Josephine Baker, «la vie en noire»
Hay artistas que, a pesar de todos los impedimentos y trabas imaginables, de alguna forma u otra, logran sacar a relucir su genuina genialidad. En esa lista, además del Koala, figura Josephine Baker
Hay artistas que, a pesar de todos los impedimentos y trabas imaginables, de alguna forma u otra, logran sacar a relucir su genuina genialidad. En esa lista, además del Koala, figura Josephine Baker, a la que Pablo Picasso supuestamente describió con las pinceladas de «alta, ... piel de café, ojos de ébano y piernas de paraíso». Una diva afroamericana que para triunfar tuvo que saltar el Atlántico, pero que, al cumplirse el centenario de su nacimiento -un 3 de junio de 1906- es recordada con remarcable fascinación tanto en Estados Unidos como en Francia, su escenario preferido.
Saint Louis (Missouri), su ciudad natal, encabeza estos días una larga lista de homenajes a la memoria de Josephine Baker con una exposición en el museo Sheldon que presenta el carácter icónico de esta mujer que, pese a la pobreza y el racismo, logró transformarse en una de las estrellas más sorprendentes y símbolo sexual de los despendolados años veinte en París. Con una apabullante biografía en la que caben cuatro matrimonios y cuatro divorcios, mucho cabaret, activismo contra la discriminación racial en Estados Unidos, la adopción de doce niños y una dosis de espionaje y resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, haciéndose acreedora a la Legión de Honor.
Además del todavía recordado desafío erótico de bailar sin más vestuario que una ristra de 16 bananas, frutos contados que al ritmo de sus caderas debieron resultar más resbaladizos que nunca y que la depararon toda clase de extravagantes regalos y proposiciones. Sin olvidar su costumbre de pasearse por los Campos Elíseos acompañada por el guepardo «Chiquita» para dar que hablar un poquito más a la sociedad parisina y su legión de influyentes e incontables admiradores en los tiempos en los que la capital francesa era en verdad una fiesta.
Exotismo con buen gusto
Con una sonrisa para terminar con todas las sonrisas, según la descripción atribuida a Ernest Hemingway, sus actuaciones llevadas con más o menos fortuna al cine eran una mezcla de exotismo, desinhibición y parodia con el suficiente buen gusto como para generar el aplauso de audiencias de todo tipo y facilitar el triunfo de otras estrellas afroamericanas. Llegando a ser una de las mujeres de la farándula mejor pagada de la época y la más fotografiada. Pero como algunos de sus familiares mencionan estos días propicios para el recuerdo, su gran problema fue siempre el no conseguir la misma aceptación y respeto en Estados Unidos que disfrutó en Europa.
De su faceta como activista, ahora casi desconocida como su nombre original de Freda McDonald, la estelar Josephine Baker llegó a colaborar con Martin Luther King y tener el empeño incumplido de organizar un centro universitario dedicado al estudio de las relaciones raciales durante tiempos tan espinosos como la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos durante los años sesenta. Su idea era demostrar al resto del mundo que «el odio racial no es natural, sino una emoción inventada». Tras sufrir graves problemas económicos, con ayuda en parte de la Princesa Gracia de Mónaco, Josephine Baker protagonizó un espectacular «comeback» en el Carnegie Hall de Nueva York, repetido después en París. Justo después de sus actuaciones en Francia, tras una trepidante carrera artística de medio siglo, Josephine murió de un infarto cerebral el 12 de abril de 1975, cumpliendo con su deseo de entretener con ese arte que ella describía como «una especie de amor elástico». No sin antes haber ilustrado con su «vie en noire», quizá por primera vez para la cultura de masas, la belleza de lo negro.
EE.UU., y Francia conmemoran el centenario de la diva afroamericana espía, símbolo sexual, estrella de cabaret, activista, actriz y exótica musa
TEXTO: PEDRO RODRÍGUEZ CORRESPONSAL FOTOS: ABC
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