecer en la pérdida’. «A veces, los más pequeños no han sido introducidos en el concepto de la muerte. Falta ese trabajo previo que se puede hacer también desde las escuelas, porque todos, tarde o temprano, pasaremos un proceso de duelo», apunta Patricia Díaz, psicóloga experta en duelo infanto-juvenil de la Fundación Mario Losantos del Campo, que edita una guía práctica para ayudar a los padres a responder esa primera gran pregunta: qué contarles y cómo hacerlo. También Funespaña acaba de publicar tres relatos para explicarles el ciclo de la vida.
«Tienen que entender que la muerte es universal , irreversible y que tiene una causa física. Hay que explicarles que enfermedad no es sinónimo de muerte, ya que de otra forma pueden desarrollar miedos. Hay que hablarles con naturalidad y honestidad, porque la ambigüedad les genera más angustia. Es importante que sientan que tienen el tiempo y el espacio necesario para preguntar y expresar sus emociones. Nosotros tenemos que hacer lo mismo, porque somos su modelo. No pasa nada si nuestros hijos nos ven llorar », señala González.
El Covid-19, reconocen ambos expertos, ha dificultado la realización de una serie de rituales (funerales, despedidas...) que ayudan a digerir ese duelo. «La muerte tiene un impacto menor si se puede ver o prever. En estos meses de encierro, muchos menores se pueden quedar afectados al ver que, de repente, su abuelo ya no está», afirma Díaz.
Cuentos y recuerdos
En general, los psicólogos aprecian que en el último año ha habido un creciente interés en terapias relacionadas con el duelo, si bien destacan que los datos globales de 2020 no son significativos porque muchos centros estuvieron meses cerrados. En la fundación Mario Losantos del Campo, por ejemplo, valoraron el pasado mes de marzo a 17 personas, seis más que en el mismo periodo de 2019. Hace un año, su actividad presencial estaba cerrada temporalmente.
«Alrededor del 30% de las peticiones de ayuda que recibimos tienen que ver con menores . Tratar con ellos suele ser fácil. En las terapias, normalmente individuales, usamos cuentos, ejercicios simbólicos y también cajas de recuerdos», apunta la experta de la fundación Mario Losantos del Campo, que cree también que los niños deben volver cuanto antes a sus rutinas. De hecho, esa transición tan natural y rápida que hacen los niños de la tristeza al juego, señala González, en ellos es síntoma de salud, al contrario de lo que ocurre con los adultos. «Es difícil que un duelo infantil se complique, pero aún así hay que vigilar que no hay una bajada brusca del rendimiento académico, peor humor , si abandonan su vida...», insiste su compañera.
Eso es precisamente lo que le ocurrió hace unos años a Andrea, que tuvo que enfrentarse al fallecimiento de su mejor amiga en circunstancias traumáticas cuando ambas eran solo unas adolescentes. «Mi vida dio un giro total, un parón, y dejé de interesarme por mí, no me cuidaba. Pensaba las 24 horas del día en lo que había pasado», asume. La terapia, relata, le ayudó a descubrir que hasta entonces no había entendido lo que implica la muerte. Poco a poco lo fue aceptando: «Y lo que aprendí entonces me ha ayudado hasta hoy. Es muy necesario».
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