La vida de los adultos influye
Las discusiones de los adultos, las separaciones... el estilo de vida de los prades provoca sufrimiento en los hijos
m. j.p-b.
No cabe duda de que ante acontecimientos repentinos y dolorosos, como la muerte de un ser querido (padres o hermanos) o una separación o un divorcio traumáticos de los progenitores, un ambiente familiar con discusiones frecuentes, e incluso una mala situación económica, los pequeños pueden ... reaccionar con episodios depresivos. Pero cabe plantearse si la vida de los adultos no es también un handicap que les arrastra a la depresión, como apuntan diversos especialistas.
«Los niños están más solos. Hablamos de niños llave: el padre y la madre trabajando hasta las mil y los pequeños se encuentran solos en casa, no tienen con quien hablar, a quien contar sus
«La insuficiencia afectiva está en la base de toda depresión»
problemas... La insuficiencia afectiva está en la base de todas las depresiones, el sentimiento de no ser querido, y eso implica una deficiencia de autoestima. Además, les apuntamos a tantas actividades extraescolares que les generan estrés, ansiedad y acaba en depresión. Los niños no tienen tiempo material para jugar; les exigimos muchísimo porque la competitividad es enorme. No basta con jugar al fútbol, además les pedimos que sean los mejores y metan muchos goles. Luego, tienen mucha presión escolar. Y les embullimos en un consumismo exarcebado y, después, no pensamos en la frustración que conlleva no tener todo lo que se quiere a todas horas», dice la psicóloga Isabel Menéndez Benavente, de la Escuela de Familia de la asociación de padres Concapa. Por la experiencia de su clínica, esta psicóloga afirma que «hace años no diagnosticaba tantas depresiones infantiles como ahora».
Los efectos de las rupturas
Menéndez Benavente percibe otro fenómeno: el aumento de las consultas a causa de las separaciones y divorcios que, en principio, se habían resuelto de forma amistosa. «Hay niños deprimidos por los sucesivos juicios a los que se están enfrentando sus padres. Ahora con la crisis, se revisan las medidas adoptadas tras la ruptura, y hay padres y madres que se piden más dinero uno al otro. El niño se encontraba en medio de una situación en la que estaban bien los padres y ahora están mal. Además, les pedimos que se adapten a nuevas familias: la madre que ha conocido a otra pareja con hijos, a los que tiene que llamar hermanos, y viceversa en los padres. Eso les genera mucho estrés que puede desembocar en una depresión».
«Tenemos una visión adultista de la vida de los niños. Y debemos romper esa visión», sentencia Myriam Fernández Nevado,
«Tenemos una visión adultista de la vida de los niños»
socióloga del Grupo de Sociología de la Infancia y Adolescencia del Colegio de Politólogos y Sociólogos de Madrid. «Les sometemos a los horarios laborales de los padres —critica—, con la rutina de levantarse temprano, ir al colegio, muchos de ellos con una actividad asfixiante, sin descansos, sin horas de juego... Y en cuanto dan problemas lo llevamos al especialista. El problema no es el niño, por eso ante un cambio de su conducta hay que estudiar bien su entorno familiar, social y educativo».
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