El mensaje detrás de una beca: «No solo creemos en ti, estamos aquí para caminar contigo»
Vanesa Berlanga, profesora e investigadora de la Universitat Abat Oliba CEU, explica en esta entrevista lo que supone una 'educación transformadora'
El eficaz y sencillo truco de un profesor para que un alumno pase de no estudiar nada a esforzarse

Un reciente estudio impulsado por la Universitat Abat Oliba CEU aporta datos significativos sobre el papel de las becas como factor de éxito académico. La investigación, publicada en Frontiers in Education y liderada por Vanesa Berlanga, profesora e investigadora de dicha universidad, analiza ... más de 6.000 casos de estudiantes universitarios entre 2020 y 2024. Sus conclusiones confirman que los alumnos becados no solo logran mejores resultados académicos, sino que también presentan tasas de continuidad y graduación superiores.
¿Cuáles son las razones por las que una beca motiva al alumno universitario a un mayor rendimiento académico?
Una beca no es solo un apoyo económico: es una señal de confianza institucional. Para muchos estudiantes, recibir una beca significa que alguien –una universidad, una entidad privada o el propio Estado– ha apostado por su talento y por su futuro. Ese gesto simbólico es profundamente transformador, porque les dice: «Confiamos en ti, creemos en tu potencial y vamos a acompañarte para que llegues hasta donde te propongas». En el caso de estudiantes procedentes de entornos menos favorecidos, esta validación externa puede marcar un antes y un después.
Además, desde una perspectiva más práctica, la beca libera al alumno de una carga crucial: la angustia económica. Permite que los estudiantes no tengan que trabajar muchas horas mientras estudian, lo que no solo mejora su concentración, sino también su salud mental. Lo hemos visto en los datos: los alumnos becados presentan un rendimiento académico superior en todos los indicadores clave. Superan más créditos, suspenden menos, tienen mejores tasas de éxito y rendimiento, y se gradúan en mayor proporción que sus compañeros sin beca.
Pero hay algo más: la beca les impone un estándar. Saben que deben mantener un nivel de rendimiento mínimo para conservarla. Esa presión, lejos de ser negativa, actúa como un estímulo de superación. Se sienten observados, sí, pero también cuidados. Y eso es lo que marca la diferencia. La beca no solo facilita el acceso a la universidad, sino que sostiene el trayecto hasta la meta.
¿De verdad son tan conscientes del apoyo que está recibiendo por parte del Estado o de una institución académica?
Muchísimo. El hecho de saber que hay una institución pública o privada que ha depositado recursos y confianza en uno mismo genera en el estudiante una poderosa sensación de responsabilidad. No se trata solo de recibir dinero: se trata de sentirse reconocido, visibilizado y, en cierto modo, acompañado. Como nos decían algunos estudiantes en las entrevistas cualitativas: «No quiero defraudar a quienes han confiado en mí». Esa frase resume muy bien lo que provoca una beca: una especie de contrato emocional con la institución.
Ese reconocimiento se convierte en motor. Cuando un estudiante sabe que su progreso académico está siendo respaldado, no solo se esfuerza más, sino que persevera cuando llegan los momentos difíciles. La beca deja de ser solo un incentivo económico para convertirse en una promesa mutua: «Tú me das la oportunidad, yo me comprometo con ella.»
Lo más interesante es que esto genera un círculo virtuoso: el estudiante recibe apoyo, se siente responsable, se esfuerza más, obtiene mejores resultados, mantiene la beca, refuerza su autoestima y su vínculo con la universidad. Y así sucesivamente.
Desde el punto de vista institucional, esto también fortalece el sentido de pertenencia y fidelidad del estudiante hacia la universidad. No es un vínculo transaccional, es un vínculo simbólico y transformador. Las universidades que invierten en becas están, en realidad, invirtiendo en ciudadanos comprometidos.
¿Consideráis significativo que las alumnas becadas logren mayor éxito que los alumnos becados? ¿Cuál sería la explicación?
Los datos del estudio son claros: entre el alumnado becado, las mujeres presentan mejores tasas de éxito y rendimiento académico que los varones. Esta diferencia, que además es estadísticamente significativa, no puede atribuirse al azar y nos invita a reflexionar con profundidad.
Existen varios factores que podrían estar detrás de este fenómeno. En primer lugar, muchas alumnas muestran una mayor constancia en el estudio, una disciplina mantenida a lo largo del tiempo y una planificación más eficiente de su carga académica. Además, parece haber una interiorización más fuerte del compromiso académico: no solo estudian para aprobar, sino para demostrar que son capaces, para responder a una oportunidad que sienten como valiosa y frágil. Para muchas de ellas, la beca es vivida casi como un privilegio que no se puede desaprovechar.
También es importante tener en cuenta el componente social y cultural. A menudo, las mujeres que acceden a becas provienen de entornos donde no siempre se espera que brillen académicamente o tengan acceso a estudios superiores. Esa conciencia de estar 'rompiendo moldes' puede traducirse en una motivación extra. Además, en contextos donde la desigualdad de género aún está presente, lograr buenos resultados académicos se convierte también en una forma de afirmación personal y de transformación social.
Por otro lado, los datos apuntan a que los varones becados tienen una variabilidad mayor en su rendimiento, con casos de éxito, pero también con tasas más altas de suspensos y créditos no presentados. Esto podría reflejar una mayor dificultad para adaptarse al ritmo universitario o una menor respuesta a la presión académica.
En cualquier caso, este patrón de éxito femenino entre las estudiantes becadas merece ser investigado más a fondo, porque apunta no solo a una diferencia de género, sino también a cómo distintos perfiles asumen y gestionan las oportunidades. Lo que sí podemos afirmar es que las alumnas becadas, en nuestro estudio, han demostrado ser un perfil especialmente resiliente, comprometido y exitoso.
¿Por qué logran igualmente tasas de graduación más altas?
La continuidad de la beca es absolutamente determinante. Nuestro estudio ha revelado un dato impactante: el 100% de los estudiantes con beca que la mantuvieron a lo largo de toda su carrera universitaria finalizaron sus estudios y se graduaron con éxito. Esta cifra es excepcional y habla por sí sola.
Las becas no solo facilitan el acceso inicial a la universidad, sino que permiten sostener el esfuerzo en el tiempo. ¿Por qué?
Porque eliminan la incertidumbre económica, uno de los principales motivos de abandono universitario. Para muchos jóvenes, la falta de recursos no se traduce solo en dificultades materiales, sino en un desgaste emocional constante: no saber si podrán pagar la siguiente matrícula, si tendrán que buscar un trabajo a media jornada, si podrán continuar. Las becas despejan ese horizonte y permiten que el estudiante se concentre en lo importante: aprender, superarse, avanzar.
Además, recibir estas ayudas introduce un componente de autorregulación académica. El alumno sabe que para conservar la ayuda debe rendir, aprobar, avanzar. Y ese marco estructurado se convierte en un estímulo para mantener el foco, organizarse y no perder el ritmo. Se genera una disciplina positiva que favorece la persistencia.
Hay también un factor emocional profundo: cuando un joven ve que la universidad o una institución cree en él de forma sostenida, se fortalece su autoestima académica. Y eso tiene efectos reales sobre su trayectoria. Es la diferencia entre estudiar sintiéndose solo y estudiar sabiendo que hay alguien que lo respalda.
Por tanto, si queremos mejorar las tasas de graduación en España –especialmente en colectivos vulnerables–, las becas deben dejar de verse como un coste y empezar a entenderse como una inversión a largo plazo en capital humano, equidad social y futuro profesional.
¿Qué tipo de estrategias son necesarias para implementar el apoyo a los estudiantes en este sentido?
El apoyo económico es imprescindible, pero no suficiente. Una beca puede abrir la puerta, pero si el estudiante no cuenta con herramientas personales, académicas y emocionales para sostenerse dentro del sistema, corre el riesgo de quedarse atrás. Y esto es especialmente cierto en el caso de los que provienen de entornos vulnerables, con escaso capital cultural, familiar o económico.
Nuestra investigación evidencia que el éxito académico no depende solo de la inteligencia o del esfuerzo individual, sino también del entorno de apoyo. Muchos estudiantes becados son pioneros en sus familias: los primeros en llegar a la universidad, los primeros en enfrentarse a un sistema que no siempre es intuitivo ni inclusivo. Para ellos, cada obstáculo pesa más. Por eso, las universidades deben adoptar un enfoque de acompañamiento integral.
Esto implica implementar programas de tutoría académica personalizada, mentoría entre iguales, espacios de orientación vocacional, refuerzo en habilidades blandas (gestión del tiempo, técnicas de estudio, comunicación escrita) y, muy especialmente, servicios de apoyo emocional y psicológico accesibles y no estigmatizantes.
Además, sería deseable contar con unidades específicas de seguimiento del alumnado becado, que no solo fiscalicen resultados académicos, sino que identifiquen situaciones de riesgo y actúen a tiempo. Muchas veces, la diferencia entre seguir o abandonar está en una conversación a tiempo, una derivación adecuada o una red de confianza que sepa detectar el cansancio, el aislamiento o la frustración.
La universidad del siglo XXI no puede limitarse a enseñar contenidos. Debe convertirse en una institución que acompaña, que acoge, que comprende la diversidad de trayectorias vitales de su alumnado. Solo así podremos hablar de verdadera equidad, y no solo de igualdad formal de oportunidades.
Las becas deben ir acompañadas de políticas de inclusión y de programas de refuerzo humano. Porque dar dinero sin acompañar es como dar una brújula sin enseñar a orientarse: se corre el riesgo de perderse en el camino.
Además del apoyo económico, ¿qué importancia tiene el acompañamiento académico y emocional para el alumno?
Juegan un rol absolutamente decisivo. Una beca puede pagar matrículas y materiales, pero no garantiza que el estudiante se sienta preparado, acompañado o emocionalmente sostenido. Y eso, en la universidad, marca la diferencia entre persistir o abandonar. Muchos estudiantes becados, especialmente los que proceden de entornos vulnerables o con escaso capital cultural, llegan a la universidad con una mezcla de ilusión y miedo. Saben que están ante una oportunidad única, pero también temen no estar a la altura, equivocarse o no encajar.
En ese contexto, el acompañamiento académico y emocional es vital. No se trata solo de resolver dudas de contenido, sino de crear entornos donde el estudiante sienta que puede expresarse sin miedo, pedir ayuda sin vergüenza y equivocarse sin ser juzgado. Acompañar no es controlar, es estar presente. Es tener tutores que escuchen, profesores que comprendan la diversidad del alumnado, servicios que detecten precozmente señales de agotamiento, ansiedad o desmotivación.
El aislamiento emocional puede tener un impacto directo sobre el rendimiento. Un estudiante con dificultades personales no rinde, por más inteligente o talentoso que sea. Por eso, la salud mental y el bienestar emocional deben ser considerados componentes estructurales del éxito académico, no factores secundarios. Es hora de que las universidades entiendan que la empatía, la cercanía y el cuidado también son herramientas pedagógicas.
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La combinación entre ayuda económica y acompañamiento humano es, sin duda, la fórmula más eficaz para garantizar el éxito académico. Porque no estamos formando solo profesionales: estamos formando personas. Y una persona que ha sido sostenida, comprendida y valorada durante sus años de universidad tiene muchas más probabilidades de desarrollarse, comprometerse con la sociedad y devolver lo recibido con creces.
En definitiva, detrás de cada beca, debería haber un mensaje claro: «No solo creemos en ti, estamos aquí para caminar contigo». Eso es educación transformadora.
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