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miedos infantiles

«Mamá, ¿hay un monstruo bajo mi cama?»

Para que afronten sus miedos no hay que sobreprotegerlos, pues eso impedirá que venzan los momentos más difíciles

laura peraita

Monstruos, fantasmas, brujas, habitaciones oscuras, ruidos extraños, la soledad, las tormentas... Los miedos suelen aparecer entre los dos años y medio y los tres y son frecuentes hasta los 7-8 años , «etapa en la que el niño comienza a tener una mayor capacidad de raciocinio y comprende las explicaciones que le dan los adultos, dejando de lado la fuerza de la imaginación que antes le empujaba a tener miedo», asegura Josep Cornellá, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría (AEP).

Pero hasta que llega ese momento, y mientras los más pequeños descubren las sensaciones que produce el miedo, los especialistas recomiendan que los padres tengan en cuenta que el miedo es normal, útil y necesario «puesto que cumple una función adaptativa que protege al ser humano de los peligros y le ayuda a tomar medidas para minimizarlos », tal y como apunta Josep Cornellá. Aún así, los padres tienden a preocuparse al ver a sus hijos atemorizados. Lo primero que deben hacer es mantener la calma y no reaccionar como si hubiera una tragedia. Los padres siempre son un modelo para el niño y si ve comportamientos de gran preocupación en ellos, él los interiorizará y se comportará del mismo modo en el futuro. Pero la solución tampoco está en el otro extremo: no hay que sobreprotegerlos puesto que esta actitud favorece que el niño no se enfrente a las dificultades.

Según Beatriz Sanz Herrero, psicóloga clínica del Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid , es fundamental que los padres reconozcan sus propios temores (los que sienten como adultos o los que tuvieron siendo niños) y no se alarmen ante los miedos de sus hijos. «Se trata de que el niño pueda sentirse más seguro y logre reconocer e integrar sus propias emociones. Por ello, debe enfrentarse progresivamente a sus dificultades porque la conducta de evitación fortalece el miedo y facilita el mantenimiento del cuadro».

Por este motivo, recomienda hablar abiertamente del miedo, reconocer que es algo real e importante para el niño; mantener una actitud tranquila y transmitir seguridad. Hablar de cómo uno pudo sentirse en una situación parecida, considerarlo algo normal y plantear cómo ellos mismos pudieron superarlo. Los padres no deben burlarse nunca de los temores ni adaptar las rutinas familiares a la dificultad del niño. «Si la ansiedad inicial o el temor desaparecen evitando las situaciones, el niño no logra poner en juego sus propios recursos y a medio plazo pierde oportunidades».

Si teme la oscuridad, no se puede pretender que lo supere de inmediato

Sergi Banús, psicólogo clínico infantil de Psicodiagnósis, añade que tampoco hay que forzar al niño a efectuar aquellas conductas que teme. Propone en cambio trazar un plan para crear aproximaciones sucesivas. Por ejemplo, si un niño teme a la oscuridad, no se puede pretender que lo supere inmediatamente por mucho que se intente razonar con él. Es mejor optar por estar en diferentes habitaciones con distintos grados de iluminación hasta llegar a la oscuridad total para que el niño vaya progresando. Tras permanecer un determinado tiempo en una de estas habitaciones se le puede compensar con algún premio o con alguna acción de su agrado para reforzar su actitud. «El próximo día probaremos en otra un poco más oscura ?añade Sergi Banús?. Hay que avanzar paulatinamente. No dar importancia a los retrocesos y celebrar los pequeños pasos. La solución a los miedos no es evitarlos, sino enfrentarse a ellos. Sin embargo, en el caso de los niños, hay que hacerlo con calma y con mucho sentido común. Utilice el juego y la imaginación», matiza.

Otra forma muy eficaz de actuar es mediante lo que el doctor Banús denomina como el modelado. «Uno de los padres puede efectuar la conducta temida -por ejemplo, estar en la habitación a oscuras- para demostrar a su hijo que no sucede nada malo. No obstante, el modelado es más eficaz cuando el modelo es de la misma edad del niño -matiza-. Las terapias realizadas en grupo de igual edad para exponerse a los estímulos temidos (oscuridad, animales, etc.) han resultado muy eficaces en niños».

Influencia del ambiente familiar

Los especialistas en la materia destacan que el ambiente familiar afecta directamente sobre los miedos del niño. Si existe un ambiente estable y los padres marcan unas pautas educativas estables, no mantienen discusiones... será más probable que los pequeños se sientan más seguros. En ocasiones, los miedos pueden afectar al propio desarrollo normal de la actividad del niño convirtiéndose en una fobia . ¿Cómo pueden distinguir los padres entre el miedo y la fobia? «En aquellos casos en los que la respuesta al miedo es claramente desproporcionada a la situación que la desencadena, cuando no son específicos de una edad determinada y tienen una larga duración o si interfieren considerablemente en la vida del niño ?señala Beatriz Sanz?.

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