¿Crees que tu hijo puede tener TDAH?

Se puede manifestar con predominio de déficit de atención, con predominio de hiperactividad o combinado. Y es habitual que un niño presente unos pero no otros, de ahí la duda de muchos padres a la hora de tener claro lo que le pasa a su hijo.

A pesar de que en la edad adulta aún se diagnostican casos, los síntomas en realidad aparecen antes de los 12 años y se manifiestan durante al menos seis meses.

Entre los rasgos de una persona con TDAH, existen algunas señales que pueden ayudar a detectar este trastorno y tratarlo cuanto antes.

Para Laura Palomares, una de ellas es que el control del impulso es inadecuado y muestra conductas en ocasiones disruptivas. También les puede costar mucho mantener su turno o esperar para conseguir un objetivo o refuerzo.

Pero si hay algo especialmente llamativo, son las dificultades en la atención y concentración, de manera que tal y como explica Palomares, «a menudo les cuesta seguir el hilo de una película o juego, seguir una lectura o tomar la iniciativa para realizar cualquier tarea que requiera esfuerzo o concentración». Asimismo, tienen olvidos a menudo o se muestras despistados.

A nivel motor, cuando hay hiperactividad, les cuesta mucho permanecer sentados en su sitio y necesitan moverse. De hecho, «muestran nerviosismo cuando están parados, moviendo piernas y/o manos de forma rítmica, doblándose o agitándose en la silla. En genera, hay un exceso de actividad cinética».

Algunas teorías dicen que este trastorno no existe. «Es cierto que, a menudo, se abusa de clasificaciones diagnósticas y hay que ser muy cuidadoso sobre todo a la hora de prescribir psicofármacos. Muchos niños son más nerviosos y acaban regulándose con el tiempo; otros pueden tener un cuadro de ansiedad; y en otros casos hay que tener muy en cuenta que detrás de estos síntomas puede haber un trauma del desarrollo que a veces puede confundirse con TDAH. Por ello, es muy importante que el diagnóstico lo hagan profesionales especializados y que se incluyan pruebas neurológicas que permitan descartar otras causas», aclara esta psicóloga.

Desde el punto de vista de esta experta, siempre es mejor no clasificar o hablar de trastorno y ceñirse a los síntomas. De esta forma, hablaríamos de dificultades de atención, de impulsividad, de hiperactividad… con el fin de no etiquetar al niño o adolescente en una clasificación que parece que le define y de la que no puede salir.

¿Cuál es su tratamiento? En la mayoría de las ocasiones se recurre a los fármacos, por eso es fundamental un diagnóstico en profundidad. «Desde la psicoterapia, el tratamiento se centra en el desarrollo de habilidades sociales, el desarrollo del control del impulso, el aprendizaje de herramientas relacionadas con la gestión y la regulación emocional. Se hace especial hincapié en la mejora de la autoestima, ya que a menudo estos niños llegan a terapia con sentimientos de inadecuación o rechazo, que les afecta en el ánimo y autoconcepto, lo que a su vez afecta en sus síntomas», concluye Palomares.