«Hay que intentar no enseñar de la misma manera porque todos somos distintos»
Elisa Reyes, maestra de Educación Infantil, apuesta por explicar el mismo concepto de diferentes formas para que todos los niños aprendan, cada uno en función de su potencial
Ana González: «Yo no imparto clases a mis alumnos, les enseño de otra manera»
Quien le iba a decir a Elisa Reyes que, tras irse voluntaria a Kenia y vivir una temporada en Londres, le iba a cambiar para siempre la percepción que tiene de su oficio. Y que, sobre todo, ya no volvería a enfrentarse a sus ... pequeños alumnos de la misma manera. Esta profesora de Educación Infantil acaba de publicar 'La gran fiesta de los números' (Penguin Kids), un cuento protagonizado por once animales muy entrañables que despiertan el interés de los niños y hace que el aprendizaje de los números sea muy divertido.
Y es que según esta maestra de Educación Infantil, el rol de su gremio no debería limitarse al papel de ponerse delante de una pizarra, enseñar y que los niños aprendan sin más. «Hay que observarles, ver lo que les gusta dónde fallan... -explica- porque todos somos inteligentes. La clave está en adaptar el aprendizaje».
Fruto de esta filosofía creó, junto a su marido, también docente, Los Cokitos, su propia empresa que diseña un conjunto de materiales basados en la teoría de las inteligencias múltiples para potenciar y estimular al máximo todas las capacidades y talentos de los niños.
- Elisa, ¿qué te pasó en Kenia?
Fui a hacer un voluntariado a un colegio donde los niños con 5 años sabían escribir en su idioma y en inglés su nombre, sabían un poco de español y sumaban y restaban. Allí les preparan para que puedan superar un examen muy importante que les hacen a esa edad y del que depende su futuro: el estado cubre todos los gastos de los mejores porque es un país con una alta mortalidad infantil. Es la manera que tiene Kenia de asegurarse su futuro y por eso se ocupa de formales.
Vi cómo les enseñaban sin materiales, donde todo era todo lúdico manipulativo. Me di cuenta de que si tú enseñas el mismo concepto de diferentes formas, dependiendo de los potenciales que tiene cada niño, todos aprenden sin traumas. Las profesoras se centraban en las capacidades de los menores, adaptando los aprendizajes. ¡Me pareció maravilloso!
- Algo similar te pasó en Londres, ¿no?
Sí, justo después me fui allí para seguir viendo otros contextos totalmente distintos, otras escuelas infantiles en las que se trabajaba en el campo de las inteligencia múltiples, que viene a decir que todos somos inteligentes, que no solo se pueden ofrecer estrategias lingüísticas y matemáticas a un niño y que no el que más sabe de lengua y mates es el más listo frente al que tiene un talento brutal en el deporte, en la música o visual-espacial.
Si les enseñamos con otro tipo de estrategias, el mismo aprendizaje va a calar igualmente en los niños y vamos a lograr que sean personas más seguras, felices y que estalle todo su potencial.
Comprobé cómo en Londres y en Kenia, dos lugares tan distintos, hacían lo mismo: se centraban en los potenciales, en la individualidad del alumno y adaptaban el aprendizaje. ¡En España no! Por eso escribí mi primer libro 'Inteligencias Múltiples en Educación Infantil' y luego creé Los Cokitos, mi marca.
- Eso justo te habría venido muy bien de pequeña, ¿no? Porque eres disléxica. ¿Cómo lo viviste?
Mis mayores y peores recuerdos son de infantil. Howard Gardner, padre de las inteligencias múltiples, dice que son experiencias paralizantes que pueden llegar a crearte un pequeño trauma y no te dejan desarrollarte. Yo me sentía poco inteligente y mal. Evidentemente a mí me costaba más no porque fuera poco inteligente sino porque tenía esa dificultad, con la que no pasa nada, pero que sí hay que entender y acompañar.
Mi mal paso por Educación Infantil marcó mi etapa escolar. Mis compañeras leían, escribían... ¡Y yo iba por detrás! Me confundía, invertía las letras… No pensamos que luego nuestros hijos van a escribir como les dé la gana o ni eso, teclearán. Entiendo que hay que enseñar una pauta pero sin frustrarles. No pasa nada porque escriban la A gigante y la E más pequeña. ¡Déjales! ¡Si lo importante es que la han escrito!
«Mi mal paso por Educación Infantil marcó mi etapa escolar»
- ¿Cuál es la clave para que los más pequeños aprendan los números, las letras...?
El juego. Se dice mucho pero no se hace. Se habla de aprendizaje lúdico pero no se ponen en marcha estrategias ni herramientas. Si tú a un niño le dices que haga el 5, es un concepto abstracto. ¿Qué es el 5? Pero si a lo mejor le pones la forma de un caballito de mar, como sucede en el libro, lo saben porque hacen una asociación muy natural para ellos. Pero sobre todo muy visual. Estamos ante generaciones en las que toda la información les entra por los ojos y por la imagen.
- ¿Hay margen para que los maestros puedan personalizar la enseñanza y acaben todos el curso con los objetivos conseguidos?
La ratio que hay actualmente es horrorosa. Si tú quieres trabajar bien, las clases deberían componerse de unos 12 niños, máximo 15. El éxito que hemos tenido con Los Cokitos es que un mismo aprendizaje, como puede ser escribir una letra, lo enseñamos de siete maneras diferentes porque hay niños que son más lógico-matemáticos y siguen muy bien las instrucciones; a los visuales-espaciales les gustan los puzles; los que son muy lingüísticos, le gusta aprender con poesía, y a los más musicales, la letra rimada les encanta. Se trata de respetar su madurez.
Entonces, lo que tenemos que intentar siempre es no enseñar de la misma manera porque todos somos distintos. La clave es ofrecer los aprendizajes de distintas formas para llegar al máximo número de alumnos, incluidos los que tienen necesidades especiales porque en Educación Infantil, la lectura y la escritura segregan mucho.
- Además de la ratio, ¿qué se debería cambiar para mejorar el actual sistema educativo?
Para empezar, los responsables de estos cambios deberían ser personas que estén al pie del aula, que conozcan la realidad. También, y esto no es muy popular, todos los colegios deberían tener un equipo preparado más allá de lo que dicte una guía o de que se efectúen cambios o adaptaciones porque la ley lo contemple. Hay que reciclarse siempre. Cada 10 años pasa una generación distinta por nuestras manos, con otros intereses y se van a enfrentar al mundo de una manera totalmente diferente. Por tanto, nosotros no podemos hacer lo mismo siempre. En Los Cokitos, por ejemplo, hemos cambiamos los materiales.
- ¿Y que habéis cambiado?
Además de hacerlos más visual, tras preguntar a los docentes de los equipos con los que trabajamos, todos coincidieron en un aspecto: los niños vienen con un gran retraso del lenguaje por la pandemia y por el ritmo de vida que llevamos. Es decir, antes hablábamos más con ellos, ahora les damos la tableta, ven articular y hablar a muñecos, no a personas, y eso les influye a la hora de pronunciar.
«Cada 10 años pasa una generación distinta por nuestras manos. Por tanto, no podemos hacer lo mismo siempre»
- Hay familias que se preocupan ya en primero o segundo de infantil porque su hijo no hace bien las letras, por ejemplo. ¿Hay alguna clave para saber que tiene problemas de verdad con la lectura o que es solo una cuestión de madurez?
Es un tema muy complejo. Cada niño es distinto. Yo creo que hay que llevarse por la intuición, hablar, asesorarse mucho y preguntar en el colegio. Hay muchas veces que los adultos nos agobiamos porque queremos que los niños hagan las cosas cómo y cuando nosotros queremos. Hay que dejarles. Los niños tienen diferentes ritmos y ahí está la variedad y riqueza. Cuando es algo grave, se suele ver.
- Ahora en verano, ¿qué recomiendas a los padres e hijos? ¿Hay que repasar lo aprendido durante el curso?
¡Hay tiempo para todo! Los niños tienen que descansar, disfrutar y hacer experiencias que durante el curso no pueden: acostarse más tarde, ver a los amigos más tiempo, a los primos... ¡y estar juntos en familia porque el resto del año casi no se hace!
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También hay ratos para leer, pintar o hacer una manualidad. No se trata de llevar el ritmo del colegio: madrugar, desayunar, hacer una ficha... Yo no lo haría. ¡Si hasta los adultos necesitamos evadirnos!
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