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De oficio, niños prodigio

Pablito y Joselito fueron dos críos archifamosos del momento, y en su relevo vinieron Pepa Flores y Rocío Durcal

Rocío Dúrcal
Ángel Antonio Herrera

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Pepa Flores siempre replicó al título de «niña prodigio», porque se recordaba sólo niña cantante, y luego mujer que era actriz. Lo de prodigio le sonaba a adorno de recurso de la prensa del momento, que quería vender con ella a un ángel del desarrollismo. Marisol llega como un rubio trueno de esplendor al panorama cuando están de inicios de sus finales Pablito Calvo , y también Joselito , sobre el que las lenguas malvadas dijeron alguna vez que acaso no existió, porque no era un niño propiamente dicho, sino un adulto que creció poco.

Pablito y Joselito fueron dos críos archifamosos del momento, y en su relevo vinieron Pepa Flores y Rocío Durcal , dos monadas apabullantes que se lograron un carrerón de oro en la canción, y en el cine, y que luego, de adultas, emprendieron itinerarios muy distintos, y acaso hasta contrarios. El problema de cumplir una brillante carrera artística de niña es que luego das el estirón y te has quedado sin tajo. Marisol estrena su primera película, «Un rayo de sol», a los doce años, mientras España inaugura el horizonte del desarrollismo. A esos años le pondrá animación, y contento, y estampa, la cría Marisol. Empieza a ir declinando así «el cine de niño», digamos, y las películas cumbre de aquel género, «Marcelino, pan y vino», o «El pequeño Ruiseñor», protagonizadas por Pablito Calvo y Joselito, respectivamente.

La España de aperturismo que se va desperezando encuentra en Marisol la mejor electricidad de promoción. También en Rocío Durcal, sólo que Rocío Durcal ya quedaba un poco mayor para el modelo de infancia resuelta y alegre que se quería propagar. Al cine de niño le sobrepasa el cine de niña. De algún modo, fueron ambas, Rocío y Marisol, las musas de un franquismo que quería vestirse de colores.

De paso, completaban la breve y brillante tribu de los niños prodigio, que cantaban, y actuaban, pero que además vertebraban con sus peripecias la vida de entretenimiento de los españoles, porque las películas de entonces no eran sólo un soporte de críos que cantaban bien sino un patrón de virtudes, o méritos, que se comentaba incluso en las escuelas, como actividad paralela a las disciplinas comunes del aula. Aquellos críos de restallante popularidad no sólo pluriempleaban sus gracias en los oficios de artista sino que además brincaban con mucha foto en los pliegos de sociedad, y se les vinculaba a proyectos sociales o acontecimientos benéficos, como el día del Domund. Marisol creció, y transitó del entusiasmo aflamencado al cromo yeyé. Perdió las coletas de primavera, y los lunares de sastrería, y se pasó al fleco un poco hippy, y la canción melódica. Vino Pepa Flores , se hizo roja, y luego se retiró a Málaga. Rocío Durcal se mantuvo en una discografía de poca recaída, porque hizo las Américas, y ejerció la ranchera.

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