«Es fundamental no perder nunca el contacto físico con tu hijo, ni en la adolescencia»

La distancia física genera distancia emocional, advierte la psicóloga María Luisa Ferrerós, autora del libro «Dame la mano»

Por la consulta de la psicóloga María Luisa Ferrreros, autora del libro «Dame la mano», pasan todos aquellos familiares que giran en torno al niño: desde el hijo pequeño o ya adolescente, hasta los padres, y los abuelos, muchas veces cuando los progenitores han dejado ... de ser pareja. Y muchas veces con dudas sorprendentes.

Ferreros, que recientemente ha publicado el libro «Dame la mano» , asegura que «la presión social por ser padres perfectos hace que hoy en día surjan dudas sorprendentes. ¿Cómo lo hago? ¿Cómo conecto? ¿Cómo sé que esto es importante? ¿Cuándo me tengo que preocupar? Todo eso no fluye de forma natural . Creo que el motivo es que hay poca conexión con uno mismo o con lo que uno siente. Si tú estás mínimamente conectado con el niño, tienes esos vínculos afectivos correctamente creados, tendrías que advertir estas cosas sin tenerte que parar a pensar. Si existe esa conexión, enseguida te das cuenta de que algo no funciona. Hay poco tiempo para pararnos a pensar, vamos muy rápido, y no nos conectamos con cómo sentimos».para descubrir cómo conectar con tus hijos para que estos crezcan seguros y felices «basta con conectar primero con uno mismo y ponerse en la piel del niño o del adolescente que también fuimos» .

¿Qué cosas ve usted que le han llamado últimamente la atención y que ve a menudo?

Un padre el otro dia me decía: « vivo en una familia, tengo tres hijos, y puedo estar tres días en casa sin ver a nadie . Están por aquí,pero no coincidimos. Ni comemos juntos, Ni compartimos una película, ni comemos juntos. Ellos se cogen un bocadillo, una pizza, y se meten en su habitación.… No nos hemos visto tampoco en el confinamiento. Cuando te los cruzas te dicen hola y adiós si tienes suerte.

¿Qué se puede hacer para que una relación familiar no llegue a un punto de no retorno, como este que cuenta?

Hay que esforzarse, implicarse, y un buen día decir: «hasta aquí he llegado»'. En ese momento se hace un cambio pero para eso te has de planificar. Para entendernos, todo esto pasa por una avería casual del wifi, por ejemplo. Si no, es muy difícil. Hay que hacer el esfuerzo de no apalancarse y a partir de ese momento, hay que decir: “en esta casa cenamos todos a las ocho”. Los progenitores deben ser capaces de generar ese punto de contacto. Las familias tienen que hablar, mirarse a la cara…

Es una forma de recordarles a los padres que tienen responsabilidad en este sentido de buscar y fomentar puntos de encuentro, ¿no?

Tengo muy claro que si tu haces el esfuerzo al final ellos también se enganchan, porque siempre prefieren el contacto personal, aunque muchas veces se escondan detrás de las pantallas. El padre y la madre tienen que proponer, bien sea un juego de mesa (el Rumy, el Monopoly), un picnic en el campo durante un fin de semana sin conexión… A la mínima que el adulto muestra intención de no hacer un interrogatorio, sino de hablar de tú a tú, de contarles lo que te ha pasado a ti en el despacho, si has tenido «un desencuentro con tal…», «no me he podido concentrar por no sé qué»... Lo que sea, pero que vean que tú también tienes una vida. Los padres deben empezar a hablar. Si esperan a que ellos lo hagan, es más difícil. Aunque lo ideal para esto es proponer un tema de antemano que sepas que los menores se van a enganchar. Hay que «picar piedra» un poco. El primer día no te hacen caso, el segundo pueden incluso decir: «qué pesado», pero luego van entrando. Ser un padre proactivo es fundamental.

En esa distancia con los hijos, otra cosa que se pierde, a parte de la comunicación, es el contacto, la piel…

Es fundamental no perder en ningún momento el contacto de piel con tu hijo. La distancia física genera una distancia emocional. En el momento que tu te distancias físicamente estás poniendo una barrera. Luego es como atravesar un abismo. Aunque te digan que pesada, siempre puedes rascar unas cosquillas, una caricia en el pelo, un beso furtivo, algo… Primero hacen ver que lo rechazan, pero luego se dejan y quieren más. primero hay un cierto rechazo sobre todo verbal, te sueltan el «¡Ay que plasta eres, ya soy mayor!», pero no se van. Se quedan ahí y se dejan. Aunque digan algo, tú tienes que aprovechar para darle un besito en el cuello, para abrazarlo… El niño no se mueve, eso quiere decir que él está reclamando tu atención.

¿Mejor utilizar el arma del contacto físico que las palabras?

El gran problema es que la comunicación verbal siempre distorsiona los sentimientos, y al fin decimos lo contrario de lo que queremos por orgullo. A veces te dicen: «pero tú no me quieres…» y tú contestas: «pero cómo no te voy a querer». Empiezas a hablar y al final acabas diciendo tonterías. Esto pasa a veces incluso con las parejas. Mantienes el enfado 200 horas y acabas generando distancia física. Hay mucha discrepancia entre lo verbal y lo emocional. Mi recomendación es que nunca discutas ni entres en discusión verbal y dialéctica ni en persona, ni por whatsapp con las personas que quieres. Es mejor decir «no estoy de acuerdo con esto» , y con eso estás diciendo todo. No hace falta que digas más, es mucho mejor demostrar las cosas con hechos.

Otra recomendación es la de que los padres sean consecuentes y mantengan el NO, pero sin gritar.

Hay que ser firme, y además gritar no sirve para mucho. Sencillamente le dices al niño: «esto ahora no toca». No me voy a enfadar, ni a montar el pollo, porque entonces el niño ya no sabe si le estás poniendo un límite o es que ya no le quieres. Los hombres son mejores a la hora de poner límites, porque ellos no ponen la carga emocional que pone la mujer y que luego los pequeños aprovechan para poner chantajes emocionales, porque nosotras les damos pie.

Si el niño da un portazo porque está enfadado... ¿Qué hacemos?

Esto tiene que ver con poner límites territoriales. Si da un portazo, te está diciendo: «no estoy de acuerdo». Le puedes decir: «si no estás de acuerdo, lo podemos hablar en otro momento. La próxima vez, me lo explicas pero no castigues a la puerta».

¿Qué es y cómo se generan los vínculos, tan importantes en la crianza de un niño?

Se puede hacer de dos maneras. Una, cuando tú estableces un apego seguro con el niño, o cuando estableces un vínculo inseguro. En este último caso, el niño depende de ti, porque no le has dado esa seguridad de explorar sin que tú estés necesariamente siempre ahí. En cambio, cuando tú estableces un buen vínculo, el pequeño se siente seguro para poder explorar ese contorno. Y si tiene un problema, te busca con la mirada. El vínculo es algo invisible que tú sientes y te ayuda a interpretar al niño. Solo mirándolo ya sabes si está nervioso. Cuando no sabes interpretar a tu hijo es porque no has establecido ese vínculo, o que te has desconectado en algún momento.

¿Cómo se establece ese vínculo de una forma correcta?

Para establecer un vínculo tienes que priorizar el interés del niño por encima del tuyo durante los tres primeros años de vida. Tienes que dejar un poco atrás todas tus cosas y que lo más importante sea darle al niño esa seguridad, esa protección, ese darle la mano para que empiece a andar… Se trata de prepararlo para que luego pueda funcionar en la vida. Lo que ocurre es que hay unas cosas estereotipadas al respecto. La gente piensa que es que tiene que bañar y leer un cuento todas las noches y que eso implica que luego tengas el vínculo. Y no va por lo que haces, sino por lo que tú transmites a tu hijo .

Es mucho más importante que cuando estás con él y, por ejemplo, juegas a lo que sea, ha de ser algo que a ti te guste. Si no te gusta contar cuentos. no pasa nada, haz magdalenas, pinta o canta con el niño. Lo que has de hacer es compartir algo que a ti te emocione con tu hijo, para que ese momento que te encuentras con el niño, estés agusto. Eso es lo que genera el vínculo. Mientras que si tú estás con él pensando en tu agenda, en tus cosas, en acabar rápido el cuento o en cumplir la «check list» para ser la mejor madre, no sirve para nada. El niño nota si estás o no estás.

Podemos hacer muchas cosas con el niño sin estar ahí. Pongo el caso del niño que está en el parque y el padre o la madre que no está para nada implicado en lo que está haciendo el niño. Esto le pasa a muchos padres. Hay que parar de ver que estamos haciendo mal, qué cosa pasa aquí que no me siento conectado. Y lo más importante para vincularse no es la parte verbal, sino los gestos, las caricias... En definitiva, la piel, eso es lo que realmente construye la relación.

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