Familia
Los cuidados que hay que tener ante un niño alérgico
En los últimos 25 años se ha producido una proliferación importantísima de sensibilización alérgica tanto alimentaria como respiratoria

«Descubrí que mi primer hijo era alérgico cuando tenía 20 días de vida tras pasar tres semanas infernales de vómitos, llantos sin consuelo, pérdida de pérdida de peso, visitas diarias al pediatra y noches enteras en urgencias. Una noche se puso muy malito y no paraba de vomitar, su aspecto se había deteriorado mucho en los últimos días y tras varias pruebas le fue diagnosticada, por fin, una alergia a las proteínas de leche de vaca». Quién habla así es Silvia Díaz, madre de un niño y una niña, siendo el niño el alérgico ( APLV ). Ser periodista tuvo que ver también en que se animara a contar en su blog un menú sin leche y los peligros tan graves como la muerte por saltarse las normas.
Esta semana se produjo el triste fallecimiento de un niño alérgico de 6 años en una granja escuela en Madrid. A la espera de saber por qué murió, han saltado todas las alarmas y no es para menos. Muchas personas siguen sin estar concienciadas de lo importante que es no saltarse jamás las normas que un niño alérgico tiene con respecto a su alimentación.
Silvia reconoce que «mientras que mi hijo fue bebé y estuvo conmigo en casa todo era relativamente sencillo —a pesar de que los fabricantes no ayudan demasiado con el etiquetado de productos—, pero cuando empezó el colegio la historia se complicó. Ahí es cuando me di cuenta de la ignorancia de la sociedad, el poco interés que tiene la gente en saber más sobre alergias alimentarias y la falta de conciencia social tan grande que existe».
Añade que es fundamental que profesores, cuidadores y monitores conozcan las principales alergias alimentarias que existen en la infancia así como identificar correctamente el etiquetado de un producto. «Es importante también —añade— que sean conscientes de que la contaminación cruzada, trazas o incorrecta manipulación de alimentos puede ser igualmente perjudicial para el niño alérgico y, sobre todo, que sepan cómo actuar en caso de shock anafiláctico. Todos los que estén a cargo de un niño alérgico deberían saber usar el inyector de adrenalina y practicar los primeros auxilios si fuese necesario».
Mucha gente cree que los padres son exagerados cuando no desean que nadie les ofrezca alimentos a sus hijos sin consultar primero con ellos. No es un capricho. Al menos no es en todos los padres. Ofrecerle a un niño alérgico algo que no puede tomar, puede tener gravísimas consecuencias. Silvia reconoce que «todos los que sufrimos alergias alimentarias en nuestro entorno cercano deberíamos hacer labor de concienciación. La mayor parte de los problemas se producen por la ignorancia (normal y lógica cuando no se padece este problema) de la gente, por lo que está en manos de los afectados y sus familias informar de los peligros que conllevan ciertos actos. En general, la gente suele agradecer que se les informe ya que no son conscientes del peligro real que puede conllevar una mala praxis en temas de alergias alimentarias».
¿Y qué dicen los pediatras? Para Joaquín Carrasco, jefe de sección del Servicio de Pediatría del Hospital de Barbastro (Huesca) y miembro de la Sociedad de Alergia pediátrica de la AEP lo más importante es saber distinguir la intolerancia a la lactosa de la alergia a la proteína de la vaca.
Se trata de dos conceptos diferentes:
En un caso, el de la lactosa, que es un hidrato de carbono, lo que puede existir es una intolerancia por existir un déficit de lactasa que es la enzima que metaboliza la lactosa. Se manifiesta con molestia abdominal o dolor, vómitos o despeño diarreico.
En el caso de las proteínas de la leche de vaca puede existir una intolerancia o una auténtica alergia IgE mediada. La inmunoglobulina E es la proteína que media las reacciones de tipo alérgico.
En el caso de intolerancia a las proteínas de leche de vaca las manifestaciones clínicas son diferentes y no se manifiestan con reacción de tipo urticarial, sino más bien como dificultad en la digestión de la leche.
La alergia a las proteínas de leche de vaca suele manifestarse en los primeros meses de vida del niño. Cuando se introducen los primeros biberones o en el tránsito entre la lactancia materna a la artificial. El niño crea anticuerpos Ig E específicos en contra de esas proteínas que el organismo considera extrañas.
También puede existir sensibilización a las proteínas de leche de vaca a través de la leche materna, aunque son casos mucho menos frecuentes.
La sintomatología en el caso de alergia son más floridos con vómitos, urticaria o incluso deposiciones con sangre.
En niños más mayores puede haber compromiso de la vía respiratoria.
Protocolos que deberían ser de obligado cumplimiento para centros escolares
•Los padres deben dar a conocer todas las intolerancias o alergias alimentarias del niño. Las más frecuentes son las de la leche, el huevo, los frutos secos, frutas, y pescado.
•Mentalizar a los niños para evitar la ingesta de alimentos a los que son alérgicos.
•En el caso de pacientes que han sufrido reacciones muy graves, llamadas anafiláciticas, deberían llevar adrenalina precargada. La adrenalina, y no otros medicamentos como antihistamínicos o corticoides, es el medicamento de elección en caso de reacción alérgica grave.
•Se debería instruir a maestros y cuidadores en su administración por vía intramuscular. Es un medicamento seguro y rápido en su eficacia.
Por último el doctor Carrasco, preguntado por el posible motivo por el cual ahora existan muchas más alergias reconoce que, efectivamente así es. «En los últimos 25 años hemos asistido a una proliferación importantísima de sensibilización alérgica tanto alimentaria como respiratoria a inhalantes como pólenes de gramíneas, olivo, arbustos, ácaros del polvo…La razón última es totalmente desconocida. Nos encontramos muchos casos en los cuales la historia clínica no nos delata antecedentes familiares de ningún tipo. Se barajó la posibilidad en tiempos de que un exceso de limpieza evitara que el niño se enfrentara con los antígenos a los que antaño se enfrentaba. Pero no se ha podido demostrar una teoría superior a otra».
El hecho cierto es que el triángulo de enfermedades atópicas, como el asma, la dermatitis atópica y la alergia alimentaria se han acomodado en nuestra infancia y no observamos una tendencia a la disminución en su incidencia, sino todo lo contrario un aumento de las mismas tanto en frecuencia como en intensidad.
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