«La gente trata a los niños como adultos inacabados. Hay que entender que son seres completos en cada etapa»
Marco zagal, experto en filosofía Montessori y neurociencia educativa, abre el debate sobre las consecuencias de tratar con la infancia sin tener formación
ABC Familia
Médicos, dentistas, nutricionistas, odontólogos, entrenadores, abogados de familia, entre otras profesiones, tratan con niños sin ser profesores. Al carecer de formación específica sobre educación es muy posible que, aun siendo profesionales perfectamente válidos en su campo, incurran en desaciertos para con en el bienestar emocional ... y psíquico de los niños.
Zagal, director de la Organización Montessori Canela, apuesta por el bienestar de los pequeños en todos los espacios de la vida. En el colegio, en casa, en consultas médicas, en actividades extraescolares, etc. Por ello, el objetivo de esta organización es proteger y cuidar de la infancia, etapa de especial vulnerabilidad y crucial en el desarrollo de la personalidad y la autoestima de cada persona. «Animamos a todos los profesionales que traten con la infancia, a formarse sobre sus necesidades psíquicas cognitivas y emocionales».
Zagal fue profesor de química y biología en secundaria durante años y pronto se dio cuenta que la forma en que los profesores se relacionaban con la infancia no podía ser buena para ellos. «Distancia, verticalidad, autoridad, incluso malas palabras. De ninguna manera eso puede ser positivo», cuenta.
Más tarde tuvo hijos y vio cómo esos tratos se daban en muchos otros ámbitos fuera del colegio. «La gente trata a los niños como adultos inacabados y es importante entender que son seres completos en cada etapa y merecen el mismo respeto y trato que los adultos».
Desde la Organización Montessori Canela Internacional investigan sobre la realidad educativa en distintos contextos y ofrecen formación basada en la filosofía Montessori a docentes, familias y profesionales sobre las necesidades psíquicas y emocionales de la infancia. Zagal afirma que todos los profesionales que tratan con niños necesitan formación específica en educación. Es la vía principal para un cambio de consciencia sobre la importancia de una infancia feliz para el desarrollo de adultos emocional y socialmente sanos.
El lenguaje corporal, las palabras y el tono que usamos cuando hablamos con niños debe adaptarse a su capacidad de comprensión, especialmente en situaciones nuevas. Es importante que el menor entienda en todo momento lo que está ocurriendo para que se sienta seguro. Es común en contextos médicos, por ejemplo, dar por sentado que se puede proceder sin dar explicaciones, pero los niños lo viven de forma traumática.
Ana Parra, odontopediatra, nos cuenta su experiencia. «La gran mayoría de los niños vienen a consulta muy asustados. Creo que siempre es responsabilidad del odontólogo que el paciente se sienta cómodo y en el caso de los niños, más. Les tienes que transmitir confianza y crear un ambiente cómodo y relajado para que se dejen tratar».
Lo ideal sería que la formación de profesiones que tratarán con personas en su día a día tenga contenido específico y de calidad sobre cómo hacerlo con niños. Sería ir al origen del problema, pero la realidad es otra y las consecuencias las pagan los más vulnerables .
Júlia Pi, enfermera en Barcelona explica que «en la carrera nos enseñan cómo tratar con niños, pero creo que es insuficiente y muchas cosas están desfasadas porque después cogen miedo a venir al médico porque la otra vez cuando les dijeron ‘tranquilo que no te va a doler’ sí que les dolió”».
Zagal insiste, aunque suene contradictorio, en que «infantilizar la infancia es malo para ellos y afecta directamente a su autoestima. El resultado son adultos desconfiados y dependientes».
Júlia Pi al asegurar que « mentir al paciente es una falta de respeto y está específicamente prohibido en el código deontológico , pero cuando es un niño nos pensamos que no pasa nada y sí que pasa».
Hay que tener en cuenta que cuando se trata con niños, ellos conciben en todo momento a los adultos como referentes, si se miente y se ignora su bienestar, normalizarán esta forma de proceder. «La forma en que se trata a los niños tiene consecuencias en la sociedad del mañana», afirma Zagal.
Por otro lado, es necesario saber que la capacidad de un niño para entender lo que ocurre a su alrededor es mucho más limitada que la de un adulto, sobre todo entre los 0 y los 6 años, cuando su capacidad de abstracción está todavía en desarrollo . Un buen profesional debe saber transmitir tranquilidad y confianza, debe tener capacidad para hacer entender que el proceso en el que se encuentra es por su propio bien. Ya sea en una consulta médica o en el despacho de un abogado de familia.
Cuando un niño vive una situación de forma traumática o invasiva, será muy difícil que supere esa idea. Los episodios que generan emociones fuertes entre los 3 y los 6 años, se acaban desarrollando como creencias muy sólidas.
Tihany Rodríguez, costarricense especialista en ortodoncia y ortopedia maxilar, expone las consecuencias: «Creo que es necesaria una formación porque el trato que tengamos con ellos tiene un impacto para toda la vida. Si fuera más agradable la primera cita al odontólogo, tendríamos menos índices de caries. Yo creo que la gente acude cuando ya tiene dolor, porque no hay alternativa. Nos falta abonar más la cultura de la prevención».
La formación específica sobre la infancia es necesaria incluso en los espacios de ocio, sobre todo en las actividades deportivas, en las que la competitividad es casi intrínseca al juego y fácilmente puede contaminar el ambiente. Albert Closa, exentrenador de balonmano, explica que él entrenaba a niños y también jugaba con su equipo. «A veces se me olvidaba que eran niños, que lo importante para ellos era pasarlo bien y aprender cosas del deporte en equipo».
La formación sobre educación tiene además algo de terapéutico, porque nos obliga a observar nuestra infancia, qué tratos nos dolieron o nos hicieron sentir humillados. Por ese camino se despierta una empatía hacia el niño que fuimos y nos permite no caer en automatismos fruto de la educación recibida.
«Estoy seguro de que, si hubiera tenido formación sobre el tema, hubiera sido mucho mejor entrenador. Al final yo hacía lo que veía en mis entrenadores: autoridad y mucha caña bastante injustificada», afirma Closa.
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