Consejos para no ser un padre ñoño. ¿Comprarías un pelele con olor a placenta?
¿O un capazo con airbags? Descubre si eres un papá cursi

¿Quién no se enternece con los primeros balbuceos, sonrisas, pucheros y muecas de su bebé? Hasta el punto de volverse ñono y cursí. Hasta verse realizar expresiones, gestos y utilizar una jerga que si no fuera porque es padre consideraría que roza el ridículo. Hasta ver que su retoño es el único protagonista de todas sus conversaciones. La llegada de un recién nacido revoluciona emocional y psicológicamente a los progenitores hasta transformarlos en personas que no se reconocen a sí mismas.
Desdramatizar el hecho de ser padres es el objetivo del manual «Padres no noños», un libro que recoge un compendio de consejos de su autor Ata Arrópide para combartir la ñoñería que se instala en muchos padres con la llegada del recién nacido. Con ironía, de forma divertida y amena, Ata hace que los padres pongan los pies en el suelo. Por ejemplo, haciéndoles ver recomendaciones tan simples como que no hace falta cambiar el apartamento de 50 metros cuadrados por un chalet de 400 metros con la excusa del bebé: «la criatura de 50 centímetros no justifica los 350 metros de más». Tampoco hace falta cambiar de coche y adquirir un monovolumen, que puede ser más cómodo y desahogado, «pero no vayáis por ahí diciendo que los tres no cabíais en una berlina de cuatro metros y medio».
«No vayáis diciendo que el bebé y sus padres no caben en una berlina de cuatro metros»
Contra lo que no se puede luchar
Hay que prepararse para algunas realidades, cree el autor. Admitir que las abuelas son el summum de la ñonería, «son ñoñas porque les da la gana y punto. Y si les apetece hacer muecas, pucheritos y hablar en falsete, lo hacen, ¡¿pasa algo?!». Y que habrá que poner buena cara ante los regalos putada: «cachivaches que emiten sonidos supuestamente relajantes, pero que te ponen de muy mala leche, peluches de dimensiones desproporcionadas que no caben en casa... El regalo putada estrella son las esclavas: el artículo 4 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos prohíbe todo tipo de esclavitud, y eso incluye las terribles pulseritas de oro». O admitir la estética del color rosa para todo lo que lleve el bebé si es niña. Con los niños, el tema del color no es tan evidente, «pero es fundamental aplicar la norma anterior a la inversa: nada de rosa. Además, hay un icono «comodín» que garantiza la masculinidad de cualquier prenda, adorno o complemento: el coche».
Este manual explica a los padres que preocuparse es normal, «pero no hay que ser histérico». El niño necesita pañales, toallitas, baberos, tetinas, esterilizadores, sillitas, maxicosis... Pero la imaginación del mercado tratará de romper los esquemas del sentido común: el termómetro con GPS, el pijama que avisa si el bebé está despierto, el capazo con airbags, el chupete de la NASA, el pelele con olor a placenta... El consejo del autor es «no os dejéis influir por muchas necesidades creadas artificialmente. Porque, por ejemplo, con los actuales límites de velocidad, ¿realmente necesitáis un cochecito con frenos de disco? ¿o intercomunicadores con cámara de infrarrojos en un piso de sesenta metros cuadrados? Si llora te enterarás. Fijo».
No hay que dejarse llevar por las necesidades creadas por el mercado
Recuperar las conversaciones
Otro de los síntomas más comunes de que el bebé ha invadido hasta el espacio vital de los papás es cuando es el tema y el protagonista de todas las conversaciones. Al principio hasta hace ilusión. Después, se echa de menos hablar del tiempo, del fútbol «o de la vecina del quinto». Para no caer en esto, Arróspide aconseja:
«—¡No piques! Hay muchos papás que utilizan una enrevesada estrategia para cazarte: se acercan a tu bebé con cara de entusiasmo, le dedican un par de piropos o tres para que se te caiga la baba, y cuando ya te han enganchado sueltan la frase bisagra «pues el mío…». A partir de ahí comienza su infumable monólogo y estás atrapado.
—Sé cobarde. Si tu pareja ha sido capturada por el enemigo no trates de rescatarla, porque sólo conseguirás caer tú también.
—Y el último y más evidente: No empices tú. Si tú mismo abres la caja de Pandora, ni hay forma de escapar, ni tienes derecho a quejarte».
El sentido de la música, la ropa y las nuevas costumbres que adquieren mamá y papá, la moda de las bisabuelas para el bebé, cuando salen los molares, el idioma del niño... El manual aborda otros aspectos de la llegada del bebé, con la misma simpatía y sabiduría. El autor es también padre de dos hijos.
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