Hazte premium Hazte premium

«Mostrar sentimientos por la pérdida de un ser querido es avergonzante para muchas personas»

Según José Carlos Bermejo, director del Centro de Humanización de la Salud, asegura que tras una muerte cercana no hay que resignarse, sino «reinventarse»

Laura Peraita

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Como director general del Centro de Humanización de la Salud , José Carlos Bermejo está acostumbrado a lidiar con la muerte de los pacientes que están en cuidados paliativos y, al mismo tiempo, a dar consuelo a los seres queridos que viven con gran angustia la última fase vital de sus familiares. Asegura que la pérdida de un ser querido constituye una de las experiencias más intensas que los seres humanos atravesamos en nuestra vida. «Nos duele en función de la naturaleza y el vínculo que manteníamos con él».

Por el hecho de considerarse un hecho «natural» asistir al fallecimiento de un padre o madre, ¿se supone que uno está más preparado para superar la pérdida?

–Cabe esperar, desde un punto de vista de «normalidad sociológica» que perdamos más a los padres que a los hijos. Por eso se dice que la pérdida de hijos no tiene nombre y es fácilmente un duelo complicado. Esto no quiere decir que la «naturalidad» con la que pensamos que hemos de vivir la pérdida de los padres sea un analgésico que elimina el dolor. El sufrimiento que experimentamos cuando mueren es diferente para cada quien. En principio, la variable fundamental que determina cómo vivimos el dolor es el vínculo que manteníamos con el mismo. No es lo mismo un vínculo lejano, abandonado, que un vínculo de proximidad, o que haber mantenido mucho tiempo una relación de cuidado que ha definido la identidad de uno mismo, que haberlo perdido después de cuidarlo bien (o mal), haber padecido Alzhéimer, haber sufrido una enfermedad prolongada, etc.

El modo como nuestro ser querido –padre o madre– fallece, influye en la elaboración del dolor. Morir después de haber cerrado la relación, agradeciendo, pidiendo perdón, dejándose cuidar, cultivando sanas relaciones, protege de la complicación. Morir en un entorno de control de síntomas adecuado, de soporte emocional y espiritual correcto, protege de la complicación. Lo contrario aumenta el sufrimiento que habría sido evitable.

¿Cuáles son los sentimientos habituales en una persona adulta ante esta pérdida?

–Sin duda, el duelo suele cursar con abajamiento del ánimo, con tristeza. Pero es frecuente que nos encontremos también con rabia e impotencia por no haber podido evitar algo tan severo para aquel a quien queremos. No faltará quien experimente que no es digno tener que pasar por esto que también «lleva tiempo» (el proceso de morir). El sentimiento de culpa ocupa un lugar muy relevante en la experiencia del duelo. Hay una culpa racional y proporcionada, relacionada con aquello que no se hizo bien o suficientemente bien, según la propia conciencia, o directamente aquello que se hizo mal.

También hay una culpa irracional que, en algunos casos, puede cumplir una función adaptativa y de autoempoderamiento y en otras es fuente de sufrimiento inútil. Estos sentimientos de culpa deben ser explorados para comprender lo que significan y acompañar a las personas a hacer el camino necesario de sanación. En principio, estos sentimientos son ecos normales dentro del proceso adaptativo del duelo. No obstante, cuando son tan intensos que impiden una vida normalizada, pueden ser alertas para que la persona pida ayuda profesional. En otras ocasiones, el mundo emocional es ambiguo: por un lado se siente cierto agradecimiento, descanso... por lo largo que ha sido el proceso; por otra parte, dolor...

¿Por qué es tan difícil mostrar o expresar este tipo de dolor?

–Algunas personas experimentan pudor al manifestar los sentimientos que produce la pérdida de un ser querido, como si fuera una cuestión avergonzante o de bajeza ética. Cada vez más vamos creciendo colectivamente y considerando que todo ser humano tiene derecho a sentir y licencia para expresar asertivamente lo que siente. Resquicios de machismo pueden reforzar la idea de que los hombres tienen menos permiso social para expresar los sentimientos, aunque estos aspectos van siendo superados progresivamente.

¿Cuáles serían sus recomendaciones para superar este tipo de duelo?

Tras toda pérdida hay que realizar un proceso de trabajo o elaboración del duelo. De alguna manera hay que reinventarse. Antiguamente se decía con naturalidad que se trataba de resignarse. Hoy sentimos que la resignación evoca una actitud pasiva y pensamos que es más correcto hablar en estos términos. El ideal es buscar elementos que refuercen la resiliencia; es decir, la capacidad de crecer con ocasión de las pérdidas. Crecer a nivel humano, ético, interiorizar actitudes de agradecimiento, de vida solidaria, de aprovechamiento de la vida justamente por tomar conciencia de que es limitada.

Compartir los sentimientos, expresar las necesidades, pedir ayuda cuando el duelo se complica, son recomendaciones para realizar este proceso. La ayuda necesaria no es siempre farmacológica (puede llegar a serlo), sino más bien relacional. Los mejores recursos son los personales (cognitivos, relacionales, espirituales...), pero también los recursos sociales son importantes, puesto que cada vez hay más interés por el tema del duelo y se han generado servicios especializados de acompañamiento. Leer sobre el tema es una posibilidad que contribuye a normalizar las reacciones y sentirse comprendido. Vivir el dinamismo espiritual, particularmente para los creyentes es una posibilidad saludable para zurcir los rotos que se producen en el corazón durante el duelo.

Han surgido, al respecto, más de treinta Centros de Escucha en España, muchos de ellos llamados «San Camilo», especializados en acompañar en el duelo. Cultivar la esperanza es un desafío para la humanidad. La esperanza es la que nos salva. Tiene diferentes apellidos y va tomando uno u otro según los momentos en que cada uno se encuentra. Se traduce en confianza, en asignación de significado, en trascendencia, en apoyo en alguien y algo que deje fuera el vacío y dé paso a la vida con sabor, a pesar del dolor. Sin esperanza no se puede vivir.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación