Lucia Bosè: «Valió la pena dejar el cine para casarme con el torero»

La presencia de la actriz en el festival se debe a que su amigo Roberto Liberatori ha publicado un relato de su vida, con el breve y descriptivo título de «Una biografía». A su llegada a la entrevista con ABC, breve y precipitada, Bosè explica con elocuentes gestos qué es lo que más le había sorprendido al leer el libro, que cuenta con su beneplácito: «¡Cómo se ha informado tanto! Sabe más que nadie. Sabe casi más que un marido, que lo tienes a tu lado casi toda tu vida. De mis amigos… el que mejor me ha conocido ha sido Roberto Liberatori», confiesa la intérprete, que cumplió 88 años el pasado mes de enero y que reside habitualmente en un pueblo de Segovia.

La biografía repasa la vida de una muchacha de Milán que trabajaba atendiendo el mostrador de una pastelería en 1947, con solo 16 años, cuando un amigo mandó una fotografía suya a una revista muy popular -sin que ella lo supiera- y fue seleccionada para el concurso Miss Italia, que acabó ganando aquel año. A partir de ahí llegaron su entrada en el clan de Luchino Visconti y sus trabajos con los directores más prestigiosos, como Giuseppe di Santis o Luciano Emmer . Su fama en la Italia de posguerra era inmensa. «He sido muy conocida pero nunca me he sentido diva», dice Bosè. «He hecho cine como si fuera un trabajo más. Pero un trabajo con arte. Si no lo haces con creatividad y con arte, no es un trabajo».

En 1955 hizo su primera película en España, «Muerte de un ciclista», y ató para siempre su destino a nuestro país. Ese fue el año en el que comenzó su primera pausa profesional. «¿Que por qué dejé el cine? ¡Por amor!», recuerda. «Dejé el cine para casarme con el torero. ¿Qué más quiero? Valía la pena hacerlo». El torero era Luis Miguel Dominguín , y con él tuvo a sus tres hijos: Miguel , Lucía y Paola . Las infidelidades del diestro, del que en el Festival de Roma ha dicho que era «más franquista que Franco», recorren la crónica rosa de las últimas décadas, y la Bosè se separó de él en el año 1967. Se quedó con la custodia de los hijos en una España muy poco acostumbrada a que el hombre no tuviera la razón.

«He sido una actriz, pero una actriz discreta», se autodefine quien trabajó, ya en la segunda etapa de su carrera, a las órdenes de Federico Fellini o Jeanne Moreau . Con el avance de su vida comenzó a ser conocida más como artista que como actriz, llegaron el estilo desenfadado y su pasión por los ángeles, a los que ha dedicado un museo. «La última vez que hice cine tenía 80 años. Ya no quiero hacer cine, estoy cansada y quiero vivir mi vida», recuerda, para asegurar que tiene mucho futuro por delante: «Cada día espero algo nuevo y cada día me lo da». Cuenta que sigue recibiendo ofertas de papeles, aunque que las declina todas.

En los últimos años, en los que solo viaja a Italia para despedir a viejos amigos, ha visto morir de cáncer a su nieta Bimba y se ha visto envuelta en una disputa judicial acerca de un dibujo de Picasso con una antigua empleada del hogar. El juez le ha dado la razón y la ha absuelto de apropiación indebida. Lucía Bosè se ha alejado por completo de los platós -«voy muy poco al cine, ya tengo otras cosas que me divierten más»- y todavía no entiende, a pesar de decirlo después de hartarse de firmar autógrafos, por qué conserva la fama: «No sé, hay que preguntárselo a ellos», responde sonriendo, señalando a los fans que aún gritan su nombre, “no a mí».