Pedro Valenzuela, maestro: «Se está torturando a muchos niños en la escuela para que aprendan a leer y escribir»

Este docente considera que se está produciendo un 'crimen educativo' con estos alumnos, ya que odiaran la lectura y todo lo que conlleva en su labor como estudiantes

«Muchos niños dejan de leer porque lo asocian a una tarea escolar»

Pedro Valenzuela, maestro y guía Montessori, se muestra muy contundente en las primeras líneas de su libro 'Enséñame a leer': «Por favor, nunca obligues a un niño a leer ni a escribir. Nunca lo hagas -insiste-. Este aprendizaje no depende de la ... edad del niño, sino de su proceso de maduración cerebral, así de simple«.

Matiza a ABC que la diversidad de cerebros —y la diversidad de maneras en las que va madurando el cerebro— es enorme. «No se puede decir cuál es la mejor edad para que un niño aprenda a leer o a escri­bir, pero sí sabemos que hay un intervalo entre los tres años y medio o cuatro años hasta los siete años o siete años y medio en que las zonas cerebrales que tienen que ver con estos aprendizajes ya han madurado lo suficiente para que los asimile y los incorpore. Por lo tanto, debemos respetar la diversidad existente y ofrecerle a cada pequeño de manera indivi­dualizada aquello que necesita en el momento en que lo requiere y, muy importante, no comparar nunca su proceso con el de otro niño«, advierte.

En su opinión, a la edad de cinco años, entre el 50% y el 60% de los cerebros de los niños ya han madurado lo suficiente para adquirir los apren­dizajes relacionados con la lectoescritura. «Es un dato importan­te que nos sirve de guía para trazar un plan de aprendizaje. Pero si analizamos este dato, pronto nos daremos cuenta de que hay también un 40% de alumnos cuyo cerebro aún no está prepa­rado para adquirir este aprendizaje. A este último grupo se les está literalmente torturando en la escuela para que aprendan a leer y a escribir, y es muy probable que acaben odiando todo lo relacionado con la lectura y no quieran saber nada relacionado con un libro. Y todo por no ser capaces de esperar unos meses a que su cerebro haya madurado lo suficiente para disfrutar del placer de aprender a leer.

¿Por qué es un tema que inquieta tanto a los padres? Parece como si de una competición se tratara en cuanto ven que otro niño de la clase, vecino o primito les ha tomado la delantera en este asunto.

Es un claro reflejo del modelo de escuela competitiva que existe en nuestros días. Mientras los adultos compiten por ver quién enseña antes con el único objetivo de engrandecer su ego, miles de niños sufren las consecuencias de no verse respetadas unas necesidades básicas de desarrollo. Esto lo que provoca en el escolar es un aumento de estrés, llegando a asociar aprendizaje a incomodidad, de ahí a que muchos acaben odiando todo lo relacionado con el aprendizaje. Un auténtico crimen educativo.

Da igual si el hijo de tu vecino, que va a la misma clase de tu hijo y tiene la misma edad, ya sabe leer; da igual si un grupo numeroso de la clase de tu hijo ya ha aprendido y el tuyo no; de verdad, da igual. Lo único que tenemos que hacer como padres es cerciorarnos de que nuestro hijo está cumpliendo la ruta establecida en la escuela para un correcto apren­dizaje de la lectoescritura y de que transita por ella sin ningún tipo de dificultad; y, si es así, podemos estar tranquilos, porque el niño acabará adquiriendo este aprendizaje cuando su cerebro esté preparado para ello. Así de simple y así de sencillo. Una de las misiones de este libro va a ser explicar cuál es la mejor ruta, la más efectiva y, sobre todo, la más respetuosa para que tú mismo la puedas aplicar desde este instante, y todo ello junto con recursos prácticos para llevar a cabo en casa y en la escuela desde el primer día y de una manera muy sencilla de tal manera que faciliten mucho estos aprendizajes.

¿Si un niño aprende a leer antes, quiere decir que es más listo?

Solamente quiere decir que su cerebro ya ha madurado lo suficiente para adquirir este aprendizaje. Nada más. El resto son manifestaciones de ego de adultos que poco conocen el desarrollo del niño.

El proceso de adquisición de la lectoescritura es una habilidad compleja que podría compararse al del desa­rrollo y posterior germinar de una planta, pues en su ejecución resulta necesaria la sinergia de todas las partes implicadas en el proceso: desarrollo del propio niño, respeto y cuidado al ritmo de este por parte de familias y educadores. Por ello, nuestra tarea como familiares y educadores debe ser despertar el potencial de la semilla que reside en la otra persona, en quien tenemos frente a nosotros, en los niños a quienes esta­mos enseñando. Estar cerca del niño, esa es la clave. Que sienta nuestra cercanía y confianza; que le digamos que estamos felices de estar con él, de acompañarle en este camino. Hablamos del lenguaje como medio de expresión y comunicación, de algo muy poderoso que necesitamos expre­sar los seres humanos, y no de una adquisición en la que tenemos que competir por ver quién lo consigue antes.

El niño es un ser vivo que se rige por leyes naturales, igual que cualquier otro ser vivo, y no por mucho que lo fuerces va a ser capaz de desarrollar capacidades para las que todavía no está preparado. Ningún proceso de desarrollo se rige por las urgen­cias y demandas de una sociedad cada vez con más prisas: nues­tra misión es acompañar sin esperar nada a cambio.

¿Se usan los mismos métodos pedagógicos que antaño para este aprendizaje o también ha habido una evolución?

No voy a ser catastrofista y decir que seguimos en las mismas de siempre, porque evidentemente hay docentes que se forman y actualizan continuamente y ofrecen las mejoras educativas del momento a sus alumnos. Pero, lamentablemente, son una minoría. Aún en nuestros días resulta increíble que sigamos utilizando métodos desfasados de aprendizaje de la lectoescritura en este sentido, sobre todo con la información existente en la actualidad acerca de cómo aprende el cerebro lector del niño y cuáles son los mejores procedimientos que deberíamos llevar a cabo en la práctica tanto familias como docentes.

En este sentido, siempre me gusta decir que al igual que hoy sería impensable que un docente fumara mientras imparte clase como ocurría cuando yo iba a la escuela hace 25 años, dentro de 10 años va a ser impensable que ningún docente obligue a un niño a que aprenda a leer y escribir, pues la información existente será ya tan evidente que nadie se atreverá a hacerlo.

¿Qué métodos son los más efectivos en el aula?

Aquellos que en edades tempranas comiencen trabajando el desarrollo fonémico. Los métodos fonéticos parten del sonido y llegan a la palabra. El niño aprenderá a segmentar las palabras en las letras que la com­ponen y a vincularlas a sonidos del habla. Se trata de un mo­mento muy importante para el niño en todo lo relacionado con su desarrollo lector, pues este descubre que el habla está com­puesta de fonemas que pueden combinarse de diferentes mane­ras, de forma que podrá acabar componiendo y creando nue­vas palabras.

Hoy en día se ha visto que nuestro cere­bro decodifica las palabras fonema a fonema; el cerebro lo hace cuando empezamos a aprender a leer, y lo hace siempre. Cuando somos lectores expertos, procesamos en paralelo todas las grafías, todos los fonemas que contiene una palabra, y esto nos da una falsa sensación de lectura global, porque lo hacemos de forma muy rápida. Pero lo que sigue haciendo nuestro cerebro, aten­diendo a la actividad cerebral, es decodificar fonema a fonema.

Muchos estudios demuestran que, a mayor desarrollo fonémico, mayor conocimiento acerca de los fonemas del habla, del len­guaje. De esta manera el aprendizaje lector va a ser más rápido y eficiente. Por lo tanto, los niños desarrollan la conciencia fono­lógica —este conocimiento de los sonidos del habla, de que a cada fonema le corresponde un grafema, de que a cada letra le corresponde un sonido— de manera natural en un ambiente lingüísticamente rico y en su interacción habitual con los adultos hablantes de nuestra especie. Pero también lo podemos promo­ver desde el aula con juegos de rimas, juegos de sustitución de fonemas, juegos de sílabas, juegos de buscar el elemento que em­piece con un sonido determinado, y jugar con los sonidos. Jugar, dado que estamos hablando de edades muy tempranas.

Y los padres, ¿cómo pueden acompañar a sus hijos en este aprendizaje?

Lo primero que les diría es que tengan calma, mucha calma. Que no tengan prisa y que, ante todo, disfruten de la pri­mera etapa de la vida de tus hijos sin expectativa alguna. Es la más bonita de la vida, y pasa muy rápido. Y que jueguen, que jueguen mucho con sus hijos a las actividades que he comentado anteriormente. En estas primeras edades, la educación se desarrolla a fuego lento, como si de un buen guiso se tratara, y para ello se necesitan buenos ingredien­tes, dosis de paciencia y, por encima de todo, respetar la digni­dad y la integridad del niño por encima de todas las cosas. Debemos convertir la lectura en un hábito que practiquemos a diario con nuestros hijos y alumnos, enseñándolo de manera explícita y sistemática, como si de un buen plan de entrenamiento físico se tratara.

Después les diría que no comparen, y que tengan una mínima base de información respecto al proceso de adquisición de la lectoescritura, pues si conocen este mínimo de información y son conscientes de que a sus hijos se le está obligando a que aprendan a leer en la escuela cuando todavía no están preparados, que alcen la voz y que se revelen y digan a quienes realizan estas prácticas que están cometiendo un error de gravísimas consecuencias: Es obvio; si forzamos el cerebro del niño para que aprenda algo para lo que todavía no está preparado, además de no aprenderlo, es muy probable que acabe odiando ese aprendizaje para siempre.

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Sobre el autor Laura Peraita

En ABC desde 1994 como periodista de formación, empresa, motor. Desde 2011 al frente de ABC Familia, donde escribo y modero debates de lo más importante en la vida: nuestros peques, parejas y mayores.

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