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José Luis Moreno, el ventrílocuo

Moreno, que no es un titiritero, sino más bien lo contrario, sabe que todo hombre es una asamblea, y de esa sabiduría fue sacando un coro de muñecos que hablaban claro y directo, siempre libérrimos, como la simpatía

José Luis Moreno ABC
Ángel Antonio Herrera

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José Luis Moreno fue un trueno de éxito allá en los alegres ochenta, cuando le daba micrófono de escena a Rockefeller, un cuervo de chaqué que igual recitaba alejandrinos que predicaba la insolencia. Rockefeller era un muñeco que logró fama absoluta, en la tele, ... con su alegría de chuleta, su énfasis respondón, y su descaro de militancia, que a veces remataba con un grito de guerra que hizo fortuna: «Toma Moreno». De modo que Moreno era imbatible , si sacaba a Rockefeller al show, un pájaro que era mucho pájaro. En las noches de fiesta de la tele, mayormente los sábados, lo veían muchos millones de espectadores. Moreno entra en el género del ventrílocuo, pero no tanto. Quiero decir que alimentó, en principio, la vocación del canto, y hasta enfiló hasta el final la carrera de interprete de ópera. Pero en un momento se detuvo. Es pianista titulado, es violoncelista consumado, es hombre de sucesivos méritos artísticos, incluido el patinaje, aunque la cultura popular española lo aúpa como «Moreno y sus muñecos», principalmente. Porque José Luis Moreno no sólo inventó a Rockefeller, sino también a Monchito, o Macario.

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