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La reina de la noche marbellí

Emprendedora y ave nocturna. La propietaria de una de las discotecas más lujosas de Europa ha visto pasar por su club a lo más granado del famoseo mundial. Su vida está marcada por las estrellas, que no faltan a su cita con un clásico en la Milla de Oro

Olivia Valère, en su residencia marbellí. Foto: Josele-Lanza

EL altanero y esquivo Prince aupado en la cabina emulando a un pinchadiscos entre auriculares y ecualizadores. La top model Naomi Campbell marcándose unos pasos de baile sin poder pasar desapercibida. Los ex tórtolos Mariah Carey y Luis Miguel celebrando un cumpleaños a horas intempestivas. ... La princesa Magdalena de Suecia dejándose querer por su novio a pie de pista. Olivia Valère, empresaria francesa propietaria de la discoteca que lleva su mismo nombre, graba en su retina una galería de imágenes que Woody Allen habría querido para su película «Celebrity». Olivia controla al dedillo el libro de visitas de su lujoso club. Actores, cantantes, rostros televisivos, futbolistas, empresarios, miembros de familias reales europeas. «Es más fácil que me preguntes quién no ha pasado por la discoteca», bromea sentada en un mullido sofá de su chalé de Marbella. Olivia nos recibe en su casa a las seis de la tarde. Durante el verano su rutina diaria se escribe especialmente de noche. Hasta las seis o siete de la mañana, cuando echa el cierre de la discoteca. Su residencia tiene aires de palacete. Decoración francesa entremezclada con un toque árabe que recuerda a cualquier patio de la Alhambra. El salón es como un museo plagado de recuerdos. Fotos y más fotos enmarcadas decoran las grandes mesas. Por la cristalera se divisa una gran piscina que imita a un lago en medio de un oasis. En fin, un paraíso. Con un vestido marrón y el pelo suelto, la anfitriona comienza a desgranar los entresijos de una biografía relacionada desde su juventud con el espectáculo y con la industria del ocio. «Me ha gustado siempre porque es diferente», explica mientras mitiga el calor a ritmo armonioso con un abanico de madera. Se entusiasma contando su vida y milagros. Nacida en Marruecos, su familia se trasladó a París cuando ella tenía un año. Fue allí donde se casó por primera vez a los 18 años. Por aquella fecha ya le picó el gusanillo del cine y comenzó a dar clases de interpretación, aunque nunca se ha puesto delante de una cámara. Ha tocado más palos. A lo largo de su vida ha grabado tres discos, el primero en 1985, cuando ya regentaba su primera discoteca: Apocalypsis, en pleno corazón de la capital francesa. «Fue una de las discotecas más importantes del mundo. He recibido a toda la gente más famosa. Su sueño era ir a París a la discoteca de la que habían escuchado hablar tanto», recuerda. Su círculo de conocidos de renombre comenzó con su debut en el mundo de la noche en 1981. Por Apocalypsis pasó un jovencísimo Prince (ahora llamado «El símbolo»), que ni siquiera pisó el suelo del hotel. «Vino directamente del aeropuerto a cenar a mi discoteca», comenta entre risas. O el mítico Barry White, que logró sentar a la muchedumbre en plena pista mientras entonaba alguna de sus canciones de manera espontánea. Elizabeth Taylor, George Hamilton, Frank Sinatra, Alain Delon o Catherine Deneuve completan la interminable lista de clientes del primer negocio que fundó Olivia Valère. Fue otra famosa, la cantante Kimera, quien la trajo a Marbella en la celebración de un cumpleaños glamouroso. Un avión recogió a los invitados a lo largo y ancho de Europa. Corría el año 1984 y Olivia se quedó prendada de la Milla de Oro. «Marbella tiene un encanto diferente», asegura. No se lo pensó dos veces e importó su concepto de discoteca-restaurante -«Es muy simpático quedarse en el mismo lugar para comer y pasar la velada»- en el ¿discreto? edificio Gray D´Albion, en Puerto Banús, cubierto de mármol. Le siguió el club del hotel Puente Romano y años más tarde, en 1997, el edificio anaranjado que se dibuja en el margen izquierdo de la carretera de Istán. Tuvo un protector: «Jesús Gil sabía que me tenía que ir de Marbella porque se me terminaba el contrato con el Puente Romano y me dijo que me iba a ayudar a buscar terrenos». Dicho y hecho. En 72 días, una marca de auténtico récord Guiness, culminó la obra e inauguró en julio de 1997 Olivia Valère.

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