España es Pau Gasol, pero es mucho más. En ese grupo de héroes que el jueves derrotaron a Francia para escribir una página de oro del deporte español hay un puñado de jugadores comprometidos con una causa que va más allá de la canasta. Que son casi una familia y que han sabido adaptar su rol en pos de un bien común. Sin importar la gloria personal.
En esa labor gris de cortafuegos, Sergio Llull ha cumplido un papel fundamental. «Aquí no tengo que meter 20 puntos por partido», asume, consciente de que, junto a Rudy, deben ser los líderes defensivos del equipo. Llull ha perdido la frescura de la temporada. No anda fino en el lanzamiento y lo sabe. A Rudy le duele la espalda y el aro se ha convertido en un enemigo, pero aún así, ambos han sido un pilar para que España esté en la final.
A ellos se ha sumado un Claver fundamental al que nadie esperaba y que por fin ha encontrado su lugar en el equipo. «Sabiendo lo que tiene que ser, Víctor es muy útil para la selección», reconoce Scariolo. El espíritu defensivo de este trío lo han entendido los demás y de la España vulnerable del primer día apenas queda nada. Mirotic ha abandonado sus miedos para ser uno más. Aún le queda un largo recorrido para ser el jugador que ansía la selección, pero está por el buen camino. Sin nervios, calmado.
La guerra del capitán
Nunca los tuvieron Pau Ribas o San Emeterio, los hombres para todo, capaces de anotar con fluidez desde el perímetro y de secar a la estrella rival. Sin ser imprescindibles, nunca han dejado de ser necesarios. Colosos por momentos, como Felipe Reyes. El capitán parece un juvenil a sus 35 años, capaz de insuflar aire al equipo cada vez que lo necesita sin importar el brillo propio.
Lanzando mensajes al pasado en cada acción que protagoniza sobre la cancha. Dando lustre al equipo rumbo a la victoria. Como Sergio Rodríguez, el motor que necesitaba España y que, tras los titubeos iniciales, ha vuelto a mostrar su mejor versión con una sonrisa siempre en el rostro. Con la magia siempre preparada. Un jugador diferente que hace jugar al equipo de manera inesperada.
Un peligro constante para el rival, perdido ante su imaginación. A un lado, aunque presentes en todo momento, la juventud de Hernangómez y Vives y la veteranía serena de Aguilar. Experiencia inigualable para los tres en este Europeo que va camino de ser histórico para la selección. No lo será, hasta que no se levante el título. Una obsesión para todos desde que acabó el partido de semifinales contra Francia.