El colorido legado de Iris Apfel, icono de la moda y una de las influencers más longevas

La irreverente empresaria e interiorista estadounidense, fallecida en marzo pasado, se hizo famosa ya de mayor, a los 84 años, condición que terminó de despejar su mente de pudores y falsas modestias y la lanzó a mostrar públicamente, sin ambages, su particular gusto por la ropa y los accesorios, pero sobre todo los tejidos y el color, como un vehículo de comunicación, diversión y hasta una forma de arte.

Había estado vinculada a la industria casi toda su vida. Estudió Historia del arte y se dedicó al diseño de interiores, hasta que en 1950 fundó junto a su esposo Carl, con quien la unió una historia de amor de 70 años hasta la muerte de él en 2015, la empresa de fabricación de textiles Old World Weavers.

La firma de la pareja, que no tuvo hijos, se especializó en reproducir telas antiguas, algo que siempre la fascinó, la llevó de la mano a descubrir el mundo y la empujó a explorar mezclas y atrevidos diseños tanto en su propia casa en Nueva York -frecuente en las revistas de decoración- como en su armario, cargado de piezas vintage que podía combinar con las más actuales y rompedoras como también mezclaba sin prurito grandes marcas con hallazgos de mercadillo.

En sus atuendos no había nada pastel ni de tonos neutros. Lo suyo siempre fueron los colores intensos, la provocación a través de ellos, la osadía en las gamas y el maximalismo, pues cada uno de sus looks se componía de varias piezas superpuestas («más es más y menos es un rollo», sostenía) y complementos de todo tipo y gran tamaño, como sus míticas gafas de pasta, collares de cuentas y largos pendientes.

Si bien sus favoritos eran el rojo y el turquesa, se atrevía con todos los colores. «El color importa. Estimula algo en nuestro interior (...) Es un don precioso que hay que utilizar con sabiduría», aconseja en el libro, que contiene más de 300 fotografías de su archivo personal.

Apfel jamás pasaba desapercibida gracias a su imagen barroca. Primero destacó en el seno de la sociedad neoyorkina, luego en los círculos de la moda y el interiorismo y, por último, en los medios y las redes sociales, donde su cuenta en Instagram era seguida por más de 3 millones de personas. La pusieron en el mapa mundial primero, en 2005, la exposición que le dedicó el Instituto del Traje del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York ('Rara avis: The irreverent Iris Apfel') y luego, unos años más tarde, el documental sobre su vida que hizo Netflix ('Iris').

Apfel asegura en esta especie de biografía que siempre vistió de forma estrafalaria para darle salida a su carácter inquieto, experimental y creativo («el estilo puede ser una manifestación física de tu espíritu», escribe), y también un poco para contrarrestar la pulcritud y disciplina estética de su madre universitaria y trabajadora, toda una adelantada a su época y a quien reconoce como su gran influencia, gracias a su buen gusto, elegancia y sentido del humor.

Amante del jazz y de los viajes, además del tecnicolor su estilo se apoyaba en las texturas y los estampados, que eran, según revela en 'Colourful', un mapa de su recorrido vital y de la inspiración que recibió en Europa, gracias a su historia y arquitectura, y a la belleza y riqueza descubierta en sitios como Marruecos, Turquía o Líbano, adonde iba con su marido en busca de patrones y tejidos en bazares y mercados callejeros para su empresa, que entre otros clientes servía a la Casa Blanca.

Aunque se había convertido en un modelo de estilo, Apfel defiende en su obra el camino que debe seguir cada uno. «No quiero que te vistas como yo, ni que pienses como yo, esa no es la idea de este libro. Quiero que pienses por ti mismo, que encuentres los colores, la confianza y la inspiración creativa que te caractericen. Explora tu imaginación. Cree en tus instintos. Yo me guío por ellos«, advierte.

Al mantenerse en activo hasta el final de su larga vida («No quiero jubilarme nunca. Disfruto trabajando. Creo que el trabajo duro es mi medicina, mi salvación», admite), y gracias a la amplificación de su mensaje que tuvo sobre todo en las redes sociales, Apfel se convirtió también en ejemplo de vitalidad sin edad y emblema de la lucha contra los prejuicios vinculados a ella. Como buena influencer, dejó escritos sus consejos: «Para mantenerse joven, es importante seguir aprendiendo» y, aún más cercano a ese mundo digital, «No procastines. Nada sustituye a la experiencia«.