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La fórmula infalible para repartir tareas en Navidad (y el resto del año)

Varios expertos nos dan sus consejos sobre cómo compartir responsabilidades con el resto de miembros de la familia

Carlota Fominaya

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¿Sientes antes de empezar que la Navidad está pudiendo contigo? ¿Que tienes ante ti un número excesivo de demandas que solo de pensarlas te agota? ¿Tienes más estrés familiar estas fechas que durante la presentación de resultados de tu empresa? No eres el único.

Imaginemos, propone Rafael San Román, psicólogo de la plataforma Ifeel , «a alguien que tiene que hacer frente a más compromisos de los que desea o puede atender sin agotarse, tiene que hacer malabares para cuadrar las vacaciones de los niños con su actividad profesional (las vacaciones de los niños y adultos no siempre coinciden y eso puede ser un desafío cuya resolución desgaste a las personas), quizá pidiendo favores en la oficina o en casa de los abuelos; además tiene que comprar regalos pero siente que le está pillando el toro y tiene “contados” los ratos para ello, porque tiene otras cosas que resolver».

Si a eso, prosigue este experto, «añadimos dificultades económicas, problemas de salud, pérdidas recientes, se añaden estresores… Si esta sobrecarga no se maneja exitosamente el resultado dependerá de cada caso pero podemos pensar en mal humor, mala calidad del sueño, sensación de inadecuación (“no soy capaz de llegar a todo”, “todo el mundo parece estar disfrutando menos yo”, “me esfuerzo por tener el mejor talante/espíritu navideño y no lo consigo”), fatiga, etc. por poner solo algunos ejemplos».

En la corresponsabilidad está la clave

¿Cómo hacer para repartir juego y responsabilidades entre todos los miembros de la familia y que no recaiga exclusivamente en una sola figura? Casi todos los expertos consultados coinciden en el mismo punto. Si quieres que tu familia colabore, deja de lamentar tu suerte, y pasa a la acción.

Porque a veces, lo único que ocurre, indica Xavi Savin, psicólogo general sanitario y experto de psicología en el trabajo, «es que, simplemente, no sabemos pedir las cosas» . «Solemos pedir “emociones”, “actitudes” o, directamente, expresamos “reproches” que la otra persona no llega a entender. Porque si yo te digo "no me prestas atención", el otro a lo mejor solo te hace compañía y mira, cuando tú en realidad lo que quieres es que te rehoge la verdura. Por tanto, solicitemos una conducta concreta, y hagámoslo de una manera directa. Puede ser que no nos hagan caso, ¡pero nos entienden seguro!».

Lo corrobora Rafael San Román: «comunicación abierta sobre qué necesidades hay y cuál es la mejor manera de satisfacerlas sin que ninguno se queme más de la cuenta. En confianza, ser capaces de decirle al otro "no soporto limpiar el baño, ¿te importa hacerlo tú? A cambio yo me ocuparé de la aspiradora, la lavadora y la plancha” o, “soy incapaz de bajar la basura, pero me comprometo a limpiar el polvo cada día”. Compromiso, formalidad, cumplir los acuerdos a los que se ha llegado sobre el reparto».

Pero no es solo lo que hacemos y decimos explícitamente, recuerda el experto de Ifeel, «es toda la actitud, aquello que consentimos, aquello de lo que nuestra vida particular es ejemplo. Muchas veces es siempre la misma persona se ocupe de las mismas tareas -o de todo- porque no permite que los otros colaboren)». Otras veces, añade la psicóloga Rocío García Torres , doctora en Psicología y terapeuta de Familia y de pareja de la Universidad Villanueva , «porque desconfiamos de las habilidades de los demás, y nos cargamos con la responsabilidad porque…“¿quién las va a hacer mejor que yo, si madre no hay más que una?”... Demos espacio a los demás miembros de la familia y dejemos de ponernos la zancadilla».

De esta forma, añade San Román, y «sin ser cuadriculados, intentemos hacer un reparto que no solo es equitativo si cada uno hace el mismo número de tareas, sino si cada uno asume una cantidad equitativa de responsabilidad, dificultad y gravosidad de tareas. Y, ¿cómo se consigue eso? Hablando abiertamente sobre quién es mejor que quién en cada cosa y también sobre qué le es demasiado desagradable a cada uno, para que se tenga en cuenta en el reparto».

La cuestión, concluye Rocío García Torres, es no atarscarse. «Esa es una herramienta terapéutica muy importante. Todavía quedan unos días para la cena de Nochebuena y la comida de Navidad. Cojamos un papel y un lápiz, y escribamos nuestros objetivos. Todavía estamos a tiempo de no dejarnos llevar por los reproches, de ser productivos, de dividir tareas acorde a nuestras capacidades, y de dar espacio, también a los niños, para que participen en tareas a su medida. Esto también es educación, y hay que empezar cuanto antes».

Y, sobre todo, finaliza la psicóloga de la Universidad Villanueva, «intentemos saborear el momento. Que el tiempo que vamos a compartir con la familia estemos presentes, en el aquí y el ahora. Y en especial, apliquemos esto con los niños. Vamos a fijarnos en esas caras de emoción en estas fechas, porque los pequeños nos dan mucha información de su estado en bruto. No hay más que atender y poner atención plena, para poder disfrutar de estas fechas».

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