Mark Vanderloo revoluciona el Open de Tenis

Atiende a cada una de las personas que se le acercan, derrocha simpatía con todos aquellos que quieren una foto con él, se muestra cercano y contesta a las preguntas de los periodistas con paciencia infinita.

Más tranquilos, nos sentamos en la sala VIP y, removiendo su café solo, bromea: «Necesito un carajillo». Se defiende bien en español y mantiene una relación muy especial con nuestro país : «¡Estuve casado con una española!», dice, refiriéndose a su ex mujer, la modelo Esther Cañadas. «Sí, éramos una pareja perfecta... sobre todo porque yo no hablaba ni una palabra de español», vuelve a bromear. Conoce bien la capital («el barrio de las Letras, la Gran Vía, Colón...») y sus opciones nocturnas: «Aquí la noche es fantástica, empieza muy tarde y acaba muy temprano por la mañana». Pasa largas temporadas en su casa de Ibiza y asegura que le encanta nuestra gastronomía y el carácter mediterráneo.

Cada dos frases esboza esa sonrisa que le hizo conquistar las pasarelas en los 90: «Para los hombres es más fácil triunfar en la moda, hay menos competencia», asegura. Se le notan los 42 años y las incipientes arruguitas le dan un aspecto más maduro, y más atractivo aún . Pero, ¿qué hay para un modelo pasados los 40? «Ahora tengo calidad de vida. A los veintitantos trabajé muy duro, viajé mucho, es muy difícil para el cuerpo y para la mente, y después de diez años así, dije: “Se terminó”». Ahora el modelo selecciona muy bien sus trabajos.

Vanderloo es hoy un feliz padre de familia, tiene dos niños con su pareja , la actriz holandesa Robine Van der Meer , y asegura que lo que realmente quiere es «disfrutar de la vida». Lo más importante son sus hijos y tener tiempo para ellos: «Ellos me quieren y yo les quiero» . ¿Cómo es un día cualquiera en su vida? «Me despierto pronto... y me doy media vuelta en la cama», bromea.