Acoso escolar: «Si no llevo a mi hijo al colegio, me lo quitan. Si lo llevo, se puede matar»

Carmen Cabestany, profesora y presidenta de la asociación No Al Acoso Escolar (NACE), recoge en su libro la dura y desconocida realidad del bullying y deja en evidencia la cadena de errores que se cometen desde las instituciones

Miren Jaurne: «Mi acosadora me reventó la cara a la salida del colegio mientras sus amigos me sujetaban. Y el centro escolar no hizo nada»

Carmen Cabestany, presidenta de Asociación NACE (No Al Acoso Escolar)

Carmen Cabestany describe en 'El bullying es cosa de todos' (Libros Cúpula) una cruda realidad tan desoladora como esperanzadora porque «tiene solución», asegura. Cabestany, profesora y presidenta de No Al Acoso Escolar (NACE), es una de las profesionales más reputadas acerca ... de una problemática que afecta a unos dos millones de menores en España.

«Un niño acosado se puede tirar por la ventana de un momento a otro, sin que lo veamos venir ni tengamos tiempo de reaccionar», escribe la también profesora de Secundaria. Y esto es algo que aterra a los padres, quienes deciden por el bien de sus pequeños no llevar a sus hijos al centro mientras solucionan el problema o buscan alguna alternativa.

Es entonces cuando las familias se enfrentan a una realidad tan perversa como desoladora: el sistema se les puede echar encima. Es decir, corren el riesgo de que Servicios Sociales y Protección de Menores les expediente y puedan perder a su hijo si este no acude a clase. Porque, además, « la jerarquía académica se amparan unos a otros y niegan el acoso escolar», afirma la docente en esta entrevista. «El colegio para defenderse siempre busca algo que achacar a la familia, algo que justifique el estado emocional del niño. Como si tuviera un problema en casa». Una estrategia que motiva aún más dicha intervención.

Este tipo de actuaciones, escribe Cabestany, «demuestran la incompetencia de las instituciones e ilustra cómo el maltrato que sufren los hijos se suma el maltrato institucional a la familia».

- 'El bullying es cosa de todos': ¿por qué este título? ¿Acaso este mensaje no ha calado?

Lo que la gente no ha asumido aún es que el acoso escolar es un asunto que nos concierne a todos. Sin embargo, se piensa erróneamente que es solo un tema que atañe a la comunidad educativa, es decir, familias, docentes y alumnos. ¡Y no es así! Ahora mismo, me estás entrevistando, lo que demuestra que es un tema que no se circunscribe únicamente al entorno escolar. Lo mismo sucede con la policía cuando las familias tienen que denunciar un caso; o con la judicatura, porque se judicializa el hecho; o con la política, porque es donde se hacen las leyes; o con la sanidad, porque un pediatra avezado puede detectar un caso, o porque algunos de los niños acosados acaban en centros de salud mental, etc.

- Así que es una asignatura pendiente...

Claro, entre otras cosas porque no se hace trabajo en red. Es decir, ante un intento de suicidio, un médico no se puede limitar a dar un ansiolítico a un menor y mandarlo para casa. Debería hacer un informe para el colegio explicando las condiciones en las que ha llegado ese niño al centro salud y especificando que el centro ha de protegerlo. Eso es lo que planteo en el libro: todos podemos hacer algo. Todos debemos trabajar en red para que esa red sostenga a los niños. ¿La Fiscalía dice que tiene que archivar el caso porque no hay pruebas? De acuerdo. Pero que haga un escrito al centro escolar informando del caso y pidiendo su intervención.

El bullying es cosa de todos. Y tenemos que concienciarnos de que todos tenemos que actuar por el bienestar de los niños. Esto es un rompecabezas en el que cada sector social es una pieza fundamental para poder armarlo. Cuando todas esas piezas encajen, probablemente habremos terminado con el bullying.

- ¿Qué ha de cambiar para que encajen?

Necesitamos una mayor conciencia y consciencia por parte de todos. Y mucho corazón. Del acoso escolar no se habla en casa, por ejemplo, pero sí del alcohol o de las drogas para prevenir esas conductas en los menores. ¿Por qué no se habla del bullying? Porque las familias no le conceden la misma importancia. En cuanto a los profesores, no hay ni siquiera información ni formación en acoso escolar. Lo mismo sucede con otros profesionales que están en contacto con niños. Se sigue diciendo, no siempre por mala fe sino a veces por falta de conocimiento: «Son cosas de niños, no hagas caso». Esto no debería ser así. Y no lo sería si pensásemos que podría ser tu niño o el mío el próximo en ser acosado.

- Dices que el libro es un homenaje a los niños que han pasado por tu vida. ¿Qué casos te han marcado especialmente?

(Suspiro) Son tantos... porque me dejo un trozo de corazón y de piel en cada uno de los casos, intentando salvarlos a todos. El caso que relato en el libro, el de Nadia, es especial. Cuando esta niña y su madre llegaron a mí, vi muy claro que si la niña volvía al instituto se tiraría por la ventana. Pero hay otra cosa que tengo que destacar y que es especialmente sangrante para mí: los casos que acaban en retirada del menor.

«Se sigue diciendo: 'Son cosas de niños, no hagas caso'. Esto no debería ser así»

- Lo cuentas en el libro. Las familias se ven en una encrucijada porque, tal y como relatas en torno al caso de Nadia, si su madre no la mandaba al instituto, los Servicios Sociales aparecerían para retirarle la custodia por absentismo escolar. Si la mandaba al centro, esa niña acabaría tirándose por la ventana...

Efectivamente. En estos momentos, desde NACE estamos interviniendo en casos cortados por el mismo patrón. Cuando una familia denuncia un caso de acoso escolar y amenaza con denunciar o ir a los medios de comunicación, el colegio para defenderse siempre busca algo que achacar a la familia, algo que justifique el estado emocional del niño. Como si tuviera un problema en casa. Entonces, derivan el caso a Servicios Sociales. Si hay absentismo, aún lo tienen más fácil. De Servicios Sociales, el tema puede pasar a Protección de Menores, quienes pueden determinar que el menor está en desamparo y retirárselo a la familia.

- ¿Cómo? Es difícil de creer. Ósea que un menor es víctima supuestamente de acoso escolar, sus padres, mientras gestionan el caso, le protegen en casa sin que vaya al colegio, y encima, ¿le quitan a sus hijo?

Sí, recientemente hemos atendido a una mamá que estaba en ese caso. Estando el menor en consulta con la psicóloga, la policía llegó y se lo llevó. Pero por suerte al día siguiente, gracias a que los abogados habían pedido medidas cautelares, la juez determinó que el niño fuera devuelto a su madre. En algunas ocasiones, la policía entra sin orden judicial en el colegio y se lleva al chaval a instancias de Protección de Menores. Esta misma mañana, una madre de Madrid me planteaba un caso parecido. Es un tema perverso y roza la prevaricación.

- ¿Y actuar así no es ilegal?

Desde NACE estamos viendo actuaciones presuntamente ilegales o cuando menos, irregulares. ¿Cómo le vas a retirar a una familia a su hija sin que haya una resolución y sin que hayan podido recurrirla? ¿Y sin la intervención de un juez? El problema es que Protección de Menores tiene capacidad para hacerlo.

Entonces, nos preguntamos: ¿qué es lo que realmente está pasando? ¿Hay un cierto interés en retirar a los menores? Para mí, estos casos son especialmente dolorosos porque se sitúan a las familias en un callejón sin salida: si no llevan a su hijo al colegio, se lo quitan. Y si lo llevan, se les puede matar.

- Menuda impotencia para los progenitores. Se sentirán completamente desamparados...

Absolutamente. A menudo, las madres enferman. Fibromialgia, cáncer… Son daños colaterales brutales del acoso escolar que la gente desconoce.

El problema es que, frecuentemente, nadie da crédito a la familia. La jerarquía académica se amparan unos a otros y niegan el acoso escolar. Cuando a veces se produce un resultado de muerte, es consecuencia de una cadena de negaciones, errores, desaciertos, incomprensión... que acaba de la manera más dramática. Pero incluso cuando el menor no se suicida, puede quedar destrozado. Algunos chavales aseguran que lo peor no es matarse, es estar muerto en vida.

«A menudo, las madres enferman. Fibromialgia, cáncer… Son daños colaterales brutales»

- Los colegios siempre presumen de que no hay acoso escolar y que si se diera algún caso, actuarían. Lo mismo pasa con los profesores. Los políticos -dicen- estar en contra y no permitirlo. Pero luego se dan casos como el de las gemelas de Sallent o del menor de Vallirana.

No reconocen sus equivocaciones. Hay una gran hipocresía social. Todo el mundo dice estar contra el bullying pero, a la hora de la verdad, muchos miran para otro lado. Y cuando eso pasa y un menor sale perjudicado, ¿quién asume la responsabilidad? ¿A cuántos centros escolares se expedienta? A mí me gustaría saber las cifras. ¿Por qué no actúa la administración educativa cuando se han hecho mal las cosas?

Con respecto a los políticos, todos dicen que van a hacer algo. Yo me he reunido con muchos de ellos. Siempre te dicen que «tolerancia cero contra el acoso escolar» pero a la hora de verdad... Nada. Tienen otras prioridades y, desde luego, salvar a los niños y acabar con el maltrato en las aulas no es una de ellas. Por ejemplo, el Parlamento de Cataluña aprobó el 'Decálogo contra el acoso escolar' en 2020 pero la Consejería de Educación catalana se niega a implementarlo. Entonces, ¿de qué sirve aprobarlo?

- El acosador, ¿se gesta en casa?

Sí, pero el tema es multifactorial. Puede que la familia lo haya hecho mal, pero también es posible que ese menor, por ejemplo, consuma cierto tipo de violencia (porno, videojuegos…). Una educación demasiado laxa en casa y en la escuela, que permite y no sanciona el maltrato, contribuye a fomentarlo.

También hay que tener en cuenta que hay diferentes tipos de acosadores. Podemos enfrentarnos a un psicópata pero, a veces, hay alguien que sufre mucho. Y a éste hay que darle la atención que también merece, aunque eso no excluye que deba asumir las consecuencias de sus actos. Lo deseable sería que, con el apoyo necesario por parte de diferentes profesionales, se recuperase y dejase de acosar.

- Y la familia del supuesto agresor, ¿cómo suele actuar?

En general, protegiéndole. Cuando les llaman del colegio para informarles de lo que está haciendo, se lo toman muy mal. Lo primero que dicen es: «Mi hijo no. ¿Quién ha dicho eso? ¿Dónde están las pruebas?». Los padres no se dan cuenta de que, al sobreprotegerle, pueden estar formando a un delincuente que puede seguir maltratando en el futuro.

Al mismo tiempo, hay que señalar que el sistema educativo es muy garantista con los agresores y muy poco con las víctimas, lo cual dificulta mucho que se tomen medidas efectivas.

- ¿Qué pasa con los niños que son testigos?

Como no reciben ningún tipo de formación sobre acoso escolar, están sometidos a la ley del silencio y al miedo a la palabra «chivato». Tienen miedo. En general, siempre hay un cabecilla que es capaz de someter a todos los demás. En parte porque los niños no son conscientes de que la unión hace la fuerza y de que, unidos, pueden y deben proteger a la víctima y enfrentarse al agresor.

- Cuentas en el libro que enfrentar a la víctima con el agresor se sigue haciendo con el objetivo de solucionar el asunto. Pero es contraproducente, ¿no?

Sí, en los centros escolares los siguen sentando a la misma mesa. Es todo un despropósito. No sé cómo no se entiende que eso es una barbaridad. En el caso de una mujer maltratada, ¿se le ocurriría a alguien llamar al marido para un careo? Pues es lo mismo, o peor, porque son niños…

- A pesar de todo este desolador panorama, aseguras en el libro que el acoso tiene solución.

Sí, la tiene. Se puede evitar. Pero es cosa de todos. Con el libro quiero que se entienda la dimensión del acoso escolar, lo que la gente desconoce, lo que subyace, lo que no vemos… Porque, en este tema, solo vemos la punta del iceberg.

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