La verdad sobre las fotos de Juan Pablo II en bañador, un thriller en las memorias de Andreotti
Fue necesaria la mediación del cardenal riojano Eduardo Martínez Somalo para evitar la publicación de las fotos secretas del Papa en la piscina de Castel Gandolfo
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Iniciar sesiónLo llamaban Belzebú y el Divo Giulio . Todo eso y mucho más representaba una personalidad compleja, con mil caras, como Giulio Andreotti (Roma, 1919 – 2013), el político italiano más poderoso en buena parte de la segunda mitad del siglo ... XX, del que se acaban de publicar «Los diarios secretos del periodo 1979-1989», recopilados por dos de sus hijos. «Aparte las guerras púnicas, todo se me atribuye», solía decir Giulio Andreotti. En verdad, seguramente ningún otro político fue la imagen misma del poder: Siete veces jefe de gobierno, titular de 32 ministerios en diferentes ocasiones y senador vitalicio. Pero, además, su alargada sombra se introducía también en el Vaticano, con unas relaciones cruciales, hasta el punto de que el presidente de la República, Francesco Cossiga (1928 – 2010) decía de Andreotti: «No era un estadista italiano, sino un gran estadista del Vaticano, el secretario de Estado permanente de la Santa Sede, desde Pío XII hasta Juan Pablo II ». A la vista de esa relación constante con el Vaticano, en la introducción a «Los diarios secretos», el historiador Andrea Riccardi , experto en tema de la Iglesia, califica a Andreotti de «cardenal extern».
«Cardenal externo», sin púrpura
Fue utilizado como tal, aunque sin púrpura, como el hombre en las sombras para realizar secretas y delicadas misiones, ya fuera para explicar el pontificado de un papa polaco a los soviéticos y estadounidenses, o de poner en marcha negociaciones como la que a mediados de agosto de 1980 le encomendó la Secretaría de Estado del Vaticano, en la que jugó también un papel fundamental el cardenal riojano Eduardo Martínez Somalo , a la sazón sustituto de la Secretaría de Estado, equivalente a primer ministro del Vaticano. Los tres personajes clave del Vaticano en la época, el Secretario de Estado Agostino Casaroli, una especie de vicepapa para el Estado de la Ciudad del Vaticano, el sustituto Martínez Somalo y el secretario personal del papa, Stanislao Dziwisz , encargaron a Andreotti que encontrara un editor para comprar unas fotografías «robadas» (hechas sin la aprobación y conocimiento del Vaticano) al Papa y evitar que fueran publicadas. Eran tiempos en que la Polonia de Karol Woytila flotaba entre comunismo y democracia. Baste recordar que en ese mes de agosto de 1980, el día 14, un joven Lec Walesa encabezó la huelga general en los astilleros de Gdansk contra el régimen comunista, y dos días después nació Solidarnosc, el sindicato guiado por Walesa.
El encuentro con el español Martínez Somalo
El político democristiano cuenta en su diario que el 14 de agosto lo llamó «para resolver un problema urgente» el Secretario de Estado del Vaticano, Agostino Casaroli. Acordaron que al día siguiente, Ferragosto, una festividad con origen en la Roma antigua, que se celebra el 15 de agosto con un éxodo masivo de los italianos hacia la playa o montaña, el sustituto Eduardo Martínez Somalo viajaría a Merano, en la provincia de Bolzano, a los pies de los Alpes, donde veraneaba con la familia, a 670 kilómetros de Roma, 7 horas en tren. Andreotti escribe en su diario: «Martínez Somalo llegó poco después de las 8 del 15 de agosto (se marchó a las 11:15) pidiendo disculpas por la violación del Ferragosto. Tema: Fotos tomadas ilegalmente en la piscina de Castelgandolfo. El cardenal Hoffner recibió la noticia de una revista alemana, que ha tenido en oferta una serie de fotos que ha rechazado. Un monseñor fue a Roma advirtiendo: para la exclusiva pedían 300 millones de liras en ese momento. Casaroli, Martínez y Don Stanislao han decidido pedir mi ayuda, porque piensan que sé moverme y conozco los ambientes. Por ahora el Papa no lo sabe pero se le informará. Yo le comento (a Martínez Somalo) que si “Gente” (semanario popular italiano), lograra las fotos, habría dado un golpe de efecto».
Fueron semanas enloquecidas para las gestiones de Andreotti, con el objetivo de frenar la publicación de unas fotos consideradas por el Vaticano en ese momento embarazosas, sobre todo políticamente. Pensando en Polonia, según el Vaticano, no se podía mostrar un papa en bañador; de ahí las maniobras para una cesura cuestionable y polémica, aunque Andreotti excluye a Juan Pablo II de esa batalla de las fotos y su censura: «El problema más grave es la inseguridad de Castel Gandolfo; por lo demás, el Papa no es susceptible; cuando salió en la revista “Panorama” una caricatura suya no dijo ni pío». Andreotti en cierta forma le dio a entender a Martínez Somalo que, después de todo, las fotos de un Papa en bañador no pueden ser «escandalosas, ni siquiera una en la que el pontífice estruja el bañador», al borde de la piscina. El político democristiano añade: «Juan XXIII había abierto el camino. Un papa solo pío, a la vieja usanza, no habría comunicado con los jóvenes». El 19 de agosto, Andreotti escribe: «Me llama por teléfono el editor Rusconi . Se han hecho vivos los fotógrafos disparando cifras: Mil millones de liras por la exclusiva mundial y unos 300 millones para la exclusiva en Italia. Ore 21. Rusconi: La situación en Polonia obliga a hacer todo lo posible para impedir la publicación de las fotos. Está de acuerdo en asegurarse los derechos para no publicarlas. ¡Piensa en la televisión polaca!».
Misión cumplida
El 4 de septiembre, Andreotti termina felizmente su tarea, para evitar que se publiquen entonces las fotografías del papa en bañador en la piscina: « Bruno Tassan Din (del poderoso grupo editorial Rizzoli-Corriere della Sera) me enviará copia de las fotos». Durante mucho tiempo llegó a correr la falsa historia de que al político democristiano las fotografías se las había entregado Licio Gelli , el dirigente de la logia masónica Propaganda Due (P2), implicado en varios escándalos. Misión cumplida de Andreotti, el «cardenal externo». Se mostró «agradecidísimo» por su gestión el sustituto Martínez Somalo, según escribe Andreoti en su diario: «Martínez ha referido a quien debía hacerlo: “Al margen del tema específico de las fotos, ha valido la pena hacer el viaje de 14 horas (a Merano, Bolzano) para ver su eficacia”».
El grupo de cuatro fotógrafos que «asaltaron» la residencia veraniega del Papa en Castel Gandolfo, se embolsaron 600 millones de liras por las fotos, una aventura contada por uno de ellos, Roberta Hidalgo , en su libro «Las fotos secretas del Papa Wojtyla»: «Fijamos una cámara en los árboles frente a la piscina; la cubrimos con la cortezas para camuflarlo. A la cámara conectamos un monitor y, gracias a un control remoto, tomamos las fotografías».
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