Peregrinaje al país de Nunca Jamás
Neverland -el país de Nunca Jamás en la ficción de Peter Pan- es sinónimo de infancia eterna, aspiraciones de inmortalidad, fantasía pueril y escapismo intenso hasta el que se puede llegar conduciendo doscientos kilómetros desde Los Ángeles. Y es que la propiedad del fallecido Michael ... Jackson en un valle de Santa Bárbara se ha convertido estos días en un peregrinaje obligado para miles de sus seguidores.
Poco importa que haya sido desconvocado un supuesto velatorio público en el recinto que sirvió como hogar al rey del pop durante casi dos décadas. La gente más variada sigue llegando con un peculiar entusiasmo hasta el umbral de estos once kilómetros cuadrados, con todas las papeletas para transformarse en una nueva meca funeraria para Estados Unidos.
Estilo narco-memo
El rancho de Neverland, ahora controlado por la empresa Colony Capital, no tiene mucho que envidiar en potencial turístico a Graceland, la mansión de Elvis Presley en Memphis; a la plaza donde fue asesinado Kennedy en Dallas o el edificio Dakota en Nueva York, escenario de la muerte de John Lennon. Perspectivas que espantan a un vecindario compuesto por ranchos de verdad, refugios para gente con dinero y ganas de privacidad, además de cultivos de viñedos y bodegas.
Todo dentro de un paisaje californiano que recuerda tanto a España y al que no resulta fácil llegar. Ya que el «show» generado por la repentina muerte de Jackson -con fans en acampada, una hilera interminable de unidades móviles y los trabajos en curso para restaurar la abandonada propiedad- ha servido para poner a prueba las evidentes limitaciones de la única carretera local, la Figueroa Mountain Road.
Las puertas mucho más historiadas de la propiedad se encuentran en un almacén. Lo cual no ha impedido que la entrada se haya convertido en un improvisado memorial. Entre vendedores de camisetas y refrescos se ven flores, personas realmente emocionadas y carteles con reproches de que «te has marchado demasiado pronto» y jaculatorias de todo tipo.
En el interior, el parque de atracciones y el zoo hace tiempo que fueron desmantelados. Las dos helipuertos están vacíos. Tampoco funciona el ferrocarril privado y los jardines no son lo que eran. Después de su juicio por pederastia en 2005, Jackson no quiso volver a Neverland, una propiedad que adquirió por 30 millones de dólares en 1987, todavía en el olimpo de la industria de la música y sin problemas de dinero.
Con la excusa de recrear la infancia que invirtió en su precoz carrera, el rey del pop no reparó en gastos para construirse este refugio, al que gustaba invitar a grupos de niños. El recinto se encuentra presidido por una mansión estilo tudor, ahora vacía pero en su día repleta en sus 1.300 metros cuadrados de exageradas antigüedades, juguetes y cuadros mesiánicos. Un estilo de decoración a medio camino entre narco y memo.
Por supuesto, tampoco faltaba la casi inevitable bañera de hechuras reales con grifos de oro. Como ha explicado un conocido crítico de arquitectura, Michael Jackson hizo con esa propiedad exactamente lo mismo que hizo con su música: crear un estrellato andrógino, dejando atrás la imagen «reaganesca» de lo que debía ser un rancho.
Todo Neverland fue registrado por un pequeño ejército de policías al hilo de las acusaciones de pederastia. Y un video-tour fue utilizado en el posterior juicio del que Jackson fue absuelto en 2005, pero del que nunca llegó a recuperarse de verdad. Según ha recordado un conocido, al artista le gustaba estar rodeado de estatuas para no sentirse solo.
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