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«A los grupos de WhatsApp de madres los carga el diablo»

Héctor Castiñeira, o más bien «Mamá saturada», pone un toque de humor a la maternidad

Héctor Castiñeira NACHO TRUEBA

MÓNICA SETIÉN

«Mamá Saturada, desayuno con lactantes» (Ediciones Martínez Roca, 2017) es un libro de humor. Que nadie espere un tratado de maternidad o consejos para criar niños. Es la historia de Tere Antúnez, una maestra de primaria que, con dos hijos a sus espaldas y un marido (que casi no sale), va contando el día a día de su familia, sus peripecias y desventuras siempre sacando una sonrisa. Pero, ¿quién está detrás de Tere? Pues sorprendentemente, un hombre: Héctor Castiñeira, enfermero de profesión y de vocación y también la voz detrás de otra mujer: Enfermera saturada.

El autor cuenta con mucha gracia que este libro era «una necesidad. En mi profesión estoy rodeado de mujeres que, en los momentos de charla, cuentan su vida, sus cosas, su relación con los hijos, sus problemas... y acabas sintiéndote “una más” ...».

Este enfermero cuenta que «escribir como mujer es complicado, aunque tenía el precedente de Enfermera Saturada, y este libro fue un paso más. El tema, en realidad, me vino rodado . Trabajando en un hospital, en el área de pediatría, con las mamás, sobre todo las primerizas que venían porque el niño había tosido o tenía mocos... era muy fácil encontrar cosas de las que escribir».

Castiñeira, además, explica que «también lo empecé a ver en mi casa. Mi hermana tuvo un niño, que ahora tiene año y medio, y, viéndolo, te das cuenta de las cosas más peregrinas . Me dije que tenía que contárselo al mundo, de alguna manera y ponerle un poco de humor porque los padres y sobre todo las madres se agobian mucho con todo, y creo si sobrevivimos como especie hasta hoy en día, sin cosas raras, solo escuchando a las abuelas y aplicando el sentido común, criar un bebé no debe ser tan complicado».

Pero no solo se ha nutrido de las experiencias familiares. «He hablado con infinidad de madres: mis compañeras enfermeras que también son madres y con progenitoras en el hospital que te cuentan sus problemas y todas esas anécdotas que les pasan con los niños. A mí, el material me lo proporcionan mis compañeras. Creo que seguiré escribiendo sobre mujeres. Porque me integran ellas mismas en sus conversaciones».

Entre las anécdotas que narra el autor se nota que le ha impactado mucho la música que suena para los pequeños: « Una de las torturas que deben soportar las madres son las canciones infantiles , de las que ahora hay infinidad y además suenan en bucle machaconamente. Pero lo peor son los Cantajuegos; sé de madres que después de dejar a los niños en el colegio, han seguido escuchándoles por inercia». Además, pregunta, «¿Os habéis dado cuenta que hay uno que no canta nunca? Es el buenorro que va ceñido y debe ser para entretener a las madres», explica con una sonrisa picarona.

Otra de las situaciones que hacen sonreír es la gestión de los grupos de WhatsApp: «Se crean con buena intención, pero los carga el diablo. Empiezas con el grupo de madres de preparación al parto y de allí hasta el infinito y más allá... Te meten en uno y llega un momento en que las madres que tienen más tiempo empiezan a poner más cosas y a lanzarse cuchillos unas a otras... Y entonces se plantean unos dilemas tremendos: si salgo de aquí, malo, si digo algo, peor. Entonces optas por quedarte y aguantar el chaparrón intentando pasar lo más desapercibida posible y silenciando el grupo».

Castiñeira concluye afirmando categóricamente que «admiro a las madres, sobre todo a las que trabajan fuera de casa y tienen muchísimas trabas. A veces no hay colaboración por parte de los hombres. Hace falta más implicación por parte de los padres y de la sociedad para facilitar el proceso de la maternidad».

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