«Es muy listo, pero no se esfuerza, y eso afecta a su rendimiento escolar»
Lo importante, advierte una psicóloga experta en habilidades sociales, «es no etiquetar como 'vago' a un niño sin explorar primero qué está pasando por dentro»
«Vago o poco inteligente son las etiquetas típicas de los niños con dislexia»
Madrid
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Iniciar sesiónA menudo, expone la psicóloga Sonia Martinez. fundadora y directora de los Centros Crece Bien, «escuchamos de padres angustiados la frase de 'es muy listo, pero no se esfuerza'. Se trata de niños inteligentes y brillantes, que terminan de afrontar los retos, se frustran ... e, incluso, desarrollan miedo al fracaso».
Son menores, explica, «que desde pequeños les ha salido todo de una manera natural y no han aprendido el valor del esfuerzo. La creencia de que, al 'ser listo', todo va a salir bien a la primera, lleva a muchos a evitar lo difícil, por miedo a equivocarse y que los demás piensen que no es tan inteligente».
Sabemos que el verdadero éxito a largo plazo no depende tanto del talento, sino de la perseverancia, la motivación y la mentalidad de crecimiento pero, ¿lo saben los niños? Esta es la opinión de esta experta:
¿Qué puede explicar que un niño con capacidades adecuadas no quiera esforzarse?
Hay varios motivos que pueden estar detrás. Uno de los más habituales es que cuando algo siempre les ha salido fácil, no han desarrollado tolerancia a la frustración ni el hábito de esforzarse y perseverar. Así que, cuando se enfrentan a un reto de verdad, en lugar de activarse, se bloquean o evitan la tarea. También puede ocurrir que teman no estar a la altura. Si se les ha reforzado mucho por «ser listos», puede surgir la idea de que equivocarse pondría en duda esa inteligencia. Entonces, prefieren no intentarlo antes que fallar. Es una forma de proteger su autoestima.
¿Cómo podemos distinguir entre falta de esfuerzo y falta de herramientas o estrategias?
La clave está en observar cómo actúa ante diferentes situaciones. Si el niño quiere hacerlo bien pero no sabe cómo empezar, se distrae fácilmente o repite errores sin saber por qué, probablemente necesita más herramientas o estrategias. En cambio, si directamente evita las tareas, se desmotiva antes de empezar o actúa con desdén tipo 'esto es aburrido' puede estar conectado con una baja motivación o una creencia de 'no vale la pena esforzarse'. Lo importante es no etiquetar como 'vago' a un niño sin explorar primero qué está pasando por dentro.
¿Qué factores podrían estar afectando su motivación intrínseca? ¿Puede haber una desconexión emocional con el aprendizaje?
Sí, y es más habitual de lo que parece. Cuando el aprendizaje se percibe como algo externo —exámenes, notas, premios o castigos—, la motivación intrínseca se debilita. También influye si el niño no encuentra sentido a lo que hace, si se siente desbordado o si está emocionalmente desconectado. A veces, detrás de la falta de esfuerzo hay aburrimiento, ansiedad, miedo al error o baja autoestima.
¿Cómo influye el entorno familiar o escolar en su actitud ante el esfuerzo?
Influye muchísimo. Un entorno que sólo valora el resultado final (la nota, el aprobado, el 'bien hecho a la primera', puede generar presión o miedo al fracaso. En cambio, cuando en casa y en el colegio se valora el proceso, el intento, la constancia, el esfuerzo se convierte en un valor en sí mismo. También influye el tipo de retroalimentación. Frases como 'esto para ti es fácil' pueden reforzar la idea de que esforzarse es un fracaso. En cambio, decir 'me encanta cómo has seguido intentándolo' cambia completamente el mensaje.
¿Qué podemos hacer como adultos para no reforzar sin querer esta falta de esfuerzo?
Primero, cambiar nuestro lenguaje. En vez de elogiar solo la inteligencia, podemos reforzar el proceso: 'Has sido muy constante', 'te has organizado muy bien', 'me gusta cómo has buscado otra forma de hacerlo'. También es útil permitir que se equivoquen y enseñar que fallar forma parte del camino. Y sobre todo, no hacer todo por ellos. A veces, por ayudar, acabamos impidiendo que se enfrenten a pequeños retos que les harían crecer.
En estos casos, ¿se recomienda algún tipo de intervención (psicopedagógica o psicoterapéutica)?
Sí, si la falta de esfuerzo se mantiene en el tiempo y empieza a afectar a su autoestima o a su rendimiento escolar, es recomendable intervenir. En Crece Bien trabajamos estos casos desde un enfoque emocional y práctico: ayudamos al niño a reconectar con su motivación, a recuperar la confianza en sí mismo y a adquirir herramientas que le permitan avanzar. Muchas veces, no es que no quieran, es que no saben cómo o se sienten bloqueados emocionalmente.
¿Qué señales nos indicarían que el problema requiere una evaluación más profunda o un cambio de estrategia?
Algunas señales de alerta serían: Que evite sistemáticamente tareas nuevas o escolares. Que muestre un discurso muy negativo sobre sí mismo ('no valgo', 'para qué intentarlo'). Si tiene explosiones de frustración muy intensas ante el más mínimo error. Si se niega a intentarlo incluso cuando sabe que puede hacerlo. Cuando su rendimiento baja, pero no hay explicación académica clara.
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En estos casos, concluye la directora de los centros Crece Bien, «vale la pena hacer una evaluación, tanto a nivel emocional como cognitivo y actitudinal, para saber qué está ocurriendo y cómo podemos ayudarle mejor».
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