El guardarropa de Isabel la Católica

Isabel comenzó a recibir embajadas de reinos cercanos y lejanos desde que se convirtió en reina de Castilla. Para que su gravedad y boato fuesen creíble e imbuyesen a la soberana de una verdadera dignitas regi, ella mantenía las distancias y las formas incluso con sus sirvientes y corte.

Para muchos de sus retratos, la Reina Católica vestía con gran pompa, prendas de enormes volúmenes sobre el famoso verdugado español, elaboradas en exquisitos tejidos y rematadas en oro y pedrería. Solía llevar grandes escotes con velo, mantos de terciopelo bordado con aplicaciones de armiño, impresionantes coronas cuajadas de piedras preciosas y a menudo un rosario al cuello o una imponente cruz de Santiago. Escogía llevar anillos en distintos dedos y no escatimaba completando sus conjuntos con broches de rubíes y collares de oro o perlas.

Sus peinados, sofisticados, implican probablemente en algunos casos algún postizo situado de modo curioso, si bien la reina dejaba crecer su melena hasta pasada dicha sea la parte. No obstante, su seriedad y algún que otro accesorio, como ciertos cinturones, daban un buscado aire masculino a su figura. Se suele representar a Isabel la Católica con gesto serio , un detalle que quizás utilizaba para remarcar su poder y grandeza. Y el día que conquistó Granada, vistió un atuendo especial. En política, como en tantas otras cosas, la apariencia tiene mucho peso. Mañana más.