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«Hay cuatro razones que impiden que una persona esté dispuesta a conocerse a sí misma»

El Doctor en Ciencias de la Educación, Sergio Marina, asegura que «al educar a los hijos falta coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos»

«Todo nos educa, aunque no seamos conscientes de ello», apunta Sergio Marina
Laura Peraita

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La tarea de educar como padres no es nada sencilla. De eso no hay duda y los que tienen hijos lo saben muy bien. Los expertos en la materia aseguran que todas las personas proyectamos de una forma u otra en los demás el modelo educativo que hemos recibido. Pero, ¿de qué manera influye en el desarrollo de los hijos tener un padre y una madre con modelos educativos distintos? Según Sergio Marina, Doctor en educación y autor de «Educar conscientemente», esta cuestión siempre dependerá de la forma en que los padres se conozcan a sí mismos para que la labor educativa que desarrollen con sus hijos sea más o menos consciente. «Es fundamental que aceptemos a nuestros pequeños tal como son. Es enriquecedor que los progenitores, de una forma amorosa y respetuosa, puedan llevar a cabo acciones educativas variopintas, escogiendo los medios y los entornos adecuados para que pueda florecer de una forma natural todo el potencial de sus hijos. Ir a una es importante, además de mantener una estricta coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Esto, en materia educativa, muchas veces brilla por su ausencia.

En no pocas ocasiones los progenitores tratan de educar a los hijos para que sigan el modelo que a ellos les impusieron de pequeños. ¿Es esto correcto o hay que dejar que los niños y adolescentes también desarrollen su propia forma de ser, pensar, actuar...?

Cada niño, adolescente y ser humano es único y singular, y tiene un propósito vital particular; no debemos olvidarlo. Ante ello, los progenitores debemos ser grandes observadores de las necesidades educativas que presentan nuestros hijos, y tenemos que intentar cubrirlas. ¿Para qué? Para fomentar el desarrollo de su autonomía, libertad, espíritu crítico y discernimiento. Es muy importante, para que ello florezca, mantener una actitud de confianza plena en las habilidades y capacidades de nuestros hijos, y dejarlos que experimenten sin miedos ni condicionamientos; debemos facilitar que adquieran sus propios aprendizajes por sí mismos.

En general, se suele vincular la educación a los primeros años de vida, hasta la mayoría de edad aproximadamente. ¿Es correcta esta visión?

Esta visión tradicional de la educación está orientada exclusivamente a moldear seres humanos que puedan satisfacer las necesidades que presenta el sistema socioeconómico vigente; es decir, el modelo competitivo y expansivo que tanto conocemos.

El proceso educativo es atemporal, orgánico y vivo, y no solo se reduce al ámbito académico y familiar que tanto conocemos y tanto hemos sufrido de algún modo. Todo nos educa, aunque no seamos conscientes de ello. Claro está que los dos primeros septenios de vida tienen una especial relevancia en la vida del ser humano, dada la permeabilidad de este en esos años. No obstante, siempre estamos en disposición de dar y recibir, de enseñar y aprender al mismo tiempo. El viaje educativo, cuando se desarrolla de una forma humilde y constructiva, nos enseña a percibir que en cualquier momento podemos ejercer un papel de educador o de educando, según la experiencia vital que estemos viviendo.

¿Qué papel tiene la educación consciente en el individuo? ¿En qué consiste exactamente?

El papel de la educación consciente es claro: el desarrollo integral y global de la persona, contemplando todas sus dimensiones humanas; es decir, la física, la mental, la emocional y la espiritual.

El punto de la educación consciente parte y nace de uno mismo, de nuestro propio conocimiento y, por ende, de nuestra transformación interior. ¿Cómo vamos a ayudar a que los demás se conozcan a sí mismos si ni siquiera nosotros nos conocemos lo más mínimo? El gran reto es educar al educador, como expresó el gran Krishnamurti.

Educar conscientemente es educar desde el amor, con respeto y admiración hacia el ser que tenemos enfrente, más allá de su edad biológica, a fin de extraer todo su potencial interno y animarle a ponerlo al servicio de la humanidad. La educación consciente ayuda a la persona a descubrir su propósito vital y plasmarlo. Se trata de educar para ser, en definitiva.

¿Por qué es tan difícil conocerse a uno mismo?

Conocerse a uno mismo requiere de grandes dosis de compromiso, confianza y perseverancia, y sobre todo de mucho cambio a todos los niveles. Estas son cuatro razones de peso, pero los seres humanos habitualmente preferimos mantenernos en la ilusión de la comodidad y la certidumbre; queremos caminar por la senda de lo conocido a fin de mantener una vida en la que no haya muchos contratiempos. Esta es una posición cómoda a priori, pero conlleva siempre mucho dolor y sufrimiento, porque la vida nos enseña a cada momento que todo está cambiando y moviéndose continuamente; todo fluye y refluye.

Cuando uno decide voluntariamente empezar a conocerse de verdad para plasmar una transformación interna se adentra en un mundo desconocido, repleto de incertidumbre y cambios constantes. Y no todo el mundo está dispuesto a ello ni preparado para esta labor.

En su libro señala que la relación con uno mismo suele ser tormentosa. ¿Por qué es así?

El viaje del crecimiento interior no es tarea sencilla. Evidentemente, es un viaje lento, largo, en el que se viven muchos momentos intensos a todos los niveles. Explorar y comprender nuestros ámbitos físico, mental y emocional nos lleva a percibirnos realmente, sin máscaras ni disfraces. Empezamos a vislumbrar dónde se encuentran nuestros miedos, angustias, represiones, inseguridades y toda esa carga inconsciente que hemos acumulado desde nuestros primeros años de vida.

Darnos cuenta de ello, tomar conciencia, es el primer paso, y el de mayor calado. Al mismo tiempo, nos permite poner luz en esas zonas oscuras que no somos capaces de percibir, y que son precisamente las que proyectamos en los demás: nuestros hijos, familiares, amigos, compañeros de trabajo, etcétera.

¿Es posible desaprender a cualquier edad?

Siempre es posible. Siempre estamos a tiempo de vaciarnos. Lo más importante es que vayamos percibiendo nuestros automatismos, nuestros sistemas de pensamiento rígidos, nuestras posiciones fijas, todo lo que nos ancla a no ser lo bastante tolerantes, respetuosos y equilibrados en nuestro día a día. Evidentemente, con el paso de los años todas nuestras creencias se solidifican a partir de habernos dicho lo mismo a nosotros mismos infinidad de veces. Pero aplicando voluntad, constancia y perseverancia podemos cambiar nuestra forma de pensar; el cambio se produce cuando lo nuevo se ha convertido en un hábito, a partir de la repetición. El desaprendizaje también se fomenta potenciando niveles de la mente superiores; esto incluye alentar todo tipo de procesos artísticos y creativos para que puedan emerger la intuición y la inspiración de la persona.

¿Por qué cuesta tanto realizar pequeños cambios si generan grandes transformaciones?

El ser humano se forja a base de costumbres y hábitos. Repetimos siempre lo mismo de la misma forma, a fin de que no se produzcan sobresaltos en nuestra vida. Pensamos, erróneamente, que somos nosotros los que tenemos el control de la vida. Nos sentimos aliviados manteniendo esta posición cómoda y de confort, sin comprender que nuestra evolución y desarrollo dependen de nuestra transformación personal.

Se nos olvida muchas veces que todo, absolutamente todo, está conectado y unido, y que un simple cambio que podamos hacer en nuestra vida la afecta siempre en su globalidad: influye en nuestra forma de pensar, sentir, relacionarnos, etcétera. Como bien expresó el gran místico y poeta sufí Rumi: «ayer era inteligente y quería cambiar el mundo; hoy soy sabio y deseo cambiarme a mí mismo».

El crecimiento del ser humano depende en menor o mayor medida de su compromiso con el cambio, consigo mismo en particular. No debemos olvidar que si queremos cambiar la realidad exterior deberemos empezar por nosotros mismos, por nuestra realidad interna.

¿Deberían los educadores fomentar más la educación consciente en las aulas? ¿Cómo?

Cada vez hay más educadores que, comprometidos con su crecimiento personal, apuestan por una educación consciente en las aulas, a pesar de encontrarse con las dificultades derivadas de tener que acatar el sistema. La observación y la atención del docente es clave para facilitar todos los procesos educativos adecuados para cada niño. La intervención consciente del docente es un punto importante también; es decir, el educador debe intervenir únicamente cuando sea necesario y relevante para el educando, dándole a cada momento el rol protagonista y activo del aprendizaje. Garantizar un contexto y entorno apropiado, divertido, funcional y adecuado para cada alumno es un elemento de suma importancia.

Hay que usar la mayéutica, es decir, la pregunta como herramienta educativa estrella para estimular la reflexión. También hay que fomentar la positividad y el desarrollo de lo artístico y creativo. Asimismo, son muy importantes el diálogo constante y el contacto con la naturaleza en todas sus expresiones. Y hay que acompañar al niño en la gestión eficiente de su mundo mental y emocional, en el desarrollo de sus procesos mentales superiores, en la adopción de formas de alimentación consciente, etcétera. Es pertinente toda acción educativa que abarque todas las dimensiones del ser humano y le garantice la máxima autonomía y libertad posible. El educador también podrá hacer uso de todo aquello que le mueva interiormente y perciba en consciencia, por supuesto, siempre desde una posición amorosa y respetuosa con el educando.

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